Con la misma estridencia, el cráter, la herida volcánica que la tierra ha abierto en Cumbre Vieja, sigue arrojando torrentes de lava. Pero en las últimas horas su actividad se ha estabilizado. La lava que derrama se ha vuelto más densa y los temblores que acompañan a la erupción se han apaciguado. Pero no quiere decir que el volcán se haya debilitado o que no vuelva a tener episodios de furia. Porque la nube y el entorno gris que ven nuestros ojos ocultan tonalidades fogosas vistas con la cámara térmica.
Y la fisura que se ha abierto a cien metros del cono y que, por ahora, solo emite gases puede convertirse en otra amenaza. Y los piroclastos son un peligro, incluso, para los drones que intentan acercarse al volcán, que sigue enrojeciendo las noches al sur de La Palma.
Las coladas siguen estables gracias a un tubo lávico que conecta con el mar
El Plan Especial de Protección Civil y Atención de Emergencias por Riesgo Volcánico de Canarias (PEVOLCA) señala que el proceso eruptivo, en estos momentos, está en una situación de estabilidad y con un ligero descenso de la sismicidad.
En la actualidad, existe una única colada que discurre de forma fuida desde el cono hasta el mar. Se confirma la existencia de un túnel lávico que conecta el volcán con el mar, lo que permite la salida del material magmático directamente al océano. En consecuencia, se reduce el riesgo de ensanche de la lengua de lava en la superficie.
La pequeña parte de la colada que discurría en dirección al norte de la montaña de Todoque y el otro intento de crecimiento en la zona más pegada al Camino de la Gata, se han paralizado. Al menos, por ahora.