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Antonio Sánchez-Gijón

¿Entrará Irán en la coalición?

Irán puede estar a punto de volver al redil de estados comprometidos con la paz por la negociación. El presidente Jatamí extendió su mano cuando condenó sin paliativos el ataque a los Estados Unidos pocas horas después de producirse. Para estrechársela, Jack Straw, secretario del Foreign Office, y prácticamente mensajero de los Estados Unidos, llegará a Teherán el lunes 24, seguido poco después por los ministros de Exteriores de la “troika” comunitaria. También puede ser inminente un giro copernicano de la estrategia política de los Estados Unidos en la región del Golfo.

Esas iniciativas ayudarían a cerrar por el suroeste de Asia Central la alianza movida por los Estados Unidos contra la base territorial del islamismo extremista en Afganistán. Irán tiene cuentas pendientes con el gobierno de los talibanes; además, necesita desesperadamente ser reconocida como potencia responsable del sistema internacional. Los Estados Unidos deben para ello revisar su actual polìtica anti-iraní, establecida por Clinton en su doctrina de la “doble contención” para el área del Golfo, esto es, el bloqueo político y militar de Irán e Iraq como perturbadores del orden internacional, y aplicársela sólo a Sadam Hussein. Israel mira con gran aprensión estos movimientos, y daba a entender el domingo 23 que el ataque a Estados Unidos no fue promovido por Iraq, sino posiblemente por Irán. Israel se juega también su credibilidad. La envergadura de lo que puede estar tomando forma ya se ha dado en llamar “desplazamiento sísmico” de poder en Asia suroccidental y el golfo Pérsico.

Irán no se mueve por caridad coránica sino por estrictas necesidades de su juego político interno, y para superar la marginalidad en que ahora se halla en el plano internacional. El presidente Jatamí puede haber solucionado la cuadratura del círculo para consolidar reformas internas sin que el clero conservador le mueva la silla.

Teherán ha visto frustrados durante los últimos quince años gran parte de sus designios de política exterior. En 1989 sufrió la derrota a manos de Iraq. En 1998 vino su humillación por los talibanes en Herat y la región occidental de Afganistán. En efecto, los mujaidinies del anterior régimen afgano se habían atrincherado en la ciudad de Mazar-i-sharif, y resistieron a los talibanes con la ayuda de un pasillo aéreo iráni. La resistencia, sin embargo, cedió; los talibanes ocuparon la región y asesinaron algunos miles de hazaras, un grupo étnico de confesión shiita, protegido por los iraníes; entraron además en la legación iraní, y asesinaron algunos diplomáticos refugiados en ella. Irán movilizó hasta doscientos mil hombres, pero no se atrevió a entrar en territorio afgano por miedo a un enfrentamiento directo con Pakistán.

La coyuntura favorece admirablemente la pronta resolución del “impasse” interno de Irán entre, de un lado, el clero conservador, los servicios de inteligencia y los guardias de la revolución, y del otro el presidente Jatamí, las fuerzas clericales moderadas y los sectores jóvenes de la población, los cuales le eligieron presidente en mayo de 1997 y de nuevo cuatro años después. La juventud ha mostrado su impaciencia en la calle, y no ha temido enfrentarse a la violencia policíaca. Protestaban contra el cierre de sus perspectivas vitales, a causa del estancamiento de la economía y la represión de las costumbres. Cada año entran en el mercado de trabajo 900.000 jóvenes; sólo hay empleo para 300.000. Por otro lado, la industria petrolífera se halla en un estado deplorable, y necesita capitales extranjeros; el norteamericano no ha podido llegar debido a la política de contención de Washington.

Jatamí se ha pasado mucho tiempo rogando a Alá que le ayudase. El presidente oraba con un lenguaje inusual entre los ayatolás de la cúpula religioso-política. Irán, dice el presidente, pertenece a las democracias que hacen posible la civilización. La democracia favorece el diálogo inter-civilizaciones. Ese es el nombre que ha dado a un aparatoso ejercicio de encuentros y conversaciones internacionales, con actuaciones en Asia y Europa, y que ha confiado al ayatolá Mohajerani, su anterior ministro de Cultura, que perdió su puesto en el ejecutivo por presión de los clérigos conservadores. Esas ideas están contenidas en un libro que será presentado el 23 de octubre en Teherán.

El Genio ha salido de su frasco y seguro que nos deparará maravillas.

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