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Fray Josepho y Monsieur de Sans-Foy

¿Cine en pantalla grande o en casa?

Lean los sonetos de nuestros vates y opinen, decántense, pronúnciense... ¡No se escondan! ¡No se queden callados! ¡No sean rajois!

Lean los sonetos de nuestros vates y opinen, decántense, pronúnciense... ¡No se escondan! ¡No se queden callados! ¡No sean rajois!

¿Son ustedes partidarios de acudir a los cines para sumergirse en la magia de la gran pantalla? ¿Son de los que, como Monsieur de Sans-Foy, se estremecen de emoción cuando se apagan las luces y se dejan placenteramente hechizar por el proyector cinematográfico? ¿O son de los que, como Fray Josepho, prefieren evitar los inconvenientes de las salas de cine y optan por ver películas en casa, en una buena pantalla de plasma, con la comodidad, la flexibilidad horaria (¡y el ahorro!) que permite el hogar?

Lean los sonetos de nuestros vates y opinen, decántense, pronúnciense... ¡No se escondan! ¡No se queden callados! ¡No sean rajois!

EN CASA
por Fray Josepho

Que sí, mi amor. Que al cine. Que sí a todo.
Que si aparcar. Que si ponerme en cola.
Que si es una película española.
Que tú la quieres ver. Que yo me jodo.

Qué caras las entradas. Que no hay NODO.
Que estoy que me hago pis (la cocacola).
Que los niñatos gritan a su bola.
Que el tipo que hay al lado me hinca el codo.

Qué horror de palomitas. Qué ruido.
Que el fútbol (¡la hora que es!) me lo he perdido.
Que tengo sueño. Frío. Yo qué sé.

Que huele a bar, a cuescos, a sobaco.
Que se me duerme un pie. Que no hay tabaco.
Y que en mi casa tengo deuvedé.

EN PANTALLA GRANDE
por Monsieur de Sans-Foy

El Cine es la sustancia de Occidente.
Sin Cine, nuestra vida es un calvario.
¿Qué invento, salvo, acaso, el urinario,
da alivio cotidiano a tanta gente?

El Cine es lo que, lisa y llanamente,
nos libra del bostezo rutinario.
Un chute de emoción: lo extraordinario,
lo mismo en El Padrino que en Torrente.

Es cierto que, en España, está de luto:
Dos tópicos y medio por minuto.
(Se puede comprobar: lo cronometro)

Con todo, nos atrapan las butacas...
y el vértigo en las vísceras cardiacas
del mágico rugido de la Metro.

En Cultura

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