Finalizaba la década de los 70, tan apasionante. Y una tarde me encontré en un cóctel, a poco de instalarse en España tras un largo autoexilio en París, con el aristócrata y escritor José Luis de Vilallonga. Su personalidad era evidente; con el tiempo, al tratarlo resultaba ser lo que su tercera y última esposa, Begoña Aranguren denominó "un diamante en falso". Me interesa aquí únicamente recordarlo por la mujer con quien entonces compartía su existencia, Syliane Stella. Alta, rubia, con un cuerpo digno de admiración. En pocos meses apareció con frecuencia en las revistas del corazón. Daba la impresión que sólo servía de florero como acompañante de su distinguido y elegante marido. Pero al compartir con ella un rato de conversación dábase uno cuenta de su cortesía, el interés que ponía siempre con su interlocutor aunque acabara de conocerlo: afable, sencilla, y con ese toque "chic" de las mujeres de mundo, que han viajado mucho, que se han relacionado con grandes personalidades. Un suave acento francés la ha acompañado siempre, a pesar de residir ya casi cuarenta años en España. Acaba de enviudar apenas hace tres semanas. Mantiene un excelente aspecto físico a una edad que no he logrado saber, pero que sitúo alrededor de los setenta años. Muy bien llevados, insisto, tras una vida llena de emociones, lujo, desencuentros sentimentales…
Syliane Stella Morell figura en su pasaporte como nacida en Argel, de padre italiano y madre francesa. Vivió en dos o tres países antes de que la familia se instalara en Montecarlo. Fue allí donde se reencontró con un antiguo compañero de colegio, que resultó ser dueño de la segunda fortuna del Principado, después de la familia Grimaldi: Michel Pastor, hijo de Gildo, un empresario italiano de la construcción que tuvo la feliz idea de comprar unos grandes terrenos en Mónaco donde edificó un montón de viviendas de lujo y apartamentos. Vilallonga lo consideraba un mafioso, apostrofándolo como "rey sin corona". Con una fortuna que a su muerte, no hace muchos años se estimaba en veinte mil millones de euros. Syliane se enamoró de Michel Pastor, casándose a principio de los años 70. Tuvieron un hijo, Fabrizio. Aquel magnate de las finanzas y las inmobiliarias estaba por lo visto más interesado en sus negocios que en atender a su mujer, y ésta, encontrándose invitada en el Festival de Cannes conoció a José Luis de Vilallonga. Pocos le ganaban en galanura al marqués de Castellvell, de Castellmeyá, barón de Segur, de Maldá y Maldanell, y por si fuera poco Grande de España. Seductor nato, de amena conversación, atrajo rápidamente a Syliane.
A las cuarenta y ocho horas contraían matrimonio. Michel Pastor no daba crédito ante tamaña reacción. Transcurría 1974 y los recién casados acabaron viviendo en París donde el marqués tenía montada su vida profesional desde hacía tiempo, colaborando en varias revistas, publicando novelas y hasta "haciendo de negro" del dramaturgo Marcel Achard. Amén de que de vez en cuando lo llamaban como figurante de lujo o actor secundario en alguna importante película. Al parecer las autoridades franquistas no lo autorizaban a volver a España, por cuanto escribió contra el régimen, Franco y su propia familia, en particular el marqués de Villaverde, del que dijo verdaderas barbaridades. Pero muerto el general y llegada la Transición, los Vilallonga se instalaron en Madrid, en un elegante piso alquilado entre María de Molina y el paseo de la Castellana, donde los entrevisté por primera vez. Presentaba a su mujer como "la estupenda señora de Vilallonga". Me confesó ella que no querían hacer mucha vida social; preferían seguir con sus costumbres de invitar en casa a unos amigos para almorzar o cenar. No obstante, la pareja acabó siendo objetivo de los reporteros "del cuore" allá donde se hallaran. Coincidí con ellos en una mesa del hotel Meliá-Castilla durante un evento gastronómico en el que disfrutamos de un menú preparado por el mítico Juan Mari Arzac. Grata velada compartida con el actor italiano Ugo Tognazzi y su mujer, y allí pude comprobar el don de gentes que adornaba a Syliane. El marqués publicaba un artículo semanal en La Vanguardia y sobre todo en Interviú y otras revistas del grupo.
Estando un día con su amigo, el veterano periodista Enrique Meneses, urdieron un reportaje en el que figuraría semidesnuda Syliane, quien por su naturaleza liberal, aceptó aquel envite. Seguro también que en la creencia de que por ello cobrarían un buen pellizco de aquella empresa de Antonio Asensio. La España de los años 80 ya no podía escandalizarse tanto porque se desnudara la mujer de un aristócrata, Grande de España, pero aquella revista circuló de mano en mano en muchas elegantes mansiones, seguro que también en el Palacio de la Zarzuela. El Rey don Juan Carlos conocía de sobra a Vilallonga. Se habían encontrado varios veranos en Palma de Mallorca. Una amiga íntima de hacía tiempo del Soberano, que a su vez mantenía buena relación con el marqués, parece ser hizo de intermediaria, o al menos influyó para que don Juan Carlos, que siempre se había negado a ello, aceptara que Vilallonga mantuviera varias conversaciones con él para publicar una biografía. Ello dio mucho prestigio literario, periodístico y social al escritor. Syliane vivió unos años compartiendo el éxito de su marido y a su vez, dirigiendo la edición en español de la revista Vogue. No le era ajeno el tema, pues había sido modelo, lo mismo que decoradora. Siempre tuvo muy buen gusto y elegancia. Y hasta apareció en una de las secuencias de la saga cinematográfica de Luis García Berlanga, la que siguió a Escopeta Nacional.
En la vida del matrimonio Vilallonga se instaló, como si fuera un adosado si se nos permite la broma, Fabrizio, el hijo del primer matrimonio de Syliane. Un chico listo, espabilado, al que José Luis quiso tanto, que lo trataba como descendiente propio, iba con él a todas partes, incluso desbancando en muchos actos sociales a su madre. El joven se adueñó casi completamente de las decisiones de su padrastro, lo que corrobora Begoña Aranguren en su libro sobre el marqués. Al punto que hasta manejaba las finanzas –escasas, desde luego- del escritor. Y en aquel hogar de tres quizás sobraba alguien, como luego ocurrió en el matrimonio con Begoña. Fabrizio, autoritario, mandaba en la casa. Y esa parece ser fue la razón principal por la que un día, discutieron una vez más madre e hijo y Syliane optó por abandonar el hogar y en consecuencia dejar a su marido con dos palmos de narices. El divorcio lo firmaron en 1985. A partir de entonces los insultos, imprecaciones, ataques verbales y disputas cruzadas abundaron en la historia de esa deshecha pareja, habituales –cada uno por su lado- de programas del corazón, como Tómbola. El marqués y su ex se acostumbraron a extender la mano y cobrar sustanciosas exclusivas por contar vulgaridades y secretos de su relación matrimonial. Él la acusaba de mantener un romance con un amigo común, y ella retrucaba que fue todo por culpa de las constantes intromisiones de Fabrizio.
Aquel amigo al que se refería José Luis de Vilallonga se llamaba Jorge Bascones, era pintor y, efectivamente, frecuentaba a la pareja. No ocultaba él a sus amistades que admiraba mucho a Syliane. Roto su matrimonio con el marqués tras veintiún años de unión, estaba claro que Bascones iba a aprovechar la ocasión. Pero antes sucedió una inesperada circunstancia: la enfermedad del marqués, víctima de un cáncer de garganta. Firmó la paz con su ex esposa y se fue a vivir a Puerto Andratx. Syliane le procuró un apartamento al lado de su vivienda para seguir de cerca su tratamiento médico. Jorge Bascones lo acompañaba también, dándole ánimos. Las últimas palabras que brotaron de los labios de José Luis, antes de morir en 2007, fueron éstas: "¡Te quiero, Syliane!". Para entonces, desde dos años antes, ella ya estaba casada con el pintor mallorquín. La vida de ambos nada tenía que ver con el lujo que Syliane disfrutó con el primer marido, o la vida agitada, llena de "glamour" al lado del aristócrata escritor. Ella abrió una tienda de regalos, donde se vendían los cuadros que pintaba Jorge. El 21 de abril, encontrándose en Montecarlo con su hijo Fabrizio, al que había ido a visitar para estar unos días con la segunda mujer de éste, Cristina Frontera y sus cuatro hijos, Syliane recibió una alarmante llamada desde su casa mallorquina de Puerto Andratx. Jorge Bascones había muerto a consecuencia de una infortunada caída en la vivienda que ocupaban. Inmediatamente Fabrizio dispuso alquilar un avión privado y junto a su mujer acompañó a Syliane en un viaje urgente para llegar cuanto antes a Palma de Mallorca. Enlutada, muy triste, manifestó sentirse completamente destrozada. Su inmediato futuro aún no lo ha decidido: o bien se quedará en Puerto Andratx o volverá a Montecarlo. Lo cierto es que su fascinante historia se cierra de momento con este dramático capítulo.