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Andrés Amorós

Un genio de la guitarra flamenca

Mark Knopfler declaró que "Al ver a Paco de Lucía, he entendido que no sé tocar la guitarra"

No es un elogio circunstancial, a la hora de su muerte, ni exagerado, sino una definición. En la guitarra flamenca, su papel ha sido semejante al de Andrés Segovia, con respecto a la clásica: una cumbre, un maestro indiscutido, para todos los que, después de ellos, se han acercado a este instrumento.

Su historia comenzó en Algeciras, en los años cincuenta, cuando él era "El Niño de la Portuguesa". Le enseñaron a tocar la guitarra, su padre, que le transmitió la herencia del Niño Ricardo, y su hermano Ramón: ahí nació su portentosa técnica. Ya a los 13 años le llevó de gira internacional José Greco, conoció a Sabicas. Fue feliz haciendo música con Camarón ,"el mayor genio que he conocido". Disfrutó muchísimo en su sexteto, con el pianista Jorge Pardo y el percusionista Rubem Dantas. En 1981, grabó el disco "Friday night in San Francisco", con el inglés John McLauglin (que pretendía unir el flamenco con la música india clásica) y el guitarrista de jazz Al Di Meola: un trío que nos deslumbró en Madrid, en el Monumental , y vendieron más de un millón de discos. "Era una fusión de músicos más que de músicas: un paréntesis en mi trabajo dedicado al flamenco". El domingo pasado – casualidades de la vida – escuchábamos en el programa Música y letra de esRadio su tema "Mediterranean Sundace".

Le había llegado a Paco de Lucía el reconocimiento internacional. Tocó en el Teatro Real, para escándalo de los puritanos. Desde un palco, su madre, "la Portuguesa", escuchó un grito del público: "¡Viva la madre que te parió!"...

Declaró Mark Knopfler: "Al verle, he entendido que no sé tocar la guitarra". Y Keith Richards: "Decís que soy una leyenda de la guitarra. No tenéis ni idea. Sólo hay dos o tres guitarristas que se pueden considerar leyenda. Y, por encima de todos ellos, está Paco de Lucía".

También se había asomado a la música clásica española: grabó el "Concierto de Aranjuez", de Rodrigo. También tocó transcripciones a la guitarra de tres piezas de la suite "Iberia" de Albéniz y de varios fragmentos de Manuel de Falla: "El amor brujo", "El sombrero de tres picos", "La vida breve", una de las "Canciones populares". Pretendía "devolver la música de Falla a sus raíces".

Creía firmemente que el flamenco es la cultura más importante que tenemos en España. Y, también, en Europa.

Hace muy poco murió Félix Grande, su gran amigo. Me contaba que, después de escuchar a Paco, él había decidido que no tenía nada que hacer, con la guitarra. Lo definió con precisión y belleza: "Silenciosamente rebelde, parsimoniosamente apasionado..."

Supo huir de la faramalla mercantil que acosa hoy a los artistas consagrados. Como Picasso, negaba la inspiración, defendía el trabajo. Buscaba un difícil equilibrio: "Con una mano, agarrado a la tradición, y, con la otra, rascando, buscando..."

El precioso documental "Light and Shadow" lo presenta en su vida cotidiana, en el Yucatán: disfrutando, con su familia; haciendo submarinismo; jugando al futbolín y cocinando un pescado, para sus amigos... Todo lo contrario de un divo: en la guitarra flamenca, Paco de Lucía ha sido el creador de un nuevo lenguaje. Un auténtico genio.

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