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Antonio Sánchez-Gijón

Rusia y la coalición

Las razones de rusia para ayudar a la coalición

Rusia, para debilitar o derrotar el extremismo islámico que la ha tenido atenazada en Chechenia, no puede dejar escapar la ocasión que le ofrece la coalición internacional que se está formando. Incluso si Osama ben Laden logra escapar desde Afganistán a otro refugio, las razones para que Rusia castigue a sus seguidores permanecen en pie.

Occidente, que no ha cesado de mostrar a Rusia su disgusto por el empleo de ciertos métodos de guerra en el Cáucaso, ha pasado por alto, sin embargo, que Moscú concedió a esa provincia o república de Chechenia, después de su victoria sobre los rebeldes en la guerra de 1994-96, la posibilidad de mantener un gobierno autónomo, prácticamente independiente. Los rebeldes chechenos, no contentos con el caos por ellos creado en Chechenia, llevaron en 1999 la guerra a Daguestán, otra república de la Federación Rusa. En el ataque participaron las fuerzas de un cofrade de Ben Laden, el también saudí Habib Abderramán Jatab. Ambos comparten la fe islámica en su versión wahabí, que es la dominante en Arabia Saudita.

La acción militar de esas facciones rebeldes de Chechenia, y la terrorista contra la población rusa en Moscú y otros lugares, buscaban la desestabilización del gobierno del presidente checheno, Aslan Masjádov, que había sido elegido en enero de 1997 con el 65% de los votos. A esta legitimidad, Masjádov añadía el carisma que le daba el hecho de ser el principal arquitecto de la victoria militar sobre los separatistas en la guerra anterior (1994-96). La voluntad de los vencedores rusos de hacer la paz con los rebeldes llegó al extremo de dejar que se confiase el gobierno de Chechenia, bajo la presidencia republicana de Masjádov, a Shamil Basáyev, el rebelde que había adquirido prestigio como jefe de la exitosa incursión contra la ciudad rusa de Budiannovsk, en 1995.

El gobierno duró siete meses de 1998, al final de los cuales Basáyev se unió de nuevo a los rebeldes y a los voluntarios wahabitas, para acudir en ayuda de algunas facciones musulmanas de la república de Daguestán, federada a Rusia. Esta alianza extremista musulmana preparó la proclamación de lashariaen una región fronteriza con Chechenia. El presidente de Daguestán, Mohamedov, llamó a los rusos para expulsar a los rebeldes, que fueron contenidos en la frontera.

El ataque checheno hizo mucho en favor de los rusos, pues puso en evidencia ante el pueblo daguestaní, que históricamente desconfiaba de ellos, que la alternativa chechena, con su brutalidad y desorden, era peor que el gobierno de Moscú. Aunque las bombas que mataron a 300 civiles en la capital rusa, en septiembre de 1999, iban firmadas por un supuesto Ejército de Liberación de Daguestán, el gobierno no dudó de la autoría chechena, y de ahí a establecer la conexión wahabí-saudita entre Jatab y Ben Laden sólo había un paso.

En el ínterin, los agresores checheno-fundamentalistas en Daguestán se emplearon en una campaña de secuestros, cuyo número estimado, a finales de 1999, ascendía a 1.300 personas, muchas de ellas finalmente asesinadas.

En este pandemonium, no hay que tomar en consideración solamente la barbarie y el atraso de esas sociedades. No faltan en los planes de quienes promovieron las agresiones finos cálculos geopolíticos, tales como cercenar la presencia rusa en el tracto continental que une el mar Caspio con el mar Negro, y cortar la contigüidad geográfica entre la Federación Rusa y la república independiente de Azerbayán, que es una bonita plataforma para llevar tensiones al norte de Irán, un país mirado con recelo por las facciones wahabitas sunníes. Irán cuenta con una numerosa población azerí en el norte de su territorio, contiguo a la república independiente de Azerbayán. Mil quinientos mujaidines afganos, los aliados de Ben Laden, participaron junto al ejército de Azerbayán en la guerra contra la cristiana Armenia, aliada de Rusia en la guerra por Nagorno-Karabag de 1991-1994. Esta otra guerra semireligiosa causó más de un millón de refugiados. Y estas son las aguas donde los Ben Laden y los talibanes hacen su pesca milagrosa.

El extremismo musulmán ha conseguido la hazaña de unir en su contra a las tres mayores potencias del mundo: Estados Unidos, China y Rusia. Sólo Hitler realizó una hazaña semejante, aunque le tomó más tiempo.

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