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La misteriosa vida privada de José Tomás (y su tímida historia de amor con Isabel)

José Tomás cumple 41 años el sábado, y seguimos sin saber gran cosa de lo que hace fuera del ruedo. 

José Tomás cumple 41 años el sábado, y seguimos sin saber gran cosa de lo que hace fuera del ruedo. 
José Tomás | Cordon Press

Es José Tomás la figura más emblemática de la actual Tauromaquia, leyenda viva del toreo y el único que hoy llena las plazas como se acaba de comprobar la semana última en San Sebastián. Torea muy pocos festejos, cobra más que ninguno de sus colegas, lo que se justifica pensando que los empresarios que lo contratan logran así vender todo el abono de las ferias. Luego es rentable. Pero quien goza de una extraordinaria popularidad es, paradójicamente un hombre de vida misteriosa, del que poco saben acerca de su existencia fuera de los ruedos aquellos que lo aplauden enardecidamente y hasta pagan en la reventa cantidades muy superiores a su precio en taquilla. Desde los lejanos tiempos de Manuel Benítez "El Cordobés", allá por la mitad de la década de los 60 y los 70, no se conoce un caso parecido, pero de este último se sabían multitud de detalles, algunos de su intimidad; en cambio del madrileño se ignora esa parcela de su vida privada, que él defiende sin resquicio alguno. ¿Sabían de su convivencia en su chalé "Villa Ángeles", de Estepona, con una malagueña llamada Isabel con quien tiene un hijo y de la que apenas se conocen escasos datos, ni siquiera sus apellidos?

José Tomás, que este sábado 20 de agosto cumple cuarenta y un años, tuvo una novia en su pueblo natal, Galapagar, en la sierra madrileña. Pero su dedicación a los toros tal vez la alejaron de ella, aparte de que siempre fue un muchacho de timidez casi enfermiza, poco amigo de ligues femeninos, según recuerdan algunos de sus paisanos. Fue su abuelo paterno, Celestino, quien le inculcó la afición taurina, llevándolo muchas tardes a un tendido alto de la madrileña plaza de Las Ventas. De adolescente, el chico únicamente pensaba ser futbolista, formó parte de un equipo local y puede que soñara con ser algún día jugador de su equipo favorito, el Atlético de Madrid. Sobrino nieto del ganadero Victorino Martín (con quien rompió sus relaciones), se placeó como novillero por plazas de la serranía madrileña y como no lo ayudaban a dar el salto a plazas importantes se marchó a México donde toreó mucho y tomó la alternativa en 1995. Le costó a su regreso a España hacerse figura, hasta su consagración a finales de los años 90 del pasado siglo. Siete puertas grandes en la Monumental de Las Ventas dan medida de su importancia, sin contar otros triunfos en los cosos de más categoría. En la actualidad, lleva varias temporadas alejado de muchos de ellos, contentándose con hacer el paseíllo en apenas diez festejos al año.

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Tomás, en plena acción | Archivo

Eso sí: cobrando por encima de quienes incluso encabezan el escalafón. Alrededor de medio millón de euros por corrida, incluso algo más en alguna plaza de postín. En "La México" su cotización última se eleva a millón doscientos mil euros la tarde. Un millón percibió en 2011 en Aguascalientes el día que estuvo a punto de perder la vida en el ruedo, perder una pierna o quedarse cojo. Le hicieron una transfusión de siete litros de sangre y puede asegurarse que estuvo más cerca del más allá. Al año siguiente le pagaron en Nimes un millón de euros también por lidiar seis toros. Corrida para la historia pues cortó once orejas, un rabo e indultó a uno de sus enemigos. El patrimonio que ha atesorado desde hace cerca de veinte años lo administra uno de sus tres hermanos, Andrés, en tanto otro atiende un centro de fisioterapia en Estepona, adonde José Tomás fijó su residencia a finales de la década de los 90.

Fue en 2003 cuando acompañado de un amigo, Javier, que atendía la cafetería de Carrefour en dicha localidad de la Costa del Sol, conoció a una belleza morena que llevaba trabajando tres años en Foto Lab, tienda de dicho mercado dedicada a la venta de objetos fotográficos como su denominación indica. La timidez innata del millonario y misterioso torero parece que no hizo presencia en aquellos momentos. Se quedó prendado de la joven y ésta, a su vez, no menos cautivada por la personalidad del diestro. Pasado cierto tiempo intensificaron sus contactos al punto de que ella, de quien sólo sabemos su nombre, Isabel, decidió separarse de su marido, apellidado Hernáez. Lo que ignoramos es si su matrimonio ya iba mal –que sería lo más probable, aventuramos- y la amistad con el torero pudo o no determinar aquella ruptura. El caso es que Isabel, dos años menor que él, se fue a vivir con José Tomás. Y así llevan desde entonces.

El 1 de noviembre de 2011 les nació un varón, bautizado como el felicísimo papá, quien ya saben tiene nombre compuesto, siendo sus apellidos Román Martín. Las antiguas compañeras de la vendedora de máquinas fotográficas la definieron como muy trabajadora, sencilla, abierta, con algo de genio. No le adjudicaron manías de grandeza, ni avaricia por el dinero ni por la popularidad que disfruta él, considerándola desinteresada completamente. Es alta, estilizada y forma con su amor una buena pareja. Nunca va a verlo torear y cuando se enteró del gravísimo percance antes mencionado en Aguascalientes voló con la madre del matador a México para estar en el hospital mientras iba desapareciendo el riesgo de muerte. Apenas los han fotografiado juntos, salvo en un par de homenajes que le tributaron al torero.

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José Tomás en Aguascalientes | Archivo

Hacen una vida poco social en Estepona y se pasan muchas horas sin salir del chalé. Por las mañanas, José Tomás da largos paseos por la playa, torea de salón si no hay mirones, monta en bicicleta, camina y si puede juega al fútbol, con una camiseta que lleva en el dorsal el número 7, su puesto favorito, de interior. Es hombre metódico, muy responsabilizado en su profesión. Mantiene una Fundación que lleva su nombre, dedicada a la igualdad de género, a la defensa de las mujeres maltratadas; también apoya otros proyectos sociales, pero nunca quiere que se den a conocer las frecuentes ayudas que ofrece a gentes necesitadas. Grande corazón el suyo. Huye de acontecimientos sociales y sólo acude a los que considera imprescindibles para recoger algún trofeo. Es torero atípico que no lleva medallas al cuello ni capillitas ni velas ni estampas, por lo que no reza antes de salir para la plaza como hacen todos sus compañeros. Firma autógrafos, mas mantiene distancias con los informadores: no admite entrevistas desde 1999 y si ha aparecido alguna lo era con carácter extraordinario y ocasional.

Lo que no entienden los aficionados es que rehúya las plazas importantes, aunque se respete su decisión de que no televisen las corridas en que toma parte. Una figura como él que ha revolucionado el toreo tan sólo se anuncia como mucho una decena de tardes, sin que quiera competir con las que encabezan el escalafón. Eso no acaba de entenderse en el planeta taurino, pero así lo ha decidido él y nada ni nadie han conseguido que cambie de opinión, de vida y de costumbres. Apenas si se relaciona con otros toreros fuera del ruedo. Tiene admiradores de la talla de Vargas Llosa, o de Joaquín Sabina, que le compuso la canción "De purísima y oro". No brinda a nadie un toro, ni siquiera al Rey emérito la otra tarde en el coso donostiarra. A día de hoy en la presente temporada sólo se ha vestido de luces cuatro tardes: en Jerez de la Frontera, Alicante, Huelva y San Sebastián. Tiene sólo dos más anunciadas: la del 4 de septiembre en Valladolid, festival en recuerdo de Víctor Barrio, trágicamente muerto en Teruel, y cinco días después en la feria de la capital pucelana. Después, se ignora si dará o no por concluida su etapa de este año, aunque suele ir en invierno a México, país que adora y donde también es correspondido con afecto y admiración.

Y el misterio seguirá rodeando a José Tomás. Lo saludé una vez fugazmente y otra lo escuché muy atento en el bar Chicote de la madrileña Gran Vía, una mañana en la que afirmó tajantemente que, aunque "Manolete" siempre fue su ídolo consideraba que su toreo nada tiene que ver con el "Monstruo" cordobés. Pero la verticalidad, el estatismo, el valor frío, sereno y su inconmensurable arte, mano izquierda en acción prodigando naturales, han convertido al de Galapagar en la mayor figura del toreo de los últimos dos decenios.

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