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EDITORIAL

Una gran nación llamada España

Unas finanzas saneadas son imprescindibles para garantizar el desarrollo, el bienestar y el progreso, pero sin la unidad de todos los españoles ningún esfuerzo será garantía suficiente para afrontar la actual situación en condiciones favorables.

Todos los países están atravesando graves dificultades como consecuencia de la crisis en que está sumida la economía internacional. Es cierto que en el caso de España la situación tiene perfiles especialmente dramáticos a causa de condicionantes particulares como las cifras de paro, que van a hacer más penosa, y seguramente más larga, nuestra salida de la crisis. Sin embargo, los españoles hemos demostrado a lo largo de la historia que somos capaces de sobreponernos a mayores eventualidades y volver a la senda del progreso, la paz y la libertad. Esta ocasión no tiene por qué ser distinta de las anteriores.

Ante nosotros se presentan tiempos de incertidumbre en los que todos debemos cumplir noblemente con nuestras respectivas obligaciones, que es la mejor manera de contribuir al esfuerzo colectivo. Por encima de una coyuntura concreta está nuestra condición de miembros de una empresa histórica llamada España a la que debemos hacer honor, cada uno en la medida de sus posibilidades.

España ha sido fuente continua de grandes aportaciones al resto del mundo desde los albores de su fundación. Nuestra historia está preñada de grandes contribuciones en todos los órdenes, a pesar de que entre las recientes generaciones se haya extendido una especie de sentido trágico del pasado que se proyecta en forma de resignación estéril ante nuestro futuro.

Frente a este derrotismo voluntario, hoy resulta más oportuno que nunca esgrimir las virtudes que han hecho de España una gran nación en todos los órdenes, por más que las coyunturas históricas hayan supuesto retrocesos momentáneos que siempre hemos conseguido superar con creces. El espíritu que subyace en la empresa histórica llamada España es la voluntad inquebrantable de sus miembros de llenar de sentido su pertenencia a una nación orgullosa de su pasado y dispuesta a seguir conquistando su futuro.

No tenemos nada que envidiar a otros países, por más que las condiciones actuales nos sitúen en franca desventaja en el orden económico. Unas finanzas saneadas son imprescindibles para mantener la paz social y garantizar el desarrollo, el bienestar y el progreso, pero sin la unidad de todos los españoles en una empresa común ningún esfuerzo, por importante que sea, será garantía suficiente para afrontar la actual situación en condiciones favorables.

A partir de mañana nos toca a todos demostrar que somos merecedores de la gran herencia legada por nuestros antepasados. Hagámoslo.

En España

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