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El frío erotismo de Catherine Deneuve (y lo que pasó esa noche con Brigitte Bardot)

Tres amores marcaron su vida, un sólo matrimonio y dos hijas. Ahora cumple 75 años. 

Tres amores marcaron su vida, un sólo matrimonio y dos hijas. Ahora cumple 75 años. 
Catherine Deneuve | Cordon Press

Catherine Deneuve, esa dama del cinema galo considerada por cuantos periodistas la hemos entrevistado tanto fría como misteriosa, cumple años. Setenta y cinco, exactamente. Cifra redonda, en este 22 de octubre. Suele decirse en el mundo del espectáculo que, a esa edad, ya no hay papeles para una mujer, máxime siendo estrella. Pero Catherine es una de esas excepciones del mundo cinematográfico, puesto que continúa en activo, con varios proyectos y sin perder su cotización, ni tampoco buena parte del atractivo físico que siempre lució. Su última película se estrenó en España a finales de agosto: Dos mujeres. Historia de una mujer de vida muy personal, individualista, que a la edad más o menos de la propia actriz llega a la conclusión de que es hora de firmar la pipa de la paz, reconciliándose con una persona a la que agravió en el pasado. Algunos aspectos de esa Beatriz interpretada por Catherine Deneuve tienen algo que ver con ella misma.

En una de las dos entrevistas que le hice, Catherine se confesó así conmigo: "Soy más instintiva que reflexiva. Puede que sea antipática para muchos, pero lo que no soporto es estar constantemente perseguida por los "paparazzi" o responder a preguntas sobre mi vida privada. Eso puede que les interese a las actrices que empiezan. A mí, ya no".

O sea que si queremos escribir sobre su vida íntima hemos de investigar asuntos que, desde luego, por el tiempo transcurrido, ya no creo puedan ser motivo de su enojo. Por ejemplo, la primera vez que se enamoró de verdad contando diecisiete años: de Roger Vadim, quien fuera uno de los más personales directores del cine francés de los años 50 y 60. Vadim, que solía influir bastante en sus parejas, intentó que Catherine venciera su constante timidez. Quiso hacer de ella una mujer más abierta y para que llamara más la atención la convencería para cambiar el color de sus cabellos, castaños, en rubios. Se quisieron un tiempo y tuvieron un hijo, Christian. La pareja tarifó un día y Roger Vadim, en sus memorias, explicó que su joven compañera era demasiado mimada a la vez que dura y agresiva. Y como no la soportaba, lo dejaron. Hay una divertida anécdota que también reveló él en su autobiografía: la noche helada en una estación de esquí cuando Roger y Catherine ocupaban una habitación del cercano hotel y ya en la cama se les presentó, de repente, la mismísima Brigitte Bardot, que había sido un anterior descubrimiento de Vadim, con quien estuvo casada. B.B., sin dar importancia a su aparición, sabiendo por supuesto que su "ex" convivía con la Deneuve, los invitó a compartir con ella unas botellas que llevaba. Brindó el trío, cogieron una gran cogorza y celebraron aquel encuentro que parecía ser la escena perfecta de un vodevil. Cosas de los franceses… Vadim no nos reveló si hubo o no un "mènage a trois".

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Con Mastroianni en los 70 | Gtres

Jacques Demy fue, sin embargo, el realizador que mejor comprendió a Catherine Deneuve en sus principios como actriz al dirigirla en Los paraguas de Cherburgo, el año 1964 y tres años más tarde en Las señoritas de Rochefort. Tiempo en el que sufrió un doloroso suceso, cuando su hermana, Françoise Dorleac, falleció en París en un desgraciado accidente de coche. Las dos hermanas eran inseparables. Catherine había adoptado el apellido Deneuve. Entre medias de ambos filmes se puso a las órdenes de Roman Polanski para protagonizar Repulsión, en el papel de una mujer llena de obsesiones sexuales. Para que pudiera dar de sí cuanto albergara en ella de facultades dramáticas, Polanski, perro viejo en saberes femeninos, vigiló a Catherine, aconsejándola que no tuviera relaciones carnales con nadie. Parecerá una intromisión excesiva, pero al parecer ella le hizo caso.

Llevaba ya una estimable carrera cinematográfica cuando Luis Buñuel la eligió en 1967 para Bella de jour, donde supo establecer la diferencia interpretativa de una mujer de doble personalidad, dama irreprochable y en una mismo día, a otras horas, casquivana y promiscua. El genio de Calanda quedó tan satisfecho de ella que volvió a solicitarla ante las cámaras como protagonista de Tristana, que se rodó en Toledo y marcó brillantemente la biografía cinematográfica de la actriz francesa. Lo anecdótico es que, al principio, cuando el productor propuso a Buñuel el nombre de Catherine en la primera de las cintas mencionadas, el aragonés se mostró algo reacio a contratarla.

François Truffaut, había sido amante de Françoise Dorleac y luego asimismo de Catherine. Dos hermanas unidas por el amor al mismo hombre, aquel crítico implacable de Cahiers du Cinema convertido después en uno de los pioneros de "la nouvelle vague". Dirigió a la Deneuve en La sirena del Mississipi y en El último metro. Por esa época, Catherine convivía con un fotógrafo británico, David Bailey, con quien había contraído matrimonio en 1965. La única boda que celebró la actriz en su vida. Un desastre, pues se dijeron adiós en 1972. Ella no quería esforzarse en hablar con él en inglés, y él nunca quiso aprender la lengua de Moliére. O sea, los separó el idioma, aunque se amaran cinco años.

Todavía oficialmente casada con aquel fotógrafo Catherine conoció a Marcello Mastroianni, compañero suyo en Angustia de un querer, que en 1971 les dirigió Nadine Trintignant, la hija de Jean-Louis. Y de la ficción pasaron a mayores, después de cada día de rodaje. Cuatro años estuvieron juntos y alumbraron una niña, Chiara. En cierto modo, esos dos actores tenían algo en común: la frialdad de su carácter. Por eso se llevaron bien en ese periodo, aunque él, entre viajes a París y a Roma fue poco a poco olvidando a ambas. Chiara declaró, ya mayorcita, que no recordaba haber visto muchas veces juntos a sus padres.

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Catherine Deneuve, en la actualidad | Archivo

Hubo un tiempo a continuación en el que Catherine Deneuve se sintió muy atenta a la moda imperante, dejándose aconsejar por Yves Saint-Laurent, de quien luciría tanto en el cine como en la calle algunos de sus elegantes diseños. En fechas recientes ha dicho que no se ocupa demasiado en su físico, que apenas se maquilla y prácticamente lo que más veces utiliza es el lápiz de cejas. Lo cierto es que no ha dejado jamás de ser una dama elegante.

De las dos entrevistas que sostuve con ella recuerdo que me habló de su asco hacia los insectos. Entonces le insinué cómo sobrellevó aquella escenas oníricas de Repulsión, a lo que respondió así: "¡Oh, no!, aquello no tiene nada que ver con lo que yo siento hacia los insectos. Era una película llena de trucos, como puede suponerse. Lo de los insectos, no sé cómo decirle, es que los temo casi tanto como a la muerte".

¿Y a la vejez? ¿La teme? Catherine me decía entonces, hace ya tiempo: "Todavía no; algún día supongo que sí, pero como amo la vida pienso que me será más difícil envejecer". Todavía nos sigue pareciendo bella, a sus setenta y cinco otoños.

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