Lo único que sigue creciendo, tanto con respecto al tercer trimestre del 2019 como en términos interanuales, es el consumo de las administraciones públicas.
España está en el epicentro del coronavirus. No sólo por su lucha salvaje en materia sanitaria, que ya está despertando halagos desde los organismos más importantes a nivel internacional- como los de la OMS por el hospital en IFEMA-, sino también porque será una de las economías más afectadas ya en 2020.
Las estimaciones más optimistas señalan hacia caídas del 4% del PIB y subidas del 6% de déficit público, aunque también existen analistas que rebajan sus estimaciones hasta cifras de doble dígito, tanto para el crecimiento económico como para el desequilibrio presupuestario. Los datos que vamos conociendo señalan, en cualquier caso, un panorama desolador:
Existen fundamentalmente cinco razones para pensar que estas estimaciones son ciertas, y que el escenario más probable se situará entre los más pesimistas:
España es un país altamente dependiente de sectores que se están viendo afectados por esta pandemia, como es el turismo, la hostelería y el sector servicios en general. Antes de esta pandemia el sector turístico, y especialmente el aeronáutico, ya vivía una situación de clara debilidad, con operadores como Thomas Cook o Air Italy quebrados entre finales del año pasado y principios de este. En estos momentos, el parón está concentrado en él, e incluso, ya se están planteando operaciones de rescate, como los 2.000 millones que prepara el gobierno alemán para TUI.
Los datos de afiliación a la Seguridad Social certifican este impacto vía modelo productivo: casi 800.000 puestos de trabajo destruidos en el sector servicios y construcción desde el pasado 12 de marzo. Dos sectores que, conjuntamente, suponen casi el 75% de nuestro PIB.
Esta semana han pasado desapercibidas las cifras de contabilidad nacional ofrecidas por el INE. Una publicación, junto con la de déficit público, que sitúa a España en la horquilla más baja de todos los escenarios posibles: crecimiento del 1,8% interanual en el cuarto trimestre del año pasado y un déficit público del 2,6%.
Sobre el déficit, es necesario hacer una parada para analizar con detenimiento la radiografía del crecimiento económico en nuestro país.
La demanda doméstica está gripada. Tanto es así, que por primera vez desde 2013, la demanda nacional presenta un dato de crecimiento trimestral negativo (-0,1%). Y las perspectivas, por los suelos: La formación bruta de capital registra datos negativos, tanto para empresas (formación bruta de capital fijo) como para familias (en materia, fundamentalmente, de vivienda.
Lo único que sigue creciendo, tanto con respecto al tercer trimestre del 2019 como en términos interanuales, es el consumo de las administraciones públicas: crecimiento trimestral del 0,7% e interanual del 2,4%.
Dicho de otra manera, el bote salvavidas al que se agarra el gobierno de España, tanto en campaña como para justificar la (falsa) paridad de condiciones para afrontar los Eurobonos es, en realidad, un modelo de crecimiento basado en gasto público, incluso una vez pasadas las sucesivas campañas electorales del 2019.
Esta semana también hemos conocido los datos definitivos del déficit para el año 2019: 2,6% del PIB. Una consecuencia directa de lo comentado anteriormente, con un agravante: los ingresos públicos han vuelto a crecer, registrando un máximo histórico, aunque es cierto que con una evolución a la baja.
Hay cuatro lecturas subyacentes a este dato:
Como consecuencia de lo anterior, el gobierno de España está actuando tarde y de forma claramente insuficiente. Los sucesivos planes presentados no sólo no solucionan los problemas reales a los que se enfrenta la economía española, sino que están generando una inseguridad jurídica de la que será difícil recuperarnos ante los continuos ataques a los que se ven sometidos los empresarios.
Más allá de eslóganes políticos y de grandes cifras, España está a la cola en materia de apoyo gubernamental cuando será uno de los países más afectados (sino el que más) de esta crisis en todo el mundo. Veamos algunas de las políticas aprobadas en el plan de 1,1 billones de euros alemán:
Como ella, 22 países de la Unión Europea han aprobado exenciones o moratorias fiscales. España, sin embargo, continúa fiando su recuperación a un plan de avales de 100.000 millones de euros, de los cuales sólo han aprobado 20.000, mientras atenta contra la propiedad privada y pone en jaque el libre mercado, siguiendo directrices del propio vicepresidente del gobierno.
Todo lo señalado anteriormente dibuja un cóctel explosivo que se traduce en una situación de elevada vulnerabilidad a nivel internacional, y muy especialmente entre nuestros socios europeos. La desconfianza quedó patente en la última reunión de los ministros de economía, de la que salieron notables divergencias sobre el modelo con el que afrontar esta crisis económica. Europa está siendo incapaz de articular soluciones comunes o, al menos coordinadas, por la enorme diferencia entre la evolución económica de unos países y de otros. Por supuesto que el coronavirus no entiende de fronteras, pero las respuestas sí, y la realidad es que los que siempre estamos en el vagón de cola somos incapaces de asumir la responsabilidad individual que tenemos con nuestros conciudadanos de hacer más y mejor Europa. Un punto de encuentro solidario y justo, con el que competir en los verdaderos desafíos a los que nos enfrentamos a nivel global.
Cuando esta debilidad se haga patente, quienes la han creado no dudarán en señalar al enemigo externo para justificar sus propios errores y seguir manteniéndose en el poder. Entonces, tendremos que sacar lo mejor de nosotros mismos para conservar el único contrapeso que permite que una minoría irresponsable no convierta nuestra España rica en Argentina.
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