Menú
Enrique Navarro

Los hijos no son de los padres, son de Youtube

Si educar a nuestros hijos no es nuestro deber como padres, ¿para qué queremos tener hijos?

Si educar a nuestros hijos no es nuestro deber como padres, ¿para qué queremos tener hijos?
Istock

El neonato gobierno social-podemita-nacionalista no ha tardado mucho en mostrar que esto va a durar menos que un tigretón en la puerta de un colegio en los años sesenta. En una escalada de ver quién dice las mayores estupideces dialécticas, hemos llegado al summum en menos de una semana.

La ministra de reeducación ha afirmado solemnemente, suponemos después de que fuera trending topic en la reunión del consejo de ministros, que "los hijos no son de los padres", y es que tiene toda la razón, y eso lo sabemos todos los que tenemos hijos desde la pre-pre-preadolescencia hasta la juventud. Pero se equivoca la ministra en el diagnóstico, los hijos no son del Gobierno ni siquiera del Estado, por más que se empeñen en seguir modelos educativos propios del nazismo o del stalinismo. Los hijos, señora ministra, son de Youtube.

El socialismo colectivista de octubre de 1917 no sólo es rancio y poco motivador, es que no se ha enterado de que el mundo cambia a una velocidad mil veces superior a la que tardó Marx en escribir El Capital.

Este revival colectivista que pretenden convertir las empresas en kibbutzs en los que los ciudadanos trabajan mientras los hijos quedan a recaudo del gobierno, cree que puede subir los sueldos lo que quiera, porque vivimos en la autarquía y lo único que va a pasar es que los ricos ganarán menos. Tuturú. Primera falacia socialista. La consecuencia se llama inflación, olviden este espíritu bondadoso en los ricos. También cree que tendrá más recursos para políticas sociales porque subirá los impuestos a los ricos. Tuturú. Eso era posible cuando la riqueza estaba asociada a la tierra. Hoy la riqueza se mueve por Internet y no tiene fronteras. Se empeña en regular horarios comerciales cuando la mayoría de los compradores se acuestan comprando por Internet en lugar de practicar sexo. Vean las horas de máximas entradas de las páginas de Zara o HM, y entenderán porque la natalidad no despega.

Y los hijos ya no son nuestros. ¡Que más quisiéramos! Pero esa batalla la damos por perdida, sobre todo porque el gobierno, una vez más, vive en el pasado. Incluso en un alarde de desfachatez dice que hay que evitar que los padres machistas pueden transferir esos valores a sus hijos, y qué hacemos con los padres de Vox, comunistas o de Junts per Cat que se empeñan en transferir sus valores a sus hijos. ¿O lo que quiere decir es que salvo que los padres no transmitan sus valores, los del gobierno, es obligación del estado reconducir a los hijos de padres descarriados e ignorantes al sanchismo?

Y siguiendo en esta línea, por qué no limitar la capacidad de los padres de decidir el equipo de fútbol de sus hijos mediante una asignación gubernamental de los equipos que cada ciudadano debe apoyar. Es más, ¿por qué no prohibir que los hijos puedan ser del Real Madrid para contentar al re-ungido Torra?

El mundo actual se mueve en redes. Ya no conocemos a los novios de nuestras hijas cuando vienen a casa y podíamos ver cómo se vestían o si decían tacos; ahora los conocen por Internet, quedan con amigos que pueden ser machistas o no, pero la realidad es que cada vez sabemos menos de nuestros hijos; en un mundo sin límites, uno puede encontrarse a diario a pervertidos que se meten en los juegos en línea de los niños con mensajes que escandalizarían a cualquier participante en La isla de las tentaciones.

Pero si queremos controlar a nuestros hijos para evitar que puedan ser víctimas de una agresión o simplemente puedan comunicarse con la "ultraderecha", entonces nos estamos extralimitando de nuestras funciones. Si educar a nuestros hijos no es nuestro deber como padres, ¿para qué queremos tener hijos? ¿Para dotar al estado de una raza de hombres y mujeres colectivizados al servicio del Leviatán?

Hace apenas quince años, tenía el placer de comprarle a mi hijo las novelas de Sandokán, de Kipling, veíamos películas de Woody Allen y de Almodóvar; salíamos a jugar a fútbol y sus amigos venían a casa a jugar a la consola. En el colegio sabíamos todo lo que pasaba porque los profesores no tenían miedo a agresiones y estaban respaldados por el sistema educativo. Hoy vemos agresiones, bullying, suicidios en escolares, depresiones en la más tierna infancia, y gran parte de estos influjos negativos vienen por Internet, pero si queremos prevenirlo entonces somos posesivos.

Seguro que sus niñas ven las mismas gilipolleces que la mía en Youtube; ya ni siquiera las películas de Disney tienen público, y en muchos casos son tildadas de machistas; y cada minuto esos programas de youtubers que ahora son ídolos infantiles porque son capaces de hacer marramachadas que siguen millones de personas, usan expresiones contra Trump, por cierto, podrían hacerlo contra Sánchez; y cada tres palabras una es un taco, etc. Dediquen un día a ver estos programas y seguro que les acaban quitando el teléfono, el ipad y la televisión; lo del pin parental me parece escaso.

Por las redes también llega una música que qué quieren que les diga; dónde quedaron Tequila, Los Secretos, Mecano. Llevé a mi hija a un concierto de Bon Jovi, y me dijo que era mucho peor que Maluma; esto es la final de la civilización occidental.

No sé si dedican a escuchar las letras de las canciones de moda, pero seguro que no quieren que sus hijas se trague la vitamina de un amigo, ni que la pongan a cuatro y le gusten que le peguen. Millones de personas escuchan todos los días estas canciones, que se enseñan y bailan en los colegios con el beneplácito de educadores. Y lo peor de todo, es que una gran parte de los ingresos de estos machistas misóginos viene del dinero de los contribuyentes, porque ¿quién paga los conciertos de las fiestas de su pueblo?; y ninguna administración quiere renunciar al aplauso estúpido de los jóvenes en las fiestas del pueblo; eso sí, hay que renunciar a tradiciones centenarias como los toros, ahí no duelen prendas. Una sociedad que cambia a Morante por un reguetón, está enferma sin solución.

Y finalmente no tienen más que poner en su buscador de Google "porno" o "follar" y tendrán millones de vídeos a disposición de jóvenes que quedan para ver en grupo cortos donde se maltrata a las mujeres, vídeos que crean actitudes de manadas; pero cuando queremos que los padres controlen a sus hijos para evitar que crean que estas actitudes son normales y sanas, entonces nos dicen que nuestros hijos no son nuestros.

Pues si no ponemos remedio, pronto nuestra sociedad estará en manos de youtubers veinteañeros, influencers, del porno gratis y abierto, de cantantes misóginos y de acosadores que utilizan las redes para manifestar su supremacía. Yo sé que al gobierno quizás esto no le preocupa, pero al menos que piensen que quizás si no ponemos límites, todos nuestros hijos pueden acabar siendo de ultraderecha en lugar de sanchistas, a ver si así entienden el mensaje.

Señora Celaá, al César lo que es del César y a las familias lo que es de ellas; ya tenemos todos suficientes problemas, bueno, menos los cientos de nuevos cargos que ya viven del erario público, como para crear más.

"No hay razones pa’ que te cohíbas, yo sé que te gusta, te motiva, me dijeron que eres posesiva… y te tragas todas mis vitaminas".

Temas

En España

    0
    comentarios