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10 años sin Rocío Jurado, que pronto tendrá su museo

Toda España sufrió la tragedia de la enfermedad de Rocío Jurado, que falleció hace ahora una década.

Toda España sufrió la tragedia de la enfermedad de Rocío Jurado, que falleció hace ahora una década.
Rocío Jurado | Archivo

Eran las cinco y cuarto de la mañana del 1 de junio de 2006 cuando Rocío Jurado entregaba su alma a Dios después de un prolongado periodo de tiempo víctima de un cáncer de páncreas que le detectaron dos años antes. Toda España vivió su tragedia desde que fue hospitalizada y permaneció largas semanas en una clínica de Houston. Como en el caso de Lola Flores no resulta fácil aportar a estas alturas datos que no sean ya conocidos del gran público. Si acaso, me atrevo a recordar hoy la última vez que hablamos, cuando todavía no era presa de su grave enfermedad y me insinuó la posibilidad de retirarse. En ese punto le retruqué que entonces no era partidaria de quienes decían eso de estar dispuestos a "morir en un escenario". A lo que respondió: "¡Ay, no digas eso de la muerte…! El tiempo que me queda como artista no lo sé, pero sí que no deseo eternizarme en mi profesión. Quisiera vivir con toda mi plenitud todo lo que hasta ahora no he podido, porque yo la verdad es que no he gozado totalmente en mi vida. Trabajo desde muy jovencita y no he parado desde entonces". Y aunque albergara aquellos razonables deseos también era consciente de que, aparte su enorme afición por cantar, de ella dependía parte de su familia y no quería dejarlos en la estacada.

Cuando grabó su último programa en las Navidades de 2005 se sabía muy enferma pero confiaba en salir adelante. Manuel Alejandro le había prometido componerle las canciones de un próximo disco. También soñaba con estrenar una comedia musical. Esos y otros proyectos se derrumbaron para siempre y Rocío Jurado entró en la leyenda hace ahora exactamente un decenio. No le gustaba ser llamada la más grande, que es una expresión atribuida a un productor discográfico –no sé si italiano o mexicano- que al final hizo fortuna pues no hay comentarista musical o informador que, al mencionar a la artista, no caiga en la tentación de utilizar esa sobada muletilla. Por la tesitura de su voz no nos cabe duda que superaba la de otras estrellas de la copla. Pero es que ella había demostrado atreverse con otros géneros, aparte del flamenco, donde hacía alardes vocales: en melodías románticas al estilo de su admirada Mina o en rancheras a la manera de su también muy querida Lola Beltrán. Vendió veinticinco millones de discos.

El primer disco de Rocío Jurado | Archivo

Artísticamente consiguió lo máximo a lo que podía aspirar. En su vida privada quizás no alcanzó sus sueños, por mucho que intentó ser feliz con los hombres que llegaron a su vida.

Muy joven aún se había enamorado de un paisano de Chipiona, hijo de una familia adinerada. Los padres del muchacho se opusieron a esa relación, aduciendo que ella no era nadie, sólo "la hija de un pobre zapatero remendón"… Y, lo que son las cosas, al paso de unos años, ella, ya cantante popular, de paso por su pueblo acertó a reencontrarse con aquel chico que la pretendía. Trabajaba de camarero en un chiringuito, pues su familia se había arruinado.

Ya viviendo en Madrid en los primeros años 60 se prendó de un torero venezolano, Curro Girón, pero él hizo caso omiso. La rondaban señoritos adinerados en la época en que formaba parte del coro flamenco del tablao de Pastora Imperio, el Duende. Algunos flamencos también le tiraron los tejos, como Bambino, que quiso meterle mano pero ella se defendió con un puntapié en sálvense las partes. Y eso que Bambino también alternaba con el sexo contrario. Y a Picoco, palmero de Lola Flores, un día que trató de besarla le rompió una camisa con chorreras que acababa de estrenar. El más agresivo fue el mismísimo Manolo Caracol, que había contratado a Rocío Jurado en 1964 en Los Canasteros. Se colocó frente al ella el viejo cantaor, le confesó que lo volvía loco y que tenía que ser suya. Cuando de las palabras pasó a la acción, la chipionera le endilgó un mamporro que hizo desistir al rey del fandango en su acoso amatorio.

Fue poco después de aquel episodio cuando hallándose actuando una corta temporada en el teatro Principal, de Valencia, se enamoró perdidamente de Enrique García Vernetta, atractivo joven, que trabajaba junto a sus dos hermanos en el negocio familiar, una selecta perfumería, Las Barcas. Durante unos años la pareja mantuvo un encendido noviazgo; tiempo en el que el conquistador dejó su trabajo, ocupándose de los contratos de su novia, de la que no quería separarse. Pero tampoco se decidía a dar el paso que ella soñaba: una boda como Dios manda, por la iglesia. La madre de Rocío, carabina como tantas otras madres de artistas, que viajaba siempre junto a su hija, la convenció de que aquel hombre, por muy guapo y simpático que fuera, no la iba a hacer feliz en tal situación. Me consta porque doña Rosario así me lo susurró. Y la cantante acabó por romper con gran dolor de su alma esa relación que no la conducía a donde ella pensaba: un hogar, un hijo… Y Rocío Jurado dejó a ese novio golfete que tanto le gustaba.

Luego roneó con Máximo Valverde, aunque aquello no pasó de ser una aventura de paso. Fueron marido y mujer, eso sí, en una película que protagonizaron. Me acuerdo del día que rodaron tal escena, en la madrileña plaza de los Sagrados Corazones. Presenciaba ello el tal Enrique, muy pendiente de que Máximo no se extremara a la hora de besar a la "desposada de mentirijillas", en tanto Rocío lanzaba una mirada a su prometido de verdad, a ver si tomaba nota y se animaba a pasar por la vicaría. Ni por esas…

El boxeador Pedro Carrasco | Cordon Press

Hasta que una tarde del verano de 1974 apareció en su vida Pedro Carrasco. "Flechazo" en regla durante un festival taurino en el que el campeón de boxeo tomaba parte, como aficionado práctico que era al arte de Cúchares. Dos años después contraían matrimonio. En la primavera de 1977 les nació Rociíto. En 1981 perdieron a un bebé que esperaban con mucha ilusión. Nadie podía imaginar que aquella pareja tan alabada por los medios de comunicación pudiera romperse de la noche a la mañana, lo que sucedió después de trece años de unión, en otro verano, el de 1989. Ninguno de los dos explicó las razones de su ruptura. En todo caso, Pedro adujo que todo fue debido a cuanto rodea al mundo del espectáculo. Conseguirían la nulidad matrimonial. El púgil moriría inesperadamente de un ataque cardíaco en 2001.

Para entonces Rocío Jurado ya estaba casada con el torero Ortega Cano, desde febrero de 1995. La pareja mantenía su residencia en Madrid, en el chalé de ella de La Moraleja, aunque frecuentemente se desplazaban a la localidad de Castillblanco de los Arroyos, donde disponían de una preciosa finca, que bautizaron con el nombre de Yerbabuena, adquirida al también matador de toros Espartaco. Tenían ganadería propia, lo que hizo mucha ilusión a Rocío. Quien acompañaba a su marido a todos sus desplazamientos taurinos, esperándolo cada tarde en la habitación de un hotel. Dada la imposibilidad de que ella pudiera ser de nuevo madre, la pareja decidió adoptar dos niños en Colombia, José Fernando y Gloria Camila. Y toda la felicidad que disfrutaron en esos once años de matrimonio se acabó en la aciaga madrugada que estamos rememorando.

Rocío y Ortega Cano | Archivo

Abierto el testamento, meses después de la muerte de Rocío Jurado, no satisfizo a los beneficiarios, exceptuando lo que correspondió a su hija Rocío. Si hoy levantara la cabeza, como suele decirse vulgarmente, se llevaría un enorme disgusto al comprobar la situación de los suyos. Hace cinco semanas se presentó un sello de Correos que lleva la efigie de la cantante, con un valor facial de cincuenta y siete céntimos. Al acto asistió Rocío Carrasco Mohedano, que ha anunciado su boda este año con Fidel Albiac, con quien parece ser muy dichosa tras su fracasado anterior matrimonio. Se ha sabido que Rocío está gestionando con el ayuntamiento de Chipiona la inauguración del Museo Rocío Jurado. Su apertura lleva aplazada varios años al no haberse puesto de acuerdo la familia del artista con las autoridades municipales. Amador Mohedano, hermano de Rocío Jurado, parecía que iba a ser el responsable del Museo, pero resulta que apenas se habla con su sobrina. Un embrollo como otros sucesos familiares que, desde la muerte de la cantante, no han dejado de salir a la luz pública en la prensa rosa y los programas televisivos del corazón, donde es asidua desde hace tiempo la que fuera su cuñada, peluquera en vida de la cantante. Quien se merece evocarla como lo que fue: artista extraordinaria, dotada de una de las mejores voces de toda la historia de la canción española, y en el trato, de excepcional simpatía, que siempre fue permanente Premio Naranja para los periodistas que tuvimos la suerte de conocerla y tratarla en la intimidad.

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