David Álvarez creó un imperio de la nada, un gigante empresarial presente en once países del mundo que le reportó una fortuna de gran valor. Como es lógico, su herencia se convierte en una tarta que, sin embargo, no tendrá partes iguales para sus siete hijos. El testamento del empresario fundador del Grupo Eulen, fallecido el pasado 26 de noviembre a los 88 años de edad, se abrirá en aproximadamente quince días. La guerra por el patrimonio familiar parece haber comenzado pero el conflicto familiar nació en 2009 a raíz del tercer matrimonio de Álvarez con Maite Esquibel, 25 años más joven, con la que se casó en régimen de separación de bienes.
El patriarca, disconforme con cómo manejaban el patrimonio sus hijos díscolos -Marta, Elvira, Juan Carlos, Emilio y Pablo- luchó por el control accionarial de la bodega El Enebro. Pero ellos, lejos de ceder, le plantaron cara. Los cinco accedieron a dar a su padre el usufructo de la bodega, pero no los "derechos políticos", ya que disponían del 50% de las acciones heredadas tras fallecer su madre María Vicenta Mezquiriz.
Álvarez reconocía en una entrevista concedida tiempo atrás a La Razón, que tenía un problema familiar: "Algunos de mis hijos están fuera de mi jurisdicción porque han querido andar solos y sin mi autorización".
Ahora, sin solucionar el problema, los hijos "rebeldes" tendrán que aceptar que su hermana María José, mano derecha de su padre, sea la sucesora y la mayor beneficiaria de la gran herencia de su padre, por ser además su confidente incondicional. Como informa el mismo diario, el enorme patrimonio de David Álvarez incluye obras de arte y libros incunables, varias propiedades en el pueblo natal del empresario, Crémenes (León), la finca de El Escorial, una mansión en la urbanización La Florida o una carpeta de acciones importante.