En 2006, en Japón, la selección española de baloncesto se proclamó campeona del mundo, y yo dediqué un modesto homenaje a aquel equipo. Este domingo, en China, ha vuelto a suceder, trece años después. Y he querido repetir mi homenaje.
Trece años después de esto,
se cumple otra vez la hazaña
y vuelve a ganar España
el Mundial de baloncesto.
Y hoy yo no seré satírico,
sino más bien encomiástico,
porque a este equipo fantástico
voy a hacerle un panegírico.
Empezaré con Pau Ribas,
un tipo serio y centrado,
al que nunca han asustado
las jugadas decisivas.
Qué bien jugó Pierre Oriola,
un muchacho larguirucho
al que necesita mucho
la selección española.
Rabaseda, con Beirán
y Colom, de sustitutos,
aunque con pocos minutos,
cuando hacen falta, ahí están.
Y Willy Geuer, un tipo
que juega en la NBA
y que un gran ejemplo da
de entrega por el equipo.
Igual que Juancho, su hermano,
que aunque es joven, desde luego,
nos ha hecho con su juego
disfrutar este verano.
Sergio Llull, un menorquín
rápido, intenso, vehemente,
impetuoso y valiente
que siempre lucha hasta el fin.
Enorme Víctor Claver,
que corre, que rebotea
y baila con la más fea
a la hora de defender.
Rudy, el capitán, que era
un chavalín en Japón,
y hoy, como bicampeón,
sigue aún siendo la pera.
También ganó Marc Gasol
en Japón aquel Mundial.
Y en este ha sido crucial
el gran pívot español.
¿Y de Ricky Rubio qué?
Pues que, por su gran pericia,
con absoluta justicia,
ha sido el emeuvepé.
Enormísimos cojones
de estos doce españolitos
que, aunque no eran favoritos,
vuelven como campeones.
Los doce. Pero no solo.
Porque falta el director.
Nuestro seleccionador:
el impecable Scariolo.
Mi gratitud más sincera
por este triunfo os transmito.
Y a todos os felicito
de parte de España entera.