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Julio Iglesias siempre ha temido quedarse paralítico

El cantante fue operado hace pocos días por una secuela de su lejano accidente.

Negros nubarrones circularon la pasada semana acerca de la salud de Julio Iglesias, sobre quien corrió el rumor de que había sufrido una crisis cardíaca. No sabe uno por qué en ciertas esferas periodísticas, tal vez mal alimentadas por las llamadas redes sociales, se disparan bulos en vez de contrastar, verificar si en verdad responden a una noticia fidedigna. Y lo que ocurrió tenía como epicentro el Hospital Monte Sinaí, de Nueva York, adonde de vez en cuando se desplaza el cantante para hacerse un chequeo, muy especialmente en el servicio de Cardiología que dirige el eminente doctor Valentín Fuster, con quien le une una antigua amistad.

Y fue, como decíamos, a su consulta, donde no se le encontró problema alguno relacionado con el corazón. Alguien que seguía la pista del creador de "La vida sigue igual" se empeñó en divulgar la falsa alarma citada. Lo que sí hizo ese mismo día Julio Iglesias en el citado Hospital fue someterse a otras pruebas relacionadas con sus frecuentes dolencias de espalda. Y ahí es donde los facultativos lo sometieron a unas pruebas definitivas: debía operarse inmediatamente en la zona lumbar.

El melódico intérprete y sus acompañantes emprendieron vuelo de regreso a su residencia de Indian Creek, en Miami, con el fin de que iniciara un periodo de reposo, de al menos dos semanas. El tratamiento le exige nadar a diario (lo que ha hecho casi siempre) y recibir sesiones de kinesiología. De ese modo podrá estar muy recuperado en esta tercera semana de julio, cuando tiene previsto viajar a España, para desplazarse a su chalé veraniego de la Costa del Sol. Aprovechará para recibir a la prensa nacional e internacional con el fin de presentar su último disco. Luego, el 5 de agosto, tiene una cita importante en Marbella, en el Starlite Festival (en donde ya estuvo el pasado año) para tomar parte en una destacada gala. En el resto del verano procurará reducir sus actuaciones, siguiendo los consejos de sus médicos.

Y es que Julio Iglesias ha de cuidar más que nunca su espalda, tras las graves secuelas que padeció en el accidente de automóvil sufrido el 22 de septiembre de 1963, la víspera de cumplir veinte años, cuando celebraba el acontecimiento con unos amigos en un pueblo de la sierra madrileña. A dos meses de que cumpla setenta y dos años es más que razonable que se le haya aconsejado que lleve una vida más reposada, aunque tratándose de alguien tan activo, que no renuncia a sus continuas giras, no es seguro que siga al dictado todas las recomendaciones.

Conviene incidir en aquel accidente acaecido hace cincuenta y dos años que pudo costarle muy caro: los médicos que lo atendieron no daban un duro por su completa curación y le advirtieron de que podía quedarse paralítico de por vida, en silla de ruedas para los restos. Pero su padre, el doctor Iglesias Puga, no se amilanó y le hizo ver a Julio que debía esforzarse al máximo, sometiéndose a una dura disciplina de ejercicios continuos de rehabilitación.

Más de un año duró aquel infierno, pero Julio Iglesias siguió adelante, superó aquellos negros augurios. Curioso es recordar que el enfermero que lo cuidó entonces, amigo de su padre, Eladio Magdaleno, fue quien le regaló una guitarra y le enseñó a tocarla. Lo que determinó que el paciente, conforme iba recuperando los movimientos de sus extremidades, decidiera empezar a componer canciones, y a interpretarlas también. Me consta que desde entonces no se ha quitado de la cabeza el temor de la parálisis de sus piernas, o la posibilidad de quedarse cojo. De hecho, cada vez que sale al escenario, se tambalea ligeramente. Recordaba Alfredo Fraile, su antiguo mánager, que por esas vacilaciones al caminar, algunos lo creyeron alguna vez borracho, cuando no bebe alcohol, si se exceptúa algún vaso de buen vino en las comidas.

Por ese terror a verse algún día incapacitado llegó a contratar los servicios de un doctor dominicano, aparte de un fisioterapeuta. Recuerdo haber entrado en su camarín, tras alguna actuación, y verlo tendido en una camilla, recibiendo masajes en su dolorida espalda. En público no se ha quejado nunca. Es más, ha dicho: "Soy un estoico, mi disciplina es de hierro". Aunque alguna madrugada se sobresaltaba, sin duda soñando, y llamaba a su representante: "Ven en seguida, que tengo algo raro en las piernas". Su entonces primera esposa, Isabel Preysler, fue testigo de aquellas inesperadas reacciones. Y algo más, porque lo vi con mis propios ojos en un recital celebrado en el estadio de Riazor, en La Coruña. En primera fila se encontraba una jovencita paralítica. Julio la columbró desde el escenario. Y al término de su espectáculo mostró un manifiesto malhumor. Como si le entrara "el mal del ojo". Bien saben sus colaboradores que en las cercanías de donde él cante no puede ver a nadie que esté en silla de ruedas. Porque le recuerda la tortura de su pasado. "Es un ídolo hipocondríaco", lo definió Alfredo Fraile.

Julio Iglesias padece pesadillas al respecto. Y tiene desde que se hizo cantante profesional una obsesión: la de tomar el sol todos los días, esté donde esté, a riesgo de padecer cáncer de piel. Por eso está siempre moreno. Desde luego nadie puede fotografiarlo en bañador, e incluso procura que cuando está en una piscina lo vea el menor número de gente de su entorno: tiene las piernas muy delgadas. Lo puedo asegurar recordando aquella excursión marítima en un barco que alquiló por aguas de la ría de Vigo, al que me autorizó a subir. Ni se me ocurrió sacar mi cámara fotográfica: me habría fulminado.

Le deseo que supere estos delicados momentos que vive y continúe su imparable carrera. Con su hijo Julio José se lleva bien y creo que han cantado juntos últimamente, no así con Enrique cuyo distanciamiento es notorio. En cualquier caso, Julio Iglesias es un mito incontestable de la canción romántica. Lleva cuarenta y siete años en activo. Es conocido en todo el mundo. Y les guste más a unos que a otros, nadie puede discutirle lo que ha conseguido en el siempre difícil y caprichoso mundo del espectáculo.

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