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Amando de Miguel

Alusiones personales y unas gotas de humor

En aquella época y en aquel ambiente cortesano, era costumbre que las damas masticaran barro. Todavía no se había generalizado el uso del tabaco.

José María Navia-Osorio me hace algunos sabrosos comentarios sobre mi libro de Memorias. No quiere faltar a la presentación de mi próxima novela. Entiende que ahí van a estar las claves para entender mejor mi ajetreada autobiografía. Me reconviene amablemente al decir yo que soy "papirómano". Mi cuate vetustense sostiene que debería haber dicho "papirófago". Él mismo reconoce que de pequeño comía papel y tiza. No lo digo yo en el sentido literal. Lo mío es más bien grafomanía, pero me gusta más decir "papiromanía", esto es, afición desmedida a emborronar papeles. Se trata de una ironía. Lo de comer papel me recuerda el cuadro de las Meninas. La menina principal está dando a la infanta un trozo de barro. Por lo visto, en aquella época y en aquel ambiente cortesano, era costumbre que las damas masticaran barro. Todavía no se había generalizado el uso del tabaco.

Varios libertarios aluden a mi comentario sobre los chafarrinones que embadurnan la estatua sobre la Antorcha erigida en la Ciudad Universitaria de Madrid. Me indican que no solo han continuado las pintadas sino que últimamente algunos bárbaros le han quitado la antorcha. Es todo un símbolo del desprecio por la cultura que domina en mi alma máter. En Valencia y en Nueva York hay sendas reproducciones de esa misma escultura y están impolutas. La antorcha simboliza la transmisión de los valores del conocimiento y la ciencia de una generación a otra.

José Alberto Torrijos (Cuenca) se ha tomado la molestia de anotar muchos detalles de mis Memorias que él ha vivido en su infancia, en su lugar de origen. Me congratula ese paralelismo. Precisamente, uno de los objetivos de ese libro es dar a conocer las vicisitudes no solo personales sino de toda una generación. Se maravilla don José Alberto de que en San Antonio de Texas exista un edificio de piedra que semeja una iglesia española de hace siglos. Se trata de la misión de San Antonio, levantada por los españoles en el siglo XVIII, donde se dio una gran batalla por la independencia de Texas en su lucha contra los mexicanos. Es admirable el respeto de los texanos por el pasado hispánico. En ese monumento y en la casa del gobernador español ondea la bandera española junto a la mexicana, la texana y la norteamericana. Un español se siente como en casa ante ese respeto por el pasado. Paradójicamente, en algunos ayuntamientos y en muchas escuelas de España no ondea la bandera española. Somos así de iconoclastas, esto es, raritos. Encima nos vanagloriamos de la memoria histórica.

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