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Concha Piquer, la única cantante que se negó a complacer a Franco

No la trató bien el Régimen franquista, multándola en más de una ocasión. No se metía en política, pero no comulgaba con aquella dictadura.

No la trató bien el Régimen franquista, multándola en más de una ocasión. No se metía en política, pero no comulgaba con aquella dictadura.
Concha Piquer | Archivo

Fuera de su dedicación a la caza y a la pesca de salmones, que eran sus distracciones favoritas como es harto sabido, poco se sabe de los ratos que dedicaba al ocio; si acaso los ratos en los que pintaba acuarelas o al óleo, o viendo en televisión retransmisiones deportivas o determinados espacios de noticias o de evasión. Francisco Franco, anterior Jefe del Estado durante cuatro décadas, nunca iba al teatro, tampoco al cine (disponía de una sala en el Palacio de El Pardo, donde le proyectaban estrenos muy seleccionados). En cuanto a sus aficiones musicales, tenía cierta predilección por la ópera Marina, y alguna otra pieza de zarzuela. Y poco más.

Únicamente cada año, llegado el 18 de julio, asistía en los jardines del Palacio de La Granja (Segovia) a una recepción al Cuerpo Diplomático seguida de una gala artística en la que junto a algunas figuras de la danza y la música clásica tomaban parte nuestras más populares artistas de la canción española. Su favorita era Juanita Reina. Ella misma me contó: "Canté para el Caudillo durante quince años, en aquella fiesta, y antes recuerdo haberlo hecho en el Palacio de Oriente y alguna vez en El Pardo. Franco solía detenerse ante mí, después de saludar a otros artistas, para decirme: 'Te seguimos, Juanita…' Y yo me emocionaba, claro. También yo le gustaba mucho a doña Carmen, con mis coplas, quien el día que me casé me mandó una pieza única de catálogo, como regalo. Decían que yo me parecía físicamente a su hija Carmencita la que una vez que le canté Los churumbeles me dijo que le encantaba y que a ver si podía remitirle la letra". Franco también contemplaba con deleite las películas de Juanita Reina: Lola la piconera, La Lola se va a los Puertos

Rival de Juanita Reina, dueña entre los años 40 y 60 de una gran voz, era Concha Piquer, anterior a ella por edad y carrera profesional, quien en la historia de la copla está considerada la mejor. No la trató bien el Régimen franquista, multándola en más de una ocasión. No se metía en política, pero no comulgaba con aquella dictadura (todo lo contrario a lo que ha publicado un poeta mal informado e ignorante de cuanto fue esta gran estrella). Pero tuvo que acudir dos veces a cantar ante Franco, la última en 1953, y otra en una cacería, donde interpretó la mejor de las coplas de la historia del género, "Ojos verdes". Retiróse a cambiar de vestido y descansar la artista cuando ante ella llegó el Jefe de la Casa Civil de Su Excelencia, Fuertes de Villavicencio: "Que ha dicho el Caudillo que si puede volver a cantar "Ojos verdes". Y Conchita Piquer, con una templanza que ninguna de sus colegas hubiera tenido, respondió: "Dígale que en este precioso momento me dispongo a merendar y que si quiere escucharme de nuevo en esa canción le reservaré un palco en el teatro donde actúo y no tendré inconveniente en complacerle". Ya nunca más la invitaron desde el Palacio de El Pardo.

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Juanito Valderrama fue más condescendiente y se avino a cantarle a Franco una copla que le encantaba: El emigrante. El cantaor, me confió lo que le dijo el Jefe del Estado: "Lo felicito porque eso que usted canta es muy patriótico". Y me añadía: "No comprendía Franco que "El emigrante" era casi una premonición de la canción protesta que vino mucho después, pues significaba en la letra la desdicha de muchos españoles que tenían que emigrar en aquellos años 50 porque en España no había trabajo para ellos". Se hallaba junto a Juanito Valderrama en aquella cacería el tenor donostiarra Luis Mariano, quien con su familia, desde su Irún natal, hubo de exiliarse en Francia hasta que gracias a sus portentosas cualidades vocales llegó a ser "el rey de la opereta" en el teatro Châtelet, de París. Le comentó a Juanito que a él, cuando iba a actuar para un Jefe de Estado solían sentarlo a su lado. "Pero aquí es distinto con Franco", le respondió el cantaor.

Tenía no obstante Luis Mariano una fuerte personalidad y se atrevió en una posterior recepción tras cantarle un 18 de julio en La Granja a pedirle que le permitieran a sus progenitores regresar a España, pues no disponían de pasaporte, al haber huido hacia la frontera francesa con lo puesto, en plena guerra civil. Pocos, tal vez ninguno de los artistas que actuaban ante él, tuvieron la osadía de solicitarle algo parecido. Pero, comprensivo, sabedor de que Luis Mariano nunca quiso aceptar la ciudadanía francesa, como muchas veces se lo propusieron, y siguió proclamando su españolidad, lo complació autorizándo a sus padres a que pudieran regresar a Irún, debidamente acreditados como españoles también.

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Quien nunca dejó de atender las invitaciones para cantar en el Palacio de la Granja fue Lola Flores, que no dejó de sentirse franquista hasta la médula (como después, proclamada la Monarquía de nuevo en España fue devota juancarlista de todo corazón) y en su casa, en lugar preferente, colocó una fotografía autografiada con dedicatoria a La Faraona. En una ocasión, llegado el momento en el que Franco pasaba a su lado, Lola Flores se puso a llorar como una Magdalena "por efectos de la emoción al verlo y porque yo estaba embarazada de mi segundo hijo". Y en esa situación, el Caudillo le dijo, llamándola por el diminutivo de su nombre: "Pero, ¿por qué lloras, Lolita? ¡Si tú eres la alegría de todos…! Si acaso, quien debería llorar sería yo, que estoy lleno siempre de problemas…". Lola Flores, por cierto, estando ante las cámaras de televisión se dirigió a la entonces primera dama, doña Carmen Polo de Franco, llamándola "La generalísima", lo que a éste le provocó una espontánea carcajada.

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Tenía también Carmen Sevilla en su domicilio una fotografía de Francisco Franco saludándola, con una amplia sonrisa (lo que en él no era muy habitual) en tanto la estrella portando una canastilla de flores le correspondía con su risueño y bello semblante. Le pedí a ella que me contara algo sobre aquel instante en el que el oportuno fotógrafo tomó semejante imagen: "Franco se rió mucho conmigo cuando al decirle previamente que yo había estado en Egipto en los días de la guerra del Canal, me pidió que le relatara aquella experiencia. Y por la forma con la que se lo conté, debí hacerle mucha gracia y no pudo contener esa risa que se advierte en la foto". También Carmen Sevilla era otra de las favoritas del Generalísimo, y le entretenían mucho sus películas.

Otro de los artistas que iba con gusto a cantar ante Franco era Antonio Molina. Armado de valor, tras interpretar 'Soy minero' y 'Cocinero, cocinero', le preguntó a Franco si podía pedirle un favor. Asintió éste y lo que le solicitó el cantaor malagueño fue una licencia de importación para hacerse con un "haiga" americano, que no era fácil conseguir ni siquiera teniendo millones. Franco, lo dirigió al Ministro de Industria y Comercio, el señor Arburúa, que no tuvo más remedio que hacer realidad aquel deseo del creador de "Adiós mi España querida".

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Posiblemente no iba contento a actuar en los jardines de La Granja el gran humorista Miguel Gila, cada 18 de julio en que era convocado. Sus ideas izquierdistas no eran desconocidas en el entorno del organizador de aquella fiesta, Fuertes de Villavicencio. Pero Gila era, a finales de aquellos años 50, el cómico más popular, que además, por lo visto, le hacía mucha gracia a doña Carmen Polo. Haciendo de tripas corazón, como comentaría ya en tiempos de la Transición, Gila llegaba a la plataforma desde donde debía actuar, y ante el Jefe del Estado y sus ilustres invitados, soltaba aquello, vestido de "guripa": "¿Oiga, es el enemigo? ¡Que se ponga…! Y Franco se reía con aquellos monólogos del inolvidable Gila, quien contaba que había estado en la cárcel y al cumplir su condena salió a la calle y gritó: "¡Libre, estoy libre!, instante en el que un peatón se le subió encima, porque no había encontrado disponible un taxi.

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