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Andrés Amorós

Fernando Argenta: pasión por la música

Como enamorado de la música, agradezco a Fernando Argenta todo lo que hizo, sin ninguna pedantería, por difundirla, en España.

Como enamorado de la música, agradezco a Fernando Argenta todo lo que hizo, sin ninguna pedantería, por difundirla, en España.

Cuando comenzaba esRadio, uno de sus responsables tuvo la amabilidad de preguntarme si echaba de menos algo, en la programación. Sorprendido por la pregunta, le señalé alguna cosa: como, salvo un grupo de amigos de Federico, la mayoría de los que trabajaban allí eran muy jóvenes, excelentes profesionales, la única música que se escuchaba entraba dentro de esa órbita que, con más o menos propiedad, podemos denominar rock duro: poca melodía, mucho ritmo, demasiada estridencia. ¿Agradaba eso a todos los oyentes habituales de la emisora? Creía yo que no. Algunos, sobre todos los de cierta edad, echarían de menos –imaginaba– un poco de lo que suele llamarse música culta (clásica, ópera, zarzuela), junto a música de cine, jazz, flamenco, baladas, rancheras, boleros, canciones tradicionales...

Intenté concretar: "Lo que ha hecho durante muchos años, con tanto éxito, Fernando Argenta, en sus Clásicos Populares, pero abriéndolo un poco más a todos los campos de la música ligera melódica. ¿Por qué no contrataba esRadio a Fernando, prejubilado ya en Radio Nacional de España?". Supongo que fueron razones económicas las que motivaron el cambio de tercio: "¿Por qué no lo haces tú?".

Me quedé de pìedra: nunca, desde la lejana adolescencia, había soñado yo con encargarme de un programa de radio dedicado a la música. Hice un proyecto, confiaron en mí, me ilusioné: así nació Música y Letra. Hasta hoy...

Muchas veces he declarado que su modelo eran los Clásicos Populares, que tanto me habían hecho disfrutar, durante años, como a miles de oyentes. La noticia del fallecimiento de mi buen amigo Fernando Argenta me lleva a repetirlo y a dedicarle estas líneas de homenaje y recuerdo.

La vida, a veces, ofrece curiosas coincidencias: hace quince días se conmemoraba el centenario del nacimiento de su padre, Ataúlfo Argenta, el mejor director de orquesta español de todos los tiempos. Fue la ocasión para que le dedicara yo cuatro programas de Música y Letra y hablara también de él con Dieter, en una de sus Tardes.

Con Federico Sopeña, tuve la ocasión de verlo dirigir a la Orquesta Nacional, en los conciertos de los viernes del Palacio de la Música. Recuerdo también su memorable ciclo de las nueve sinfonías de Beethoven, en Santander, en la Plaza Porticada, mirando siempre al cielo, por si se ponía a llover... Era alto, delgado; poseía una elegancia natural, unas manos llenas de expresividad. Su vida no había sido fácil pero se sobrepuso a todas las adversidades, en el difícil tiempo de las posguerras española y mundial. Unía el rigor germánico con la expresividad, la pasión del Sur. Familiarizó al público madrileño con el gran repertorio romántico alemán (Schubert, Schumann, Brahms) y con la música española; realizó muchas grabaciones inolvidables de zarzuela. Fuera de España, los programas más exigentes de la Orquesta Nacional, dirigida por él, podían concluir con un "Intermedio de la Boda de Luis Alonso" que levantaba clamores. Se lo disputaban ya orquestas europeas de tanto prestigio como la Filarmónica de Viena o la de la Suisse Romande (que luego ayudó a los estudios de su hijo). Podía llegar a ser un Karajan, un Mehta, un Maazel...

Su carrera y su vida se truncaron prematuramente por un absurdo accidente: un escape de gas, en el coche, en el garaje de su chalet de la sierra madrileña.

Delante del Auditorio Nacional he contemplado, estos días, las fotografías de una exposición que lo recuerda: Ataúlfo Argenta con Carl Schurit, su maestro; con Stravinsky, en una calle madrileña; con Yehudi Menuhin... También, con su mujer e hijos. En una de ellas aparece, junto a él, un chiquillo espigado, de aspecto tímido: era Fernando Argenta, que ahora acaba de fallecer. Siempre mantuvo la adoración por su padre. Siempre amó la música.

Estudió en el Conservatorio de Madrid y, también, la carrera de Derecho. Formó parte de las aventuras juveniles del naciente rock hispano: con Micky y los Tony’s, en la película Megatón ye-yé. Radio Nacional de España le dio la oportunidad de su vida: durante más de veinticinco años, el programa Clásicos Populares; luego, los conciertos para chicos, en TVE.

Federico Sopeña, mi maestro, denunció muchas veces la "sordera" del mundo cultural español, su lamentable alejamiento de la música, desde Unamuno ("A estudiar, ¡a casa!", le dijo a un guitarrista que pretendía escuchara unos "Estudios") hasta los ejemplos que seguimos viendo cada día. Muy pocos –si alguno– han hecho tanto por divulgar, entre nosotros, la música clásica como Fernando Argenta.

Era un formidable comunicador, en la radio: sencillo, simpático, espontáneo, divertido. Para lograrlo, le quitaba ropajes vetustos, la acercaba a cualquier oyente: Vivaldi era un sacerdote pelirrojo; Juan Sebastián Bach, "el viejo peluca"; Mozart, un chico travieso; Beethoven, un sordo genial, de hosca apariencia; Wagner, un especialista en sacar dinero para cumplir sus caprichos; Tachaikovsky, un "niño de porcelana"... Nos los presentaba como seres humanos, con debilidades y defectos; a la vez, eran genios que daban alegría, consuelo y emoción a nuestras pobres vidas...

Fernando nos los hacía sentir muy cercanos . Recurría a motes, bromas, concursos, "melodías misteriosas", juegos... Después del programa, vinieron los discos, los libros, los conciertos para chicos. Todo le valía, con tal de acercar al gran público a ese mundo maravilloso de la música.

Era, de verdad, un hombre sencillo y bueno. Cuando era ministra de Cultura Pilar del Castillo y yo estaba en el Inaem, conseguí que se le concediera la Medalla de Bellas Artes. Con la ingenuidad de un niño, eso le hizo feliz. Todavía me lo recordaba, hace pocos días: "Se lo digo a mi mujer: somos excelentísimos señores". Pero sabía ya que "estaba muy malito", con pocas esperanzas.

Como enamorado de la música, agradezco a Fernando Argenta todo lo que hizo, sin ninguna pedantería, por difundirla, en España. El programa Música y Letra está inspirado en su ejemplo. Como amigo, le recuerdo con todo cariño, mientras escucho, como siempre, a Juan Sebastián Bach, "el viejo peluca": esa música que parece llevarnos al cielo: espero que, a él, allí lo haya conducido.

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