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Maribel Verdú, diecisiete años de felicidad junto a Pedro Larrañaga

Comenzó anunciando en televisión una marca de preservativos.

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Maribel Verdú | Cordon Press

Cumple Maribel Verdú cuarenta y seis años este domingo 2 de octubre. Los últimos diecisiete compartidos con su marido, Pedro Larrañaga (hijo de Carlos y María Luisa Merlo), que es productor teatral y con el que la actriz madrileña ha encontrado la estabilidad que buscaba. Si en su primera época era el cine lo que ocupaba sus preferencias, sin renunciar a la pantalla ha venido dedicándose a la escena en las últimas temporadas, precisamente para participar en los proyectos de su esposo.

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Maribel Verdú y Pedro Larrañaga | Cordon Press

Soñadora en su adolescencia, cuando quería ser una especie de Jaclyn en aquella serie de la televisión norteamericana, Los ángeles de Charlie, Maribel Verdú tuvo la comprensión de su madre, que había trabajado como modelo, para iniciarse como aspirante a actriz. A muy temprana edad, aún adolescente, anunciaba una marca de profilácticos en un spot televisivo compartido por Pedro Ruiz, en el que éste hacía de cliente en una farmacia en la que despachaba aquella. Recordaba el conocido fotógrafo César Lucas que la madre de Maribel le instaba para ver la forma de que su niña fuera portada de alguna revista. Su entrada en el cine se produjo a los quince años, después de que en 1984 la descubriera Vicente Aranda para la televisión en El crimen del capitán Sánchez. Pronto tuvo la nueva Lolita del cine español ocasión de lucir sus encantos en títulos tan notables en la gran pantalla como 27 horas, El año de las luces, La estanquera de Vallecas, El aire de un crimen… En 1988 Antonio Giménez-Rico la eligió para encabezar el reparto de Soldadito español. Director y actriz se enamoraron y aunque él estaba casado fue pareja de Maribel Verdú durante un tiempo, en la frontera de su mayoría de edad. O bien fueron muy discretos o los reporteros de la época ignorantes de aquel idilio, más lo cierto es que no trascendió a las páginas de las revistas del corazón y sólo mucho tiempo después se habló de ello, ya como anécdota. Antonio, excelente realizador, muy querido en su profesión y entre los informadores, ejerció cerca de la jovencísima actriz como una especie de Pygmalión y ella, cual esponja, supo aprender cuanto le enseñaba su enamorado, en términos de cultura y por supuesto de técnicas cinematográficas. Hasta logró que, en contra de su voluntad, aceptara cantar boleros (poseo una cassette de esa banda sonora donde ella versiona clásicas piezas del género con más voluntad que acierto) en una comedia cinematográfica titulada Tres palabras, que Giménez-Rico filmó en 1993.

Para entonces, Maribel Verdú ya era una espabilada actriz no sólo con encanto, con esa sensualidad que traspasaba la pantalla, sino con verdadero talento interpretativo, como demostraría a partir de 1990 cuando Vicente Aranda la tuvo a sus órdenes en una película de gran recorrido comercial: Amantes. Allí rivalizó con una más veterana Victoria Abril, en un mano a mano sorprendente. No vamos aquí a analizar su abundante filmografía, añadiendo únicamente algunos otros títulos sobresalientes: Belle époque, Huevos de oro, Canción de cuna (donde aportaba otros registros hasta entonces desconocidos), La buena estrella… Sobre este último trabajo, en el personaje de una mujer de la calle, embarazada, a la que auxilia un bondadoso carnicero cuando un tipo vulgar la está apaleando, la actriz confesaría: "Ha sido el papel más difícil de los que llevo interpretados. Puse el alma en ese trabajo tan duro para mí, teniendo que contenerme pues yo tiendo a menudo hacia la gesticulación y la desmesura". Sincera declaración, desde luego. En el teatro y en la televisión ha dejado asimismo muestras impecables de su gran capacidad interpretativa. Y en la pantalla hay que recordar que es la actriz que más veces ha estado seleccionada para los Goyas, nada menos que en una decena de ocasiones, consiguiendo dos de ellos. Tiene, bajo su aspecto de seductora nata, un fuerte carácter que, a veces, le es imposible dominar. Le ocurrió con Pedro Masó en cierta ocasión, y juró no volver más a trabajar con quien era entonces no sólo un prolífico realizador sino un productor poderoso en la industria cinematográfica. Y también salió trasquilada cuando la dirigió Rafael Moreno Alba en El beso del sueño. Harta de los gritos e imprecaciones que le dirigía, se fue del rodaje por las buenas y estuvo varios días en paradero desconocido.

Su romance con Giménez-Rico se extinguió a finales de 1989. Maribel Verdú confesaba haberse enamorado de verdad sólo de tres hombres, aunque reconocía asimismo haber tenido relaciones con unos cuantos más, sin especificar quiénes, ni cuanto tiempo. El primero, queda dicho fue Antonio, el citado director. El segundo sería un afamado tenista, el catalán Emilio Sánchez-Vicario. Los continuos desplazamientos de uno y otra, él de cancha en cancha y ella de rodaje en rodaje, imposibilitaron una sólida unión duradera. De esos otros amores fugaces, vivió uno a partir de un viaje a Nueva York, con el hijo de la Duquesa de Alba, Cayetano Martínez de Irujo. Aquello sucedió en 1992. El tercero de esos hombres que más huella dejaron en Maribel fue Pablo Hernández, un joven operador de cámara. Se conocieron en el rodaje de la antes mencionada cinta Tres palabras. Fue una prolongada convivencia que duró varios años. Y que también acabó por razones que nunca la actriz ha querido comentar jamás, ya que siempre se ha mantenido con la boca cerrada ante los periodistas del cuore.

Amiga de Amparo Larrañaga, con quien congenió en seguida durante el rodaje de Canción de cuna y de su hermano Luis Merlo, con el que asimismo se llevó siempre estupendamente, conoció un día a Pedro Larrañaga, hermano también de los citados. Pertenecían a la misma generación, a igual profesión. No les fue difícil simpatizar al poco tiempo de conocerse. Pedro ha demostrado tener cualidades suficientes para desarrollar un trabajo nada fácil: el de productor teatral. No se le conocen ni escándalos ni nada que distraiga su dedicación al teatro, a imaginar nuevos estrenos tras documentarse de cuanto se estrena en otras capitales europeas. Montó una productora en cooperativa y le ha ido bien en sus negocios. Se le ha visto siempre muy enamorado de Maribel. Ésta, en una de sus escasas declaraciones de tipo personal, no vaciló en señalarlo como "el hombre de mi vida". Y así parece ser toda vez que ha encontrado la estabilidad a su lado durante los diecisiete años que llevan casados, onomástica que celebraron no hace muchas semanas.

En el último mes de agosto Maribel Verdú ha permanecido ensayando en Madrid en la sede de los Teatros del Canal su próximo estreno, Invencibles, que se dará a conocer a partir del 25 de octubre. Es una sátira de Torben Betts, autor británico, en donde presenta las relaciones entre personas de diferentes clases sociales y culturales. También tiene pendiente Maribel para un mes después otro estreno, el de la película El faro de las orcas, que rodó en la Patagonia. Interpreta el personaje de la madre de un niño autista. Asimismo ha protagonizado otro filme, Abracadabra, con el mismo director de la galardonada Blancanieves, Pablo Berger, en donde hace de una mujer de barrio, una choni adicta a comprar compulsivamente en los mercadillos de barrio. Casada con un hombre del que se dice ha sido abducido por unos espíritus, decide consultar a un experto. Curiosa, Maribel quiso antes de rodar esa última escena, acudir por iniciativa propia a un especialista en hipnosis, sometiéndose a una sesión de la que, en palabras de la actriz salió "flipando, completamente alucinada". Este drama cómico, como lo califica su director, aunque suene a oxímoron, llegará a nuestras pantallas el año próximo. Contado lo cual, está claro que Maribel Verdú no padece, afortunadamente, ninguna crisis laboral.

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