Menú

La escandalosa boda negociada de Onassis y Jackie Kennedy hace 50 años

La boda tuvo lugar en octubre de 1968. Todavía hoy figura como una de las más sorprendentes.

La boda tuvo lugar en octubre de 1968. Todavía hoy figura como una de las más sorprendentes.
Jackie y Aristóteles Onassis | Cordon Press

Cincuenta años se han cumplido de una de las más sorprendentes bodas que han existido en el mundo: la de quien fue viuda del Presidente John F. Kennedy, Jacqueline Bouvier de soltera, y el archimillonario naviero griego Aristóteles Onassis. Se celebró el 15 de octubre de 1968 en la isla de Skorpios, propiedad del novio. Las cláusulas de aquella boda merecerían figurar en un libro al alcance de cualquier pareja de enamorados. Porque, si bien ambos contrayentes aparecían felices y amartelados, en el trasfondo de aquel matrimonio existían unas condiciones no precisamente de tipo espiritual y afectivo. Siempre hubo enlaces por intereses dinásticos, según nos cuentan las páginas de la Antigua Historia, entre príncipes y reyes para ampliar sus dominios, desde tiempo inmemorial. Mas en época contemporánea cualquiera podía pensar que la unión entre Ari y Jackie no era sino un contrato de altísimo nivel protagonizado por dos seres deseosos de aumentar su poder y su prestigio social, la avaricia por el dinero y un futuro económico asegurado, la vanidad entre iguales disputándose fama e influencias, la batalla siempre por estar en la cima de los más poderosos del planeta. Los sentimientos, el amor mutuo, incluso la atracción física entre ambos, parecía quedar claramente en un segundo plano.

Aristóteles Onassis había nacido en 1900. Tras sobrevivir a la persecución de los griegos en Turquía emigró a Buenos Aires, trabajó entre otros empleos como camarero y telefonista antes de amasar una inmensa fortuna. Sus negocios navieros lo convirtieron en uno de los hombres más ricos del mundo. Se codeó con la "high society" y aunque no destacaba precisamente por su aspecto físico supo conquistar a un sinfín de mujeres, comenzando por una bailarina rusa de la compañía de Anna Paulova, una veterana cantante argentina de ópera, una nórdica muy parecida a Greta Garbo, una joven y rica heredera… Luego vendrían nombres de mujeres muy importantes, entre ellas Marilyn Monroe y Evita Perón con quienes si no llegaron a prolongar su romance alguna vez durmieron en el lecho del griego. Al menos, es lo que se dice sobre su leyenda seductora.

Contando cuarenta y siete años contrajo matrimonio con Tina Lívanos, de diecisiete. Dos grandes fortunas se fusionaron con tan impresionante boda. Dos hijos nacieron de aquel tortuoso enlace: Alejandro, que moriría muy joven en accidente aéreo, y Christina. Ambos se habían criado sin apenas educación paterna. Sus progenitores estaban siempre de viaje, pendientes de sus negocios y sus fiestas. Trece años más tarde Ari y Tina se divorciaron. Su convivencia ya era imposible porque entre otras cosas, Onassis ya llevaba un tiempo relacionado sexualmente con la diva de la ópera María Callas. Ésta se había ido con él dejando coronado de cuernos a su marido, el empresario Meneghini. La pasión del millonario se iba enfriando mediados los años 60, cuando en su mente comenzó a albergar el sueño de casarse nada menos que con Jacqueline Kennnedy.

Jacqueline Bouvier nació en 1929 en East Hampton, cerca de Long Island, Nueva York, en el seno de una acomodada familia que se enriqueció gracias al buen olfato del padre, avispado corredor de bolsa en Wall Street. Llegaron luego las vacas flacas con motivo de la Gran Depresión. Los Bouvier se divorciaron y Jackie y su hermana menor, Lee, vivieron con su madre una época menos feliz. En 1953 Jacqueline anunció su compromiso nupcial con un joven congresista de Massachusettes, al que había conocido en una cena en Washington: John F. Kennedy. Senador aquel año, John sería siete años más tarde el Presidente más joven de los Estados Unidos. Dos hijos alegraron aquel matrimonio, símbolo de la felicidad: John-John y Carolina. Aunque para nadie que estuviera al corriente de cuanto se cocía en la Casa Blanca era un secreto que el Presidente mantenía constantes relaciones extramatrimoniales. Un mujeriego al que no importaba incluso compartir amores con una misma mujer con su hermano Robert: Marilyn Monroe. Por supuesto que Jackie estaba al corriente de las trapisondas de su marido, incluso en algún dormitorio de la Casa Blanca. El asesinato de John F. Kennedy el 22 de noviembre de 1963, en el mismo automóvil en el que viajaba con Jackie, deshizo aquel matrimonio que, pese a las infidelidades del Presidente, su mujer no quiso jamás romper. Y se convirtió en la viuda de América.

jackie-kennedy-jfk.jpg
Jackie, en su boda con JFK | Cordon Press

Ya en su nueva vida tras aquel magnicidio que conmovió al mundo entero, Jacqueline se estableció en un apartamento de Nueva York, compartido con sus hijos, aún de corta edad, en la Quinta Avenida. Onassis la visitó cuando ya había transcurrido un tiempo prudente. Se conocían de cuando el naviero, sirviéndose de su amistad con Lee Radziwill, hermana de Jackie, la tuvo como invitada en su yate "Christina", siendo todavía la Primera Dama norteamericana. Y en los funerales del Presidente, Ari logró ser invitado, a pesar de que pendía sobre él una prohibición hacía un año para pisar los Estados Unidos. En el reencuentro con la viuda Kennedy Ari desplegó todos sus encantos para ir llevándola a su terreno. Tras aquella cita en la capital neoyorquina volvieron a verse en el apartamento que él poseía en París, en la avenida Foch. Celebraron una cena íntima; tanto es así que el propio Ari sirvió el ágape. Entre tanto, los Kennedy veían con malos ojos aquel acercamiento de Onassis hacia su cuñada. Pero el naviero no iba a desperdiciar aquella pieza y organizó otro crucero en el "Christina" donde todo hace suponer ya se encamó con su preciada conquista, en tanto su anterior amante, María Callas, sufría una gran depresión, al verse relegada, que la llevó a abandonar su carrera de celebérrima soprano mundial.

El asesinato de Bob Kennedy, a cuyas honras fúnebres esa vez no fue invitado Onassis, sí le sirvió a éste para estrechar sus lazos con Jacqueline, cuñada del político asesinado, quien era el que más se oponía a esas relaciones de ella con el millonario griego. Ari puso a disposición de su enamorada cuanto quisiera, en esos momentos trágicos para los Kennedy. Y como Onassis se había propuesto casarse con Jacqueline, creyendo que le convenía como negocio, tampoco le importó que su hija Christina se opusiera a la boda y hasta en una rabieta ésta matrimonió con Joseph Bolker, el primero de una serie de disparates nupciales.

Eran poco más de las cinco de la tarde del 20 de octubre de 1968 cuando Aristóteles Onassis se desposó con Jacqueline, antes Kennedy, de soltera Bouvier, que en adelante llevaría como apellido el de su riquísimo esposo. Escasos fueron los familiares desplazados hasta la isla de Skorpios: los dos hijos de cada uno de ellos. Ni Alejandro ni Christina Onassis disimulaban con gesto hosco lo que les irritaba aquel casorio, mientras que John-John y Carolina Kennedy se acordaban más que nunca de su fallecido progenitor. No pasaron muchos días sin que Jacqueline se enterara de que su flamante segundo esposo la dejaba sola, y él en París invitaba a cenar a María Callas, su antigua amante. Jacqueline asimismo estaba enfadada porque en el Vaticano consideraron que aquel matrimonio ortodoxo con Onassis la alejaba de sus creencias católicas, por lo que le impedían recibir ningún sacramento.

Lo que parecía un secreto se iría poco a poco desvelándose: las cláusulas de aquel matrimonio sorprendente. Un centenar, según se publicó. Una de ellas, que debían dormir en habitaciones separadas. Otra, que de ningún modo ninguno de los dos podía exigir al otro tener descendencia. Y en caso de que se divorciaran, ella tendría el derecho de percibir diez millones de dólares por año de convivencia. Evitamos otros acuerdos de tipo económico para no hacer farragoso este artículo.

Poco a poco Jacqueline Onassis fue convenciéndose de que aquel matrimonio era un desastre, un gran error. Porque a él parecía importarle poco lo desilusionada que estaba su mujer. Seguía Ari encontrándose con María Callas, como si ello le aportara momentos morbosos considerando que ya hacía tiempo que habían terminado sus amores. Y Jackie, que estaba al tanto de que le ponían los cuernos se desquitó en un rapto compulsivo para visitar las mejores tiendas y adquirir cuanto se le ocurriera; naturalmente géneros de primeras firmas, sobre todo vestidos, abrigos de pieles y joyas de alta gama. Como los "paparazzi" la perseguían a troche y moche, Jacqueline se metía en líos con demandas judiciales y abogados; las facturas de éstos enfurecían a Onassis. Y empezó a echar pestes de su mujer: ya no la aguantaba. La crisis del petróleo de 1973 alteró negativamente sus negocios. Su salud empezó a resquebrajarse. No sentía la más mínima atracción ya hacia Jackie: "Su belleza ya no vale los millones que parece", confió a un amigo.

jackie-kennedy-chic.jpg
Jackie Kennedy | Cordon Press

Diagnosticado como enfermo de una grave miastenia, dolorido por la trágica muerte de su hijo Alejandro, Aristóteles Onassis, notablemente envejecido, moriría en un hospital de París el sábado 15 de marzo de 1975, a los sesenta y nueve años. Pesaba sólo cuarenta kilos. Lo acompañó en sus últimos días su hija Christina. Jacqueline estaba en Nueva York y se informaba diariamente del transcurso de la grave enfermedad de su esposo. Hacía ya meses que vivían separados. Onassis, cuando todavía gozaba de lucidez, percibió que se había equivocado al creer que su boda con Jacqueline le iba a posibilitar entrar en el mundo de las grandes élites cercanas a la Casa Blanca. María Callas lloró amargamente la pérdida de quien siempre creyó había sido su grandísimo amor.

Aristóteles Onassis fue enterrado junto a la tumba de su hijo en la isla de Skorpios. En cuanto a Jacqueline, de acuerdo con las cláusulas matrimoniales debía recibir cien millones de dólares al fallecer su esposo. Pero la doble viuda hubo de contentarse con una pensión anual de doscientos cincuenta mil dólares. Jackie y Christina Onassis estuvieron a punto de pleitear. La razón le asistía a la primera, por lo que los abogados de la segunda le aconsejaron a ésta que le pagara a su madrastra veintiseis millones de dólares. Y así, Jackie quedó satisfecha. Siguió viviendo en Nueva York, ya dedicada con importante puesto en una editorial. Falleció con sesenta y cuatro años, víctima de un cáncer.

En Chic

    0
    comentarios