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Antonio José Chinchetru

Vigalondo, Bisbal y los "twitteros"

Desde que existe internet, los famosos están más sometidos que nunca a la crítica de los ciudadanos e, incluso, al escarnio público. Y esto se multiplica con las redes sociales.

La última semana dos famosos españoles han destacado por sus meteduras de pata en Twitter. Nacho Vigalondo se debió de quedar a gusto cuando dijo, según él en broma, que "el Holocausto fue un montaje", mientras que el David Bisbal se lució cuando resumió la revolución que vive Egipto en un lamento por la ausencia de turistas en las pirámides. En el caso del cantante parece más una pasmosa ingenuidad ante la realidad que otra cosa, mientras que en el del cineasta se trata bien de un muy dudoso sentido del humor, bien de una asquerosa provocación a costa del recuerdo del asesinato de millones de seres humanos. Esto último, claro está, siempre que demos por bueno su último lamento en su blog de El País en el que asegura que no es antisemita ni negacionista del Holocausto.

En cualquier caso, ninguno de ellos estuvo acertado –ni mucho menos– y una gran cantidad de usuarios "twitteros" se encargó de hacérselo saber con grandes dosis de humor en unos casos y de indignación en otros, cuando no ambas cosas combinadas. Tanto Vigalondo como Bisbal reaccionaron mal ante esto y ante las noticias aparecidas al respecto. El primero de ellos trata de excusarse en un largo post en el que, además de criticar con rudeza a todos los medios que se hicieron eco de la polémica, asegura que cuando se tiene una cuenta Twitter esta "acaba siendo un retrato incontrolable de tu personalidad". Es una patética excusa, que además le deja en un muy mal lugar, puesto que refleja un modo de ser poco agradable. El segundo resulta todavía más triste: se limitó a responder en la misma red social con un contundente "el insulto es lo único que os queda. Bueno, y también mucho tiempo libre".

Bisbal, Vigalondo y cualquier otro artista o famoso tienen derecho a expresar lo que les plazca en Twitter, como cualquier otra persona. Pueden opinar, con conocimiento de causa o sin él, sobre lo que les venga en gana y decir cuántas tonterías o reflexiones interesantes crean convenientes. Pero deben acostumbrarse a que en las redes sociales, como en el resto de internet, la comunicación es masiva y circula en muchas direcciones. En el mundo anterior a la red, cuando un famoso pontificaba sobre cualquier cuestión (aunque fuera un perfecto ignorante sobre la misma) o soltaba alguna tontería, no quedaba sometido a la crítica masiva. Ahora es distinto. Desde que existe internet, los famosos están más sometidos que nunca a la crítica de los ciudadanos e, incluso, al escarnio público. Y esto se multiplica con las redes sociales.

Sin duda alguna, también en estas cuestiones el mundo era más fácil para los famosos antes del uso masivo de internet. En los tiempos previos a la red, podían vivir en torres de marfil a salvo de la crítica generalizada cada vez que les apetecía decir algo poco inteligente y ofensivo. Ahora su ego resulta golpeado con fuerza por obra y gracia de cientos, o incluso miles, de internautas. Deben acostumbrarse a que la libertad de expresión no es sólo para ellos, sino también para quienes les responden.

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