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Carlos Pérez Gimeno

El fantasma de la boda de la duquesa de Alba vuelve a aparecer

Su perseverancia va a triunfar, y como todo continúe como hasta la fecha, conseguirá pasar por la vicaría pese a la gran presión y el empeño de los hijos de la aristócrata en que ese hecho no ocurra.

Cada vez son más insistentes los rumores en torno a la boda de la Duquesa de Alba con Alfonso Díez. Desde el entorno de Doña Cayetana, a mi amiga y compañera Beatriz Cortázar le aseguran que el día soñado por el funcionario podría convertirse en realidad el próximo otoño.

A Díez le duele la boca de decir que sólo le interesa Cayetana y nada de lo que le rodea. Su perseverancia va a triunfar, y como todo continúe como hasta la fecha, conseguirá pasar por la vicaría pese a la gran presión y el empeño de los hijos de la aristócrata en que ese hecho no ocurra.

Me llama la atención que siempre que se les ve juntos en Madrid sea con amigos de la duquesa, jamás con los de él. Desconozco la razón, ignoro si piensa que no son lo suficientemente elegantes como para poder mezclarlos.

Lo que sí es cierto es que en el entorno más íntimo de Alfonso hay más de una decepción, no entienden ese distanciamiento a raíz de su noviazgo, del que no cuenta absolutamente nada.

De sus planes de boda se han enterado por los comentarios habidos en prensa, de ahí que lamenten la escasa confianza que tiene con ellos.

Todo apunta a que la cuenta atrás ya ha empezado. Como viene siendo habitual, ninguno de los hijos de la duquesa se ha pronunciado, aunque de sobra es sabido que están de los nervios con el tema. El problema es que nunca han podido con su madre, ni ahora tampoco a pesar de su edad.

No sería de extrañar, si es cierto que la fecha está prácticamente cerrada, que se llegase a un acuerdo entre los hijos y Díez con el consentimiento de su madre, aunque por el momento todo está en el aire.

Hay demasiadas cosas en juego y antes de que llegue la posible boda, el palentino tendría que renunciar a muchas prebendas, que según el propio Alfonso para él carecen de importancia, ya que sólo le interesa como cariñosamente le llama su "Porcelanita".

Después de esta maravillosa y creíble historia, ¿será posible que haya gente que aún no crea en el amor?

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