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La dura y desgraciada vida de Margarita Landi, la reportera real de 'El Caso'

Enviudó a los 28 años, perdió dos hijos, muriendo con demencia senil en una residencia de ancianos.

Enviudó a los 28 años, perdió dos hijos, muriendo con demencia senil en una residencia de ancianos.
Margarita Landi | Youtube

La serie televisiva de la noche del martes en la primera cadena, El Caso. Crónica de sucesos, rememora las vicisitudes de algunos de los reporteros de aquella mítica publicación, entre los que se contaba la periodista Margarita Landi, considerada pionera en ese género. En los primeros tres capítulos su figura apenas si se ha magnificado, incorporada por la actriz Blanca Apilánez; en cambio se da prioridad a un personaje de ficción defendido por Verónica Sánchez. En la historia del mentado semanario no nos cabe duda alguna que la estrella fue Margarita Landi, con quien coincidimos en alguna cita profesional mostrándose siempre expansiva de carácter, muy comunicativa.

Comencemos por señalar que se llamaba Encarnación Margarita Isabel Verdugo Díez y aquel apellido que usaba respondía al de sus antepasados, los Verdugo Landi, muy conocidos periodistas de finales del XIX y primeras década del XX, entre ellos su propio padre, que era cronista de toros y publicaba en verso. Nacida en Madrid el 19 de noviembre de 1918 no pensaba seguir la tradición familiar sino ganarse la vida como enfermera pero como había adquirido el título en los años de la II República no le sirvió de nada al terminar la Guerra Civil cuando entró en vigor en 1940 la Ley de Responsabilidades Políticas. Casada a poco de empezar el conflicto bélico, enviudó con veintiocho años. Tuvo, además, la desgracia de perder a dos de sus tres hijos, el primero a poco de cumplir los seis meses. Desamparada, recurrió a sus familiares, en la casa de la calle de Velázquez, número 80 de la capital de España, donde uno de sus tíos, Francisco, que había sido fundador de La Esfera y Mundo Gráfico le proporcionó unas cuantas cartas de recomendación a directores de varias publicaciones, mas no quisieron admitirla, discriminada al ser mujer y no tener probados conocimientos. Ella se afanó en pergeñar unos cuentos infantiles, hasta que la revista Gran Mundo le ofreció una colaboración ¡para escribir crucigramas! Y por entonces hasta se ganó algunos duros como modelo de peluquería. Pronto despertaría su innato talento firmando reportajes y artículos para diversos medios escritos y hasta llegó a ser corresponsal de la American News Agency.

Blanca Apilánez como Margarita Landi | RTVE

En 1954 el director y propietario de El Caso, Eugenio Suárez, la contrató como reportera de sucesos, denominación que a ella siempre le haría feliz. Y allí se consagró durante nada menos que veintiséis años. Miles y miles serían sus crónicas, redactadas con un estilo tan diáfano, como directo, incisivo, que captaba la atención inmediata de los lectores. Uno de sus primeros reportajes estaba relacionado con el robo sufrido por unos aristócratas. Nada más publicarse llamó la atención del comisario jefe de la Brigada de Investigación Criminal de Madrid, quien le ofreció colaborar con el grupo VII a las órdenes del comisario Antonio Viqueira Hinojosa. Había ocasiones que desde Jefatura le enviaban un coche para seguir las incidencias de algún suceso relevante. Ello le permitió estar en primera línea e informar puntualmente a los lectores de El Caso.

Entre la ingente cantidad de crónicas, elijo una al azar relacionada con uno de los crímenes más salvajes de cuantos investigó, que fueron, ya digo, cientos y cientos. Era enero de 1971 cuando Ana García Fernández resultó sospechosa de haber dado muerte a su marido, Manuel Rambla. Desplazóse Margarita Landi con el descapotable de su propiedad, un Volkswagen negro, hacia el pueblo asturiano donde vivía aquel matrimonio; entabló conversación con la viuda y logró que ésta le confesara haber sido la autora del crimen, relatándoselo con toda clase de detalles: quemándole la cara a Manuel con agua hirviendo mezclada con sosa cáustica, aprovechando que el hombre estaba echando la siesta. Publicado aquel testimonio, la asesina fue detenida seis días después. Bastantes fueron casos parecidos en los que, gracias a su intuición, habilidad en sus entrevistas y perspicacia a la hora de escudriñar cada suceso, los culpables eran finalmente llevados al cuartelillo de la Guardia Civil.

Margarita Landi recorría sola España de cabo a rabo, al volante de su vehículo, llegando a convertirse en un popular personaje. Rubia, con melena de cabellos ondulados, vestía con pantalones y no se quitaba de sus labios una impenitente pipa de fumar. También gastaba otra "pipa", una pistola para la que tenía naturalmente autorización de uso de armas. Llegó a diplomarse en Criminología. No permitía Margarita que un compañero le disputara la información de un suceso destacado. Era conocida como la rubia del deportivo, también como la dama del crimen, pero sin duda el título, de carácter seudooficial, con el que era llamada en ambientes oficiales respondía al de subinspector Pedrito. Para disimular cuando alguien, en Comisaría, se refería a la sin par reportera.

Mantenía que "el mes de agosto con luna llena y luz rojiza es el ambiente más propicio para que los psicópatas disparen". Estableciendo que a la hora de matar, los varones eran instintivos, pasionales, guiados por el calor del momento; en tanto ellas asesinaban planificando el crimen: reflexivas, organizadas, muchas de ellas recurriendo al matarratas o cualquier veneno en las comidas. Más escasos los crímenes femeninos, pero mejor proyectados que los de los varones. Trabajó Margarita Landi en El Caso hasta 1980 y después la ficharon en Interviu, donde la pagaban mucho más. Publicó cuatro libros y dirigió una revista de sucesos.

También tuvo diversas intervenciones en la pequeña pantalla, en programas como Código 1 y Mis crímenes favoritos. En 2011 la homenajearon (ya desaparecida) en un capítulo de Los misterios de Laura. Y el escritor Luis García Jambrina la tomó como modelo de su novela En tierra de lobos, para el personaje de Aurora Blanco. Los últimos años los pasó con el hijo superviviente que tenía, Ángel Torres, en la casa asturiana donde este vivía con su mujer e hijos en el pueblo de Viesques. Jubilada en 1986, sufrió un infarto en 1996, luego la operaron de una rotura de cadera, la anestesia le traería posteriormente complicaciones, amén de que padecía dolencia senil. Internada en una residencia de ancianos cercana a Gijón, en Albandi, concejo de Carreño, moriría el 6 de febrero de 2004. Tenía ochenta y cinco años.

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