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José Coronado, el primer amor de Isabel Pantoja cuando se quedó viuda

"Me gusta mucho como cantante... y como mujer", aseguró en la fiesta convocada por la revista CQ.

"Me gusta mucho como cantante... y como mujer", aseguró en la fiesta convocada por la revista CQ.
José Coronada e Isabel pantoja en 'Yo soy esa' | Imagen de televisión

Vestido de etiqueta, mostrando su indiscutible galanura a sus cincuenta y siete años cumplidos en agosto, apareció en la fiesta convocada por la revista CQ, en la que recibió el premio "al hombre del año". Y entre las cosas que dijo, ésta refiriéndose a Isabel Pantoja: "Me da mucha penita verla así ahora". Porque José Coronado fue algo más que amigo cuando se conocieron, en vísperas de rodar en 1990 la película Yo soy esa: "Me gusta mucho como cantante… y como mujer". Sonrió pícaramente. En un principio el reparto lo iba a encabezar junto a Imanol Arias, entonces considerado el número uno de los galanes. Pero su cotización era elevada. José Coronado en cambio, estaba empezando su carrera, con un caché más reducido. Las secuencias más apasionadas de la pareja se filmaron sin la presencia de los periodistas. El encargado de las relaciones públicas me confió la pasión que Isabel y José sostuvieron en sus escenas más tórridas de besos y abrazos, con sus cuerpos unidos ardientemente. Fuera del estudio continuaron aquella relación, pero con la mayor discreción posible, manteniendo cerca de los productores la prohibición expresa de que nadie diera publicidad a su íntima amistad. Para Isabel Pantoja era su primera experiencia sentimental, seis años después de que muriera Paquirri. José Coronado resultó ser el primer hombre al que besaba con toda el alma en esos años tan difíciles para ella cuando se paseaba por los escenarios con la etiqueta de La viuda de España.

El filme resultó un gran éxito de taquilla. A poco del estreno hablé de nuevo con José Coronado, a quien volví a preguntarle por Isabel Pantoja: "Me enamoré de su personalidad, pero es que, además, es un 'cañón de mujer'. No es la mujer que tal vez se figure la gente. Es muy normal, muy sencilla, pero es prisionera de su propia imagen, de su popularidad y de ciertas personas que están constantemente alrededor suyo". Me interesé por las escenas más apasionadas de la película, las de los besos "de tornillo". "En la primera de esas escenas –me contó- estaba algo tensa, pero la tranquilicé diciéndole que para mí, acercar mis labios a los suyos no tenía ningún significado personal. Conforme tuvimos otros momentos parecidos noté que ya le había desaparecido la tensión del principio". Llegué a preguntarle al actor si en verdad había prolongado esas secuencias también en la intimidad. Sin negármelo abiertamente, sonriendo, balbució que eran muy buenos amigos. Y con aquella copla me quedé, aunque el romance entre ambos duró poco más que las semanas del rodaje. Sencillamente porque José Coronado no quería comprometerse. Tres años antes había debutado en el teatro con un papelito en El público, donde tuvo por compañera a Paola Dominguín, con quien tuvo un hijo, Nicolás, hoy con veintiséis años. Aquel inicio artístico era para este madrileño de acomodada familia una aventura más en su vida. Cuando lo conocí por entonces, año 1988, en el estreno de la película Berlin Blues, de Ricardo Franco, todavía pasaba inadvertido por la calle. Me contó algunos pasajes de su azarosa vida: "Comencé a estudiar medicina, que abandoné a los dos años, matriculándome en derecho, carrera que "colgué" casi a punto de licenciarme. Hice ocasionalmente un spot publicitario, fui modelo, tuve una agencia, organizaba desfiles, en uno de los cuáles conocí a Paola; propietario de una agencia de viajes en la que ofertaba viajes a los Alpes, porque a mí me volvía loco el alpinismo, también dirigí un restaurante…". Y un día le dio por ser actor, pero para no pecar de novato se matriculó en la academia de Arte Dramático de Cristina Rota y después ya sucedió lo del estreno de la obra de García Lorca con la compañía del Centro Dramático Nacional y muy poco después su entrada en el cine con papeles episódicos. La serie de televisión Brigada Central le supuso su espaldarazo popular. "Para familiarizarme con mi papel acompañé muchas noches a policías de verdad en varias redadas, incluso algunas con tiroteos por las calles de Madrid".

Me dijo José Coronado que detestaba ser tenido por galán: "Yo pretendo ser actor, no sólo un hombre educado y de buenas maneras, que es la definición que da la Real Academia". Y a fuer que lo fue consiguiendo poco a poco. Con otra serie televisiva de éxito, Periodistas, entre 1998 y 2001, interviniendo en casi cien episodios. Y representando, en Goya en Burdeos, al pintor de Fuendetodos en sus años jóvenes, a las órdenes de Carlos Saura. Pero su director fetiche es Enrique Urbizu, que le proporcionó un gran papel en La caja 507 y después el que le valdría el Goya al mejor actor por No habrá paz para los malvados, de 2011, con el siniestro personaje del malvado y corrupto Santos Trinidad. Y entre medias, otras cintas destacadas como La vida de nadie. Reseñemos su intervención en la serie El Príncipe, de gran audiencia. Hay en su filmografía de los últimos tiempos una alternancia entre tipos marginales y canallas, es decir, los villanos, según la terminología clásica, con los de policías. Precisamente este próximo 28 de noviembre va a estrenarse Fuego, que hace el número cuarenta y cinco de su filmografía, donde su cometido es el de un agente de las fuerzas armadas que se venga del etarra que mató a su esposa y dejó malherida, sin piernas, a su hija. José Coronado, sin perder su indudable atractivo, ya hace tiempo que ha perdido el liderato de los galanes (hoy muy disputado, entre otros, por Miguel Ángel Silvestre y Mario Casas), pero a cambio ha ganado en veteranía como excelente actor.

En cuanto a su biografía sentimental, vayan estos datos: separado en 1991 de Paola Dominguín, tuvo entonces una relación con Amparo Larrañaga y posteriormente otras con Silvia Munt, la alemana Monique Salvan, Majós Martínez, Eva Saulado, Silvia Abascal, Carla Hidalgo, Esther Cañadas, Mónica Molina (con quien tuvo una niña, Candela, en 2002) y así un largo etcétera de conquistas. No sé si con un punto de cinismo, como todo buen seductor que se precie, dijo un día: "A mí no me dura ninguna mujer porque nunca dejo que llegue el desamor".

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