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EDITORIAL

Vigilancia extrema

Si nunca hay que dar un cheque en blanco al poderoso, menos aún hay que hacerlo cuando el poderoso es alguien como Sánchez o Iglesias.

Acorralado por su gravísima responsabilidad en la expansión del coronavirus, e incapaz de gestionar la crisis con un mínimo de templanza, competencia y rigor, Pedro Sánchez se ha sacado de la manga una oferta para reeditar los Pactos de la Moncloa de 1977 con el único fin de mantenerse en el poder.

El social-oportunista Pedro Sánchez, que ha excluido y demonizado a la oposición sin descanso ni vergüenza, pretende ahora que ésta le permita seguir asumiendo en solitario y con su funesta arbitrariedad los poderes extraordinarios inherentes al estado de alarma; para, paradójicamente, utilizar el Parlamento al que desprecia como disolvente de sus responsabilidades en la gestión de esta tragedia que se ha cobrado ya más de 13.000 vidas.

Por eso acierta Pablo Casado al advertir de que no aceptará el trágala sanchista, pues no cabe descartar que este Gobierno social-comunista, cordialmente liberticida, aproveche la ocasión para promover el cambio de régimen que la izquierda podemarra y sus aliados separatistas buscan con ahínco desde hace tiempo.

De hecho, Casado debería ir más allá y no validar la prórroga del estado de alarma en el Parlamento si el Gobierno sigue atentando contra la más elemental transparencia, sobrepasándose en sus atribuciones y jugando con escenarios de actuación impropios de una democracia liberal y muy del gusto de regímenes criminales como el de la China comunista o el de la Venezuela chavista.

Casado, además, debería buscar un entendimiento con Vox y Ciudadanos para aunar esfuerzos en el Parlamento. La formación de Santiago Abascal ya ha exigido la dimisión en bloque del Gobierno (algo que, evidentemente, no va a suceder), mientras que Arrimadas puede cometer el tremendo error de confundir la lealtad institucional con el entreguismo ante un personaje tan tóxico como Sánchez.

El estado de alarma debe mantenerse el mínimo tiempo imprescindible, y la clase política ha de volcarse en devolver el país a la normalidad en cuanto sea posible. PP, Vox y Ciudadanos deben extremar la vigilancia ante un Gobierno que genera una tremenda incertidumbre e inseguridad y que parece querer abusar de lo excepcional del momento para no someterse al menor control. Y ahí hay que plantarle cara con total decisión: si nunca hay que dar un cheque en blanco al poderoso, menos aún hay que hacerlo cuando el poderoso es alguien como el socialista Pedro Sánchez o como su semejante, el vicepresidente comunista Pablo Iglesias.

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