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La amiga de Tita Cervera que se forró vendiendo sus fotos desnuda

Nueva entrega de los que se forraron con las exclusivas del corazón (III). 

Nueva entrega de los que se forraron con las exclusivas del corazón (III). 
Tita Cervera | Archivo

En ese trasiego de compraventa de intimidades que aparecen en la prensa rosa se suceden traiciones como las que padeció la entonces Miss Europa y actriz ocasional, Carmen Cervera, pocos años antes de que se convirtiera, por matrimonio, en baronesa Thyssen. Descansaba en su chalé de la Costa Brava situado en San Feliú de Guíxols, adonde había invitado a una amiga, que aparecía de vez en cuando en películas eróticas, a quien llamaremos P. Hacía calor, se encontraban en la piscina y hallándose en sus dominios nada podía extrañar que Carmen se bañara en pelotas. Momento que aprovechó P para ir a por una cámara fotográfica y tomar algunas instantáneas, se supone que con la aprobación de la anfitriona. Un detalle importante: estaba embarazada de su hijo Borja. Tres de aquellas fotografías acabaron en la mesa del director de Interviú, semanario que satisfizo tres millones de pesetas por publicarlas en un número del año 1980. Se supone que quien los cobró fue P. Carmen Cervera, sintiéndose vilmente engañada demandó a la revista, y ésta perdió la causa. No era la primera vez, desde luego, que había aparecido, aunque sólo de cintura para arriba, mostrando sus senos en la portada de dicha publicación. Un reportaje gráfico que a espaldas de ella le había realizado su entonces marido (que luego resultó era bígamo) Espartaco Santoni. Pero para mayor disgusto el que ya siendo viuda del barón, Carmen Thyssen se llevó en 2013 cuando Interviú volvió a reproducir aquellas imágenes de su embarazo, con la pueril excuso de felicitarla en su setenta cumpleaños. De nuevo demandó al semanario, sin que hasta ahora sepamos cuál fue el dictamen del juez.

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La portada de Interviú | Archivo

Los desnudos de personajes conocidos siempre han sido muy valorados por la revista citada, normalmente con el consentimiento de ellos. No tengo ahora mismo la lista de los mejor pagados, pero probablemente fueran los de Marta Sánchez, quien al contemplar un reportaje que le habían hecho a escondidas, donde salía poco favorecida, consintió en posar para un fotógrafo de Interviú a cambio de cincuenta millones de pesetas. Cuando aquellas fotografías vieron la luz pública, causaron sensación: aparecía la cantante "en traje de Eva", en todo su esplendor, cuyo "póster" en las páginas centrales fue a parar a muchas cabinas de camioneros, siempre atentos a decorarlas con calendarios de bellezas en porretas.

Ana Obregón tuvo momentos de plenitud apareciendo en "top-less", a cambio de ocho millones de pesetas. En otras ocasiones fue su "ex", el muy espabilado falso conde Lecquio, quien aprendió pronto a ganar "pasta" sólo con posar o decir algunas banalidades sobre su vida íntima. Lo más sonado fue cuando se encamó con Mar Flores, otra que tal vendiendo sus intimidades. Dicen que por aquel reportaje se pagaron veinticinco millones de "pelas", con una parte provechosa para quien ejerció de vendedor, Coto Matamoros. Documento gráfico realizado en Roma, metidos en la cama, que salió publicado justo en los días que aún Mar Flores sesteaba en el yate del naviero "Fefé", quien se sintió más que engañado, coronado. Este Alessandro Lecquio había llegado a Madrid a finales de los años 90 con su entonces mujer Antonia Dell´Atte, que tanto juego daría también. Procedían de Polonia: allí él tenía un pequeño cargo en la Fiat. En Madrid fue contratado como adjunto del presidente de Fiat Ibérica. Entre que él no cumplió las expectativas y que pronto apareció en su vida Ana Obregón, fue despedido de la empresa y ya se buscó muy bien la vida con las exclusivas. Amén de que ésta le sufragó el montaje de un gimnasio en la madrileña calle de Serrano. En pleno tórrido romance con la Obregón dejó a su esposa y a su hijo Clemente, pasándoles mensualmente cien mil pesetas. Y la tigresa que siempre fue Antonia optó por vender a buen precio sus apariciones televisivas sobre todo. Aunque llegara a un convenio con su infiel marido, acordando dejar en 25.000 pesetas la pensión para alimentar al niño. Tiempo más tarde Ana Obregón echó de su casa de la Moraleja al frescales del falso conde, quien se consoló inmediatamente con la azafata Silvia Tinao. Y los componentes de ese triángulo continuaron viviendo del cuento a base de más exclusivas, contando sus penas y amoríos. Uno de ellos, fugaz, con Sofía Mazagatos, le supuso a Lecquio un talón de cuatro millones y medio de "cucas", y quizás no compartió nada con ella, aparte de sus encuentros íntimos. Lo chusco es que envió a un secretario que tenía él a una revista, Diez Minutos, a cobrar cuatro millones por una de tantas exclusivas. Y del secretario nunca se supo. (Ni del talón, naturalmente). ¡De risa! El falso conde se subía por las paredes.

Y, a todo esto ¿saben quién fue una de las pioneras en aparecer en cueros en una revista? María José Cantudo cobró seiscientas mil pesetas por ello, teniendo además el honor de haber sido la primera en ofrecer un desnudo frontal en su película La trastienda. Los seis millones que percibió Lola Flores por mostrar su todavía apetitosa anatomía tuvieron un prólogo de vodevil. Firmó un contrato con un directivo de Interviú en una de cuyas cláusulas se decía que ella tendría la potestad de defenderse diciendo que no eran fotos consentidas, sino robadas. El autor del reportaje, un gallego divertido llamado José Manuel Otero, ducho en las lides de los buenos "paparazzi" me contó que lo hizo en la piscina del chalé que "La Faraaona" tenía en Marbella. Y que de fotos a traición, nada de nada. Lo que vendió Lola se vio en el juicio que tuvo con Hacienda, saliendo a relucir todos sus trapicheos con la prensa del corazón. Nadie le ha ganado aún en ese terreno. Y su hija Lolita, en épocas flacas cuando no se comía una rosca con sus discos ni la contrataba nadie, pues "hacía caja" a cambio, por ejemplo, de lavar, echarle polvos de talco en el culito y vestir a su recién nacida hija ante un reportero de la revista Semana. Yo mismo le llevé un cheque por valor de ochocientas mil pesetas. Si coincido un día con su hija le diré que fui de los primeros en verla desnuda… de bebé. En cuanto se encontraba a un periodista del corazón, su entonces marido, Guillermo Furiase (creo que está pasando por malos momentos en Argentina) le proponía alguna idea que sirviera para publicar. Poniendo siempre "el cazo", naturalmente.

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Obregón y Micky Molina | Cordon Press

Caraduras, o mejor dicho "caraduros" ha habido unos cuantos. Micky Molina (además de ser pillado en falta cierta madrugada en su coche, amartelado con la Obregón, por no entrar en otros detalles de aquella situación) se le dio muy bien cobrar de las revistas cuando estuvo casado con Lydia Bosch: diez millones de pesetas por aparecer sonrientes junto a su retoño. Esta guapa catalana, quien por cierto se apellida en realidad Boqueras, que trastocó en Bosh por sugerencia de Chicho Ibáñez Serrador, ha tenido mala suerte con sus maridos: despotricó al separarse del hijo de Antonio Molina y volvió a tropezar con parecida piedra al divorciarse de un arquitecto. Cuando la conocí era una joven encantadora que ni se imaginaba verse como protagonista en el cine y en las revistas. Otra pareja apasionada que terminó tirándose los trastos a la cabeza fue la formada por Eva Cobo, que tantas ocasiones ha intentado relanzar su carrera, y el ahora político de Ciudadanos, el valenciano de voz grave y adusto gesto, Toni Cantó, quienes tuvieron una hija, y ella aceptó posar desnuda a cambio de dos milloncetes. La historia de Bibi Andersen, actualmente reciclada en Bibiana Fernández tiene su miga. Pues cuando era Manolo Fernández Chica y tenía, bien dotado, sus atributos masculinos le hicieron unas fotos muy ilustrativas. Que años después fueron a parar a Interviú, que las publicó. Más adelante, operada, siendo ya mujer, aceptaría posar muy orgullosa de su cuerpo serrano. El contrato fue de veinte millones de "rubias"…. Y la devolución de aquel testimonio gráfico de sus tiempos de macho. Que no sabemos si conserva.

Las bodas han sido otro gran recurso para que los novios pudieran hacer frente a los gastos del enlace y tener "cash" por un tiempo. Pero no crean que sólo venden exclusivas los de la farándula, que yo tuve que escribir la crónica nupcial de un bisnieto de don Antonio Maura, prócer de la política, con otra descendiente, con "pedigree", de la aristocracia madrileña, a quienes Semana pagó un buen dinero por invitarnos a la ceremonia. Y contarla, claro. Gonzalo de Borbón fue otro que, sin importarle ser nieto del rey Alfonso XIII, y primo hermano de don Juan Carlos, "trincó" lo suyo, estando a dos velas, por sus dos bodorrios, uno con Carmen Harto, en México, sin validez, y otro con una modelo valenciana, que al divorciarse lo puso a parir, contando miserias familiares. Falsas nupcias fueron las que anunció a bombo y platillo la difunta Sara Montiel, que no estaba en la fila del paro precisamente, pregonando que iba a casarse con Giancarlo Viola (Giancarlo del Duca en las películas que rodó con la manchega), pero Lecturas se lo creyó y le regaló diez millones de pesetas. El tal Viola estaba casado y nunca pretendió divorciarse de su mujer, una señora gorda que por poco se muere de risa al leer lo que contaba Saritísima. Quien reincidió pero esta vez casándose en un juzgado de un pueblo madrileño, con un cubano muy rarito, del que acabó divorciándose al poco tiempo, tras ingresar en su cuenta unas cuantas transferencias bancarias de varias revistas. El feliz y fugaz marido también beneficióse de aquella pantomima, que rentabilizó en La Habana con sus allegados.

Norma Duval vivió unos años considerada algo así como musa de la prensa rosa, de la que nunca se quejó, cobrando sus buenos duros, luego euros. La conocí cuando participó en el concurso de Miss Madrid y se la conocía simplemente como Purita Martín. Sólo por la exclusiva de su boda en París con el bueno de Marc Ostarcevic (que en los últimos tiempos ya está muy lejos de su apostura, y parece cuidarse poco) se metieron en el bote siete millones de pesetas, pagadas religiosamente por "Edubank", que es como llamaban en la profesión al anterior director de ¡Hola!, Eduardo Sánchez Junco. También Massiel pertenece a ese club de los que pasaron por caja de la administración de ¡Hola!. Primero cuando nació su hijo Aitor en Londres, fotos que hizo su hermano Emilio, por valor de un millón de pesetas. Y estando aún legalmente casada con el doctor Luis Recatero (el divorcio tardaba lo suyo) se fue a casar a México con el infortunado Pablo Lizcano, peculiar e interesante entrevistador (luego pareja de Rosa Montero) teniendo un testigo de excepción: el Nobel Gabriel García Márquez. Podríamos continuar dándoles la lata con toda esta gente que se ha forrado con las revistas, pero por hoy lo dejamos ya. Desde luego los hoy famosetes como Belén Esteban pueden sentirse también miembros de ese mencionado club.

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