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Los padres de Miguel Bosé tuvieron que casarse por la Iglesia para complacer a Franco

Se casaron muy enamorados el uno del otro, sólo que no por la Iglesia, que era lo tradicional entonces en España.

Se casaron muy enamorados el uno del otro, sólo que no por la Iglesia, que era lo tradicional entonces en España.
Luis Miguel Dominguín y Lucía Bosé | Cordon Press

Luis Miguel Dominguín y Lucía Bosé se habían conocido en Madrid en el otoño de 1954. Fue en la embajada de Cuba donde se celebró un cóctel al que asistieron ambos, por separado, junto a muchas personalidades de la vida social. El matador de toros madrileño, seductor nato, "le echó el ojo" nada más verla y consiguió que se la presentara el productor cinematográfico Manuel J. Goyanes (descubridor luego de Marisol y, fugazmente, su suegro) porque la había contratado como protagonista de Muerte de un ciclista, película en la que tuvo de galán a Alberto Closas. Curiosamente, la estrella italiana, rival en su país de bellezas como Gina Lollobrígida, Gianna María Canale, Eleonora Rossi-Drago y Silvana Mangano, ya había sido advertida al saber que viajaba a España por alguien que sabía de las andanzas del diestro: "¡Cuidado con el torero…!".

Por entonces, quien había sido su novio, el galán Walter Chiari, andaba embelesado con Ava Gardner. Y, para no hacer larga esta introducción, llegaría a decirse que Lucía Bosé matrimonió con Luis Miguel a los seis meses de conocerse no sólo por el tesón de éste en llevarla cuanto antes al lecho, sino por una reacción muy femenina: él llevaba también cierto tiempo acostándose con Ava Gardner, quien como se advierte jugaba a varias barajas en el amor. Y para vengarse por celos de Walter Chiari le dio el sí al torero cuando pronunció la palabra boda. Desde luego, esa deducción no supone que ella no estuviera atraída por su galanteador. Se casaron muy enamorados el uno del otro, sólo que no por la Iglesia, que era lo tradicional entonces en España. Viajaron a los Estados Unidos y el 1 de marzo de 1955 se convirtieron en marido y mujer en ceremonia civil, que no tenía valor alguno en nuestro país donde, desde que en 1939 se iniciara el gobierno de Francisco Franco quedaron derogadas las leyes de la II República, donde sí existían tanto las bodas civiles como el divorcio.

No se difundieron imágenes de aquel enlace y tampoco la noticia tuvo mayor difusión. De regreso a Madrid, donde el matador de toros tenía una vivienda en el elegante barrio de El Viso, los recién casados empezar a notar cierto distanciamiento de muchos personajes que frecuentaba Luis Miguel Dominguín, puesto que a Lucía Bosé apenas le había dado tiempo en ese medio año que llevaba en la capital de España a labrarse muchas amistades. Al buzón del correo de la casa de Dominguín llegaban menos invitaciones a cócteles, cenas, reuniones sociales y hasta cacerías. En estas, el anfitrión solía ser el Jefe del Estado, a quien le resultaba muy simpático Luis Miguel. Éste, con su carácter extravertido, le contaba incluso chistes que circulaban sobre el propio Caudillo, lo que nadie se atrevía a hacer, si excluimos a su hermana Pilar.

Pero Luis Miguel daba la impresión de poseer una bula especial para conversar con Franco como si fuera con un vecino. Hasta le habló un día de Picasso y creyó comprender que quizás no tendría problemas el gran pintor exiliado en caso de que le apeteciera regresar a su Málaga natal. Pero, a lo que íbamos: Luis Miguel Dominguín y Lucía Bosé iban siendo silenciosa, diplomáticamente, apartados de esa llamada "buena sociedad madrileña", que no toleraba compartir cualquier sarao con quienes no habían sido bendecidos por la Santa Madre Iglesia en católica unión. Y alguien del círculo cercano al torero se lo hizo saber ya sin ninguna duda: ni a Franco, ni a su esposa, ni a quienes iban a las cacerías les gustaba la presencia de Luis Miguel y mucho menos "la italiana", como llamaban despectivamente a la bella actriz, su mujer.

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A Luis Miguel Dominguín, en cierto modo, esa conducta de aristócratas, burgueses, empresarios que habían dado "el pelotazo" al ganar la guerra los suyos, los franquistas, le traía al pairo. Su altanería estaba por encima de tales convenciones sociales. Pero Lucía Bosé se sentía muy desplazada en Madrid, sola, apenas sin amistades y, sobre todo, despreciada, como si fuera una cualquiera. Y su marido ya no tuvo más remedio que pasar por el aro. Celebraron la boda religiosa el 16 de octubre de aquel mismo año de la civil, 1955. En "Villa Paz", la finca que Dominguín poseía en el término conquense de Saelices. Y a partir de entonces ya pudieron asistir a toda clase de eventos. En la siguiente cacería a la que fue el Jefe del Estado felicitó sonriente a la pareja, prodigándose en elogios hacia la belleza de Lucía, actitud en él infrecuente con las mujeres, a las que en general sólo prodigaba saludos meramente corteses.

Aquel año de ambas ceremonias nupciales fue feliz para los dos, que estrenarían más tarde un inmenso chalé en la entonces casi deshabitada zona de Somosaguas, lindando con la madrileña Casa de Campo. El 3 de abril de 1958 vino al mundo su primogénito, Miguel. Luego, la familia se completó con Lucía y Paola. Hasta que en 1967, harta de que su esposo, al que llamaba "el torero" si no estaba delante, le pusiera los cuernos –nada más apropiado en un matador– decidió romper definitivamente con él. Parece que Luis Miguel "se hizo el sordo" y no creía que su mujer iba a echarlo de casa. Pero así fue. Como él se negara a abandonar el nido matrimonial, Lucía Bosé dirigió su mirada hacia una de las escopetas que solía usar aquel en sus cacerías, dispuesta a utilizarla si fuera precioso. Como no era cuestión de convertir aquello en un drama cruento Luis Miguel Dominguín se marchó. En el futuro, además de su antiguo piso de soltero, se hizo con otro para convivir con su prima Ana María Gutiérrez González (Mariví Dominguín), su amante durante cerca de un decenio, que alternó con otras conquistas femeninas.

En los últimos años de su vida, Luis Miguel Dominguín compartía su existencia con una sobrina del Fundador de la Falange, Rosario Primo de Rivera, elegante dama de acendradas virtudes cristianas, que juzgaba "vivir en pecado" con el torero, razón por la que le instaba a conseguir la separación legal, el divorcio y si fuera posible la nulidad de su matrimonio con Lucía Bosé. Pero ésta se encerró en este único comentario: "Me casé para toda la vida". Tuvo que morir Luis Miguel sin complacer a Rosario. Y entonces, Lucía Bosé quedó oficialmente declarada como viuda. De los amores de ella, fuera del matrimonio, poco se sabe, pues siempre fue mujer discreta. Sólo, que uno sepa, se contó que Manolo, el organista de Los Bravos, estaba locamente enamorado de Lucía, con quien tuvo varios encuentros sobre todo en Roma, pero ella no estaba dispuesta a convivir con él. A poco de casarse el músico, perdió a su mujer a las pocas semanas en trágico accidente de automóvil en Mallorca. Días más tarde se quitaba la vida con una escopeta.

¿Influyó sólo el peso de la culpabilidad en tal infortunio o también sentirse desairado por Lucía Bosé? La actriz, muy independiente, conoció a un influyente compatriota pero transcurridos los años siempre se ha mantenido soltera, e incluso viviendo en soledad mucho tiempo en el chalé de Somosaguas y en la localidad de Brieva. La reciente muerte de su nieta Bimba la ha acercado más a su hija mayor, Lucía. Con Paola, que vive con su hermana en Valencia, y con Miguel, siempre se ha llevado bien, incluso mejor. Y con el paso de los años, un personaje tan popular entre las nuevas generaciones como es Miguel Bosé resulta que ha superado en popularidad a sus progenitores, al punto que Luis Miguel y Lucía Bosé hace tiempo que aparecían en los medios de comunicación como "los padres del famoso cantante".

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