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¿Un Estado árabe cristiano?

Esta última y alocada idea revela en parte el miedo que empieza a propagarse en el mundo árabe sobre la posibilidad de que este referéndum siente un nuevo precedente.

Aún faltan varios días para que finalice el largo e histórico referéndum en Sudán del Sur y ya hay noticias sobre violentos y graves incidentes relacionados con el proceso. No obstante, todos apuestan por que ganará el voto por la escisión. Y –aunque el futuro es incierto–, el nuevo Estado obtendrá el reconocimiento mayoritario de la comunidad internacional. Pero habrá excepciones, principalmente por parte de algunos países de la Liga Árabe.

Sudán está en la periferia del mundo árabe, y la perspectiva de que un miembro de la Liga Árabe se haga pedazos no cae nada bien. Cabe recordar que a pesar de su capacidad para poder influir sobre Jartum, la Liga Árabe ha ignorado a lo largo de estos años el problema de Darfur, región occidental de Sudán, defendiendo como siempre los intereses del Gobierno de Omar Al-Bashir pero no de la población, que en este caso es musulmana. Se ha negado además a ayudar al Tribunal Penal Internacional (TPI) a detener al presidente sudanés por su presunta implicación en los crímenes de guerra cometidos en esta región sudanesa. No hay que olvidar que tanto el conflicto de Darfur como el de Sudán del Sur forman parte de una misma realidad donde el Gobierno –cuya zona de influencia geográfica se identifica con el norte y centro del país–, se enfrenta a las regiones periféricas.

En cuanto al referéndum de Sudán del Sur, el secretario general de la organización, Amr Mussa, subrayó que Sudán es "un espacio inseparable", mientras que el líder libio Muammar al Gaddafi alertó sobre la posibilidad de que la división del país africano contagie a otras naciones vecinas. También el ministro de Exteriores saudí, el príncipe Saud Al Faisal, advirtió de que ningún país de la organización debería mantenerse al margen de la amenaza que podría suponer la posible partición, y que todos deberían apoyar a Jartum a afrontar los peligros. Algunos periódicos árabes incluso acusan a Occidente de empujar a los sudaneses sureños hacia la secesión con el objetivo de dañar el sueño de unidad árabe, y alguno va más allá y habla de un gran plan israelí diseñado para dividir la región a lo largo de líneas sectarias, desde Sudán hasta Irak.

Esta última y alocada idea revela en parte el miedo que empieza a propagarse en el mundo árabe sobre la posibilidad de que este referéndum siente un nuevo precedente; muchos miran a los kurdos de Irak y a su creciente sentimiento de autodeterminación, como ha reivindicando recientemente su líder Massoud Barzani. Se unen otros ejemplos que ante todo demuestran el mal gobierno de muchos países árabes, perpetuados en el poder, con pocos tintes democráticos, que desprecian los derechos humanos y la pluralidad de la sociedad árabe. En ella entran entre otros chiíes, suníes, cristianos, kurdos y asirios, pero no todos tienen cabida. Que se lo cuenten a los cristianos de Egipto, Nigeria o Irak.

Estaría bien que el Estado naciente fuera reconocido como el primer Estado árabe cristiano –asumiendo, claro, que el Sur quisiera ser reconocido como un Estado árabe–. Eso sí que sería un significativo precedente, un Estado árabe con mayoría cristiana. Claro que, ¿creen la que la Liga Árabe lo permitiría?

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