El 7 de febrero se cumplen diez años del acontecimiento más triste de la vida de Letizia Ortiz.
Érika Ortiz Rocasolano, su hermana pequeña, apareció muerta en el domicilio de Valdebernardo, Vicálvaro, propiedad de la Reina, cuando apenas contaba 31 años. Tenía una hija, Carla, ahora adolescente.
La autopsia reveló que la muerte sobrevino por una parada cardiorrespiratoria tras ingerir pastillas, posiblemente tranquilizantes. En la habitación se descubrió un bote vacío, envases de plástico de medicamentos en la basura y varias notas escritas a mano que estaban dirigidas a su familia.
La familia Ortiz Rocasolano decidió entonces desaparecer del mapa de los medios de comunicación, salvo ocasiones puntuales, siendo las más mediática Telma Ortiz, la otra hermana de Letizia (precisamente una de las que con más ahínco buscan la privacidad) y su tía Henar, que hace pocos días volvió a exculparse del intento de venta de unas supuestas fotografías de la primera boda de Letizia.
Erika, afectada todavía por su divorcio del escultor Antonio Vigo, y pese a que había rehecho su vida profesional y sentimental, no pudo soportar la presión mediática de que su hermana se convirtieran en princesa. Había estado de baja por estrés y ansiedad y el día que fue encontrada muerta tenía que haberse reincorporado al trabajo.
El impacto de la desaparición de su hermana marcó la vida de Letizia para siempre.