
El Gobierno de Canarias, en colaboración con el Cabildo de La Palma, ha realizado una intervención arqueológica de urgencia en un tubo volcánico del entorno del Salto de Tigalate en Villa de Mazo tras el aviso de un hallazgo casual por parte de un aficionado a la espeleología. Se trata de dos depósitos de cuentas ornamentales datadas entre los siglos XII y XIII, exactamente 225 conchas marinas y un hueso trabajados por la sociedad benahoarita.
Este yacimiento estaba inventariado en la carta arqueológica insular como una cueva funeraria, ya que en él se conservan algunos restos humanos de época aborigen a pesar del continuo expolio que ha sufrido a lo largo de los años. Sin embargo, la colección de colgantes estaba oculta en una fisura lateral del tubo volcánico, dentro de una materia vegetal de naturaleza desconocida, por lo que las piezas rescatadas han estado intactas durante casi un milenio.
Este jueves se han presentado los resultados de la investigación arqueológica realizada por PRORED bajo la financiación de la Dirección General de Cultura y Patrimonio Cultural. En ella, el director general del área, Miguel Ángel Clavijo, ha declarado que "la colaboración ciudadana es fundamental para seguir redescubriendo nuestro patrimonio cultural", y por eso "hoy es un día para celebrar".
Investigación arqueológica
"Se trata de un hallazgo excepcional pero no único en La Palma", ha expresado Efraín Marrero, codirector de la intervención. Este tipo de piezas malacológicas trabajadas, pulidas y perforadas es muy común en las islas aunque "nunca se habían encontrado en tanta cantidad". Este tipo de depósitos suelen estar cerca de yacimientos funerarios como es el caso de la Cueva de la Higuera en Barlovento donde se localizaron 68 conchas de las mismas características dentro de un recipiente cerámico.
En este caso, los vestigios recolectados en el litoral se encontraban dentro de una grieta a 100 metros desde la boca de acceso al tubo volcánico en unas condiciones muy extremas de humedad y temperatura por lo que su estado de conservación era bastante frágil. Para realizar la intervención arqueológica en unas condiciones estables se tuvo que desmontar parcialmente un bloque natural que impedía recuperar las piezas mediante un registro minucioso tridimensional.
Finalmente se pudieron realizar quince levantamientos en 3D de la superposición y acumulación de cada uno de los elementos arqueológicos. Además de las 225 cuentas de moluscos, "la mayoría son conchas que pertenecen al taxón de los ostrones, seguida del conus y luego la lapa", explicó el arqueólogo, se recuperó un hueso y materia orgánica tanto del resto vegetal que recubría ambos conjuntos como unos carbones que estaban debajo de uno de los depósitos.
Para determinar la cronología de este yacimiento, se realizaron dataciones de Carbono 14 tanto a los restos vegetales, la envoltura vegetal y la madera carbonizada, así como a los restos óseos, una falange humana y un diente de ovicáprido que se encontraban en el contexto funerario próximos a esta colección ornamental. El depósito ornamental dio una datación absoluta entre los siglos XII y XIII mientras que el depósito funerario es anterior, entre los siglos X y XI, por lo que "no podemos establecer una conexión física directa de ambos contextos", subrayó Marrero.
Durante un estudio preliminar de los vestigios en laboratorio, el equipo de PRORED ha percibido que los colgantes han sido reutilizados porque muchas de las piezas tienen doble perforación, "hay un desgaste de una perforación original por la erosión provocada por el uso del material que estaría engarzando cada una de las cuentas y al romperse, se reparan", aseguró Marrero, "por lo que hay un apego a estos collares que podrían tener diferentes combinaciones individualizadas".
Esta hipótesis podrá ser resuelta en próximas fases del trabajo de laboratorio, donde la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPG) será la institución académica encargada de estudiar la traceología, es decir, las huellas y utilidad de las piezas. Se trata de un trabajo multidisciplinar en el que colaboran especialistas en arqueología, espeleología, biología, restauración y química.
Hallazgo casual
"Es importante no tocar el resto arqueológico porque se modifica el contexto de la pieza y por lo tanto, se pierde información y parte de su historia". Son palabras de Yeray Rodríguez, quien hizo el hallazgo casual mientras realizaba espeleología en el tubo volcánico junto a un compañero.
Rodríguez es un ejemplo de cómo hay que actuar ante un descubrimiento arqueológico fortuito. En primer lugar, no tocar el objeto, ya que esto podría provocar la pérdida irreparable de parte de la información contenida en la secuencia estratigráfica, y a continuación, dar aviso a las autoridades competentes en materia de patrimonio cultural, en este caso, Rodríguez se puso en contacto con el inspector de Patrimonio Histórico del Cabildo de La Palma, Jorge Pais.

