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Rosa Belmonte

El tamaño de la lucha

Me gusta la gente que se pelea por idioteces. Y no por pasiones desatadas o por meterse de todo.

Me gusta la gente que se pelea por idioteces. Y no por pasiones desatadas o por meterse de todo.
Chabelita y Agustín Pantoja | Cordon Press

Dormir con un perro es mejor que dormir con un hombre. No sé si Chabelita y Agustín Pantoja pensarán lo mismo, pero dejaron de hablarse tras pelearse por quién dormía con Pupi. A mí de todo lo que dijo en la entrevista de la semana pasada en Lecturas es lo único a lo que sigo dando vueltas: "Mi tío y yo nos dejamos de hablar durante 9 meses por una tontería. Recuerdo que yo me quería llevar a Pupi, la perra, a dormir conmigo y él me dijo que no, que se la iba a llevar él. Yo le dije que me la iba a llevar yo y punto, eso fue". Así fue, podía haber zanjado la historieta tomando en vano la canción de su madre.

Me gusta la gente que se pelea por idioteces. Y no por pasiones desatadas o por meterse de todo. Eso les pasó a Verlaine y Rimbaud. Este, que había escrito una carta con poemas al otro, se instaló en París en casa de Verlaine con su mujer embarazada. Rimbaud empezó a darle al opio y Verlaine lo mandó a su casa. Volvió, se liaron y se fueron a Londres. Verlaine huyó más tarde a Bruselas. Rimbaud le siguió y, borracho, Verlaine le pegó un tiro a Rimbaud en la muñeca. Uno fue a prisión y el otro a una granja para escribir ‘Una temporada en el infierno’. Si Chabelita supiera escribir podría haber escrito algo sobre Cantora. Sobre esos momentos en el sofá viendo telenovelas de Nova. El infierno de Rimbaud es un spa al lado de eso.

Pero lo suyo es una trifulca tonta. Como la de Luis Cernuda con los Altolaguirre, especialmente con Concha Méndez. El poeta era amiguísimo del matrimonio, hasta le buscaron un departamento en el mismo edificio donde ellos vivían. Y comían juntos todos los días. Cuando en 1936 se publicó ‘La realidad y el deseo’ dieron una fiesta. Hasta murió en 1963 en casa de Concha Méndez en México. Se habían vuelto a encontrar en 1952, pero en medio no se hablaron. Cuenta Concha Méndez en sus memorias que fue porque Cernuda pidió a Concha un juego de maletas cuando lo nombraron Agregado Cultural en la Embajada de París. Concha le dio el menos bueno de los que tenía y eso Cernuda, que sabía de la existencia del otro, se lo tomó muy mal. Sería un poeta sublime, pero también un poco gilipollas. Maletas o perro, qué más da.

Nunca hemos tenido muy claro que pasó entre Olivia de Havilland y Joan Fontaine. "Me casé la primera, gané un Oscar la primera, tuve un hijo la primera. Si me muero estará furiosa porque otra vez le habré ganado", dijo Fontaine. Se murió la primera y Olivia se mostró "conmocionada y entristecida".

Una de las cosas chifladas que Fontaine reprochaba a su hermana es que de pequeña la aterrorizaba leyéndole la Crucifixión. "La quería mucho de niña", dijo Olivia. También le rompió la clavícula. En 1941 llegaría ‘Sospecha’. Y el Oscar que Olivia no había ganado por ‘Lo que el viento se llevó’. Una hermana estaba nominada por ‘Sospecha’ y la otra por ‘Si no amaneciera’. Estaban en la misma mesa (entonces en los Oscar había mesas como en los Globos de Oro) y Ginger Rogers anunció que la ganadora era Fontaine. "Pensé que mi hermana iba a saltar sobre la mesa y agarrarme del pelo", contó en sus memorias ‘No Bed of Roses’ (1978). Olivia de Havilland siempre ha dicho que ese libro no tiene ni una pizca de verdad.

Sea cual sea la verdad, lo de Olivia leyendo la Crucifixión a Joan me parece lo mejor y lo más parecido a lo del perro de Chabelita y Agustín Pantoja. Por ser lo más idiota. Y como Mark Twain escribió, lo importante en la lucha no es el tamaño del perro sino el tamaño de la lucha en el perro.

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