Borja no asistió al veinte aniversario del Museo Thyssen al considerar que tanto él como su esposa, Blanca Cuesta, no habían sido invitados directamente por su madre, Carmen Cervera.
Sí es cierto que recibieron la invitación, que efectivamente llegó a su domicilio, pero no porque la baronesa lo hiciera personalmente, sino porque Borja está incluido en el mailing del museo y siempre recibe las invitaciones de todos los actos que allí se celebran.
La relación entre madre e hijo, como es de sobra sabido, es inexistente y parece cada vez más difícil llegar a algún tipo de solución, sobre todo después de haberles acusado de entrar en su casa y haber sustraído diversos documentos privados que eran de su propiedad.
Lo que Tita no podría imaginarse era que, una vez revisada la documentación, el juez al que corresponde el caso confirmaría que existían los indicios necesarios para que se celebrase el juicio, y que la Fiscalía confirmaría que no va a formular acusación, al no considerar indicios de delito.
Después de este hecho, Carmen no quiere hablar de lo ocurrido y se escuda comentando lo triste que se siente por estar tan alejada de su hijo, y lo mucho que desea una pronta reconciliación, poniendo cara de compungida.
La realidad es que la situación se complica cada vez más, y ni siquiera la llegada del nuevo hijo dentro de pocos días va a poner fin a una guerra que está muy lejos de firmar la paz.
Ver a Borja y a Blanca sentados en el banquillo de los acusados de momento no va a ser posible para la baronesa. Con esa actitud, es imposible conseguir una reconciliación.