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Pablo Molina

Hacia la cartilla de racionamiento

Como carecen del más mínimo sentido del ridículo, Zapatero y los ministros con competencias en la materia deciden por su cuenta cómo debe conducirse la sociedad para alcanzar un determinado objetivo que ellos mismos han fijado de antemano.

Cuando los socialistas llegan al poder es sólo cuestión de tiempo que aparezca el racionamiento de bienes y servicios, y si no nos dan a los españoles la cartilla familiar estilo años cuarenta es sólo porque en plena era digital existen otros mecanismos más avanzados para coaccionar a los ciudadanos.

Zapatero ha aguantado casi siete años sin poner en marcha el programa de recorte de libertades en el consumo que caracteriza al socialismo, pero es solamente porque recibió un país saneado y hasta a él le ha llevado su tiempo acabar con la prosperidad acumulada por los Gobiernos de Aznar, que no es que fueran el epítome de la sagacidad política, pero al menos en economía hicieron una faena muy aseada.

Esto de imponer a los ciudadanos todo un programa de restricciones, y además en parte improvisado como confesó Rubalcaba, es cosa de mucho progreso a lo que se ve, y raro es que "las gentes de la cultura" (sic) no hayan convocado ya un acto público de apoyo a la reducción del límite de velocidad en la autopista y a la sustitución de bombillas en las carreteras, las dos medidas estrella con que el Gobierno de Zapatero pretende solventar nuestra dependencia energética de los hidrocarburos. Debe ser que estamos en época de subvenciones y el culturamen anda muy ocupado.

Como carecen del más mínimo sentido del ridículo, Zapatero y los ministros con competencias en la materia deciden por su cuenta cómo debe conducirse la sociedad para alcanzar un determinado objetivo que ellos mismos han fijado de antemano, ya sea la reducción del consumo de tabaco, de luz o de carburante. Naturalmente el problema que supuestamente quieren solucionar se agrava de forma dramática, porque resulta imposible que un grupo reducido de cerebros, aunque sean tan privilegiados como los de ZP, Pajín y Sebastián, pueda integrar los miles de millones de decisiones individuales que la sociedad entera genera a cada segundo y dar satisfacción a todas las necesidades que surgen constantemente, que no otra cosa es el mercado, a pesar de que los socialistas todavía crean que es una maquinaria aplastante dirigida por los especuladores, la judería internacional y el Papa de Roma.

Es lícito que algún dirigente socialista pueda pensar que es más inteligente que la media de los ciudadanos cuyos destinos administra, pero lo que resulta una locura es que los ungidos progresistas pretendan conocer a los casi cincuenta millones de españoles mejor que ellos mismos y los traten como a deficientes mentales necesitados de tutela. Esto ya no es la "fatal arrogancia" contra la que nos previno Hayek, esto es ya una chulería de ZP y sus muchachos. Y encima carísima, ya lo verán.

En Libre Mercado

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