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El turbio pasado de Alain Delon, y la desgracia que se cebó con él

Alain Delon tuvo una infancia de lo más desgraciada. Ahora su hijo menor lo critica en un libro.

Alain Delon tuvo una infancia de lo más desgraciada. Ahora su hijo menor lo critica en un libro.
En Carco de muerte (1983) | Cordon Press

La fama, el abultado patrimonio que posee, no le han ahorrado a Alain Delon disgustos, conflictos con sus mujeres e hijos, sin que olvide tampoco su triste pasado de niño y jovencito conflictivo y solitario. Es la otra cara del mito del cine francés. Un guapo por fuera, atormentado en su interior. Su nombre está asociado en las últimas semanas al libro que ha escrito el menor de sus hijos, Alain Fabien, de veinticuatro años: De la race des seigneurs (De la raza de los señores). Donde entre otras lindezas pone a su progenitor de vuelta y media, o "a caer de un burro", como prefieran. Sus acusaciones van desde llamarlo padre despiadado y marido cruel, hasta aplicarle denuestos como machista, xenófobo, violento, que ha humillado a cuantos ha podido a su alrededor, dando palizas a su prole y a sus esposas y amantes. Que añada también ser fetichista o coleccionista de armas, ya importa poco o nada.

No es la primera vez, por lo visto, que Alain Fabien se mete con su padre, a lo que éste ya dijo en su día que acaso el chico precisaba dinero, lo obtuvo sin escrúpulos de alguna publicación, negando al mismo tiempo que las diatribas que le prodiga respondan a la realidad: "Yo jamás he pegado a un niño y desde luego a ninguna mujer". ¿Qué ocurre, que Alain Fabien sigue necesitado de "pasta gansa" y no encuentra otro medio que insultar gravemente al autor de sus días? Puede que ninguno de los dos sea precisamente inocente, aunque salvo los interesados y cercanos a la familia Delon pudieran pronunciarse al efecto, acerca de quién tiene más o menos razón en este episodio tan desagradable. Por un lado, Alain Fabien lamenta que sus padres no se ocuparan de su educación. La madre, Rosalie van Breemen, una actriz y escritora alemana, abandonó al actor y al chico y se fue con un amante.

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Alain Delon | Cordon Press

Entre tanto, Alain Delon rodaba una de sus películas en Roma y su hijo vivía en un apartamento. Recuerda éste que allí se sentía muy solo, y por otro lado rodeado de drogadictos. Eso lo arrastró a una vida descarriada, e irremisiblemente a la cárcel durante una temporada. La verdad es que no ha sido el único hijo que le ha dado problemas a Alain Delon, porque otro, Anthony, también le proporcionó no pocos quebraderos de cabeza. Ahora, este último cuenta cincuenta y cinco años y ya no aparece tanto en las revistas. Lo conocí en uno de sus viajes a Madrid, donde lo invitaron a un torneo de golf. Crucé un saludo con ánimo de mantener una entrevista, por breve que fuera. Y sólo conseguí cerciorarme de lo chulito y maleducado que era. Claro está, recordé, que también su padre era muy parecido, las veces que estuve a su lado cuando vino a rodar El sol rojo y El Zorro. Antipático, por mucho que lo haya escondido a veces tras su felina mirada y su hipócrita sonrisa. Aunque en general buen actor, lo reconozco. Nada tiene que ver la conducta personal con el talento artístico.

Alain Delon fue hijo único, nacido al oeste de París hace ahora ochenta y tres años. Su padre, de origen corso, regentaba un cine de barrio y su madre descendía de una familia argelina, de los llamados pied-noir. Alain tenía apenas cuatro años cuando sus progenitores se divorciaron. Entonces ninguno quiso hacerse cargo de él, quien acabó adoptado por una familia, hasta que con ocho años ya pasaba temporadas unas veces con el padre y otros con la madre. Falto de esa primaria educación paterna no es extraño que en los diversos internados que estuvo lo echaran con cajas destempladas. Era un chico solitario y rebelde. Tampoco cuando su madre se casó con un charcutero le resultó fácil la vida con el padrastro. Así es que, con la edad requerida, pudo alistarse como voluntario en la Marina, destinado a Saigón, durante la guerra de Indochina. A un tipo como él la disciplina castrense terminó por endurecerlo y eliminarle sus excesos. Y cuando regresó a París, en 1956, tuvo que ganarse la vida como camarero y descargador en el Mercado Central. Le gustaba la vida nocturna y en uno de los clubs que frecuentaba se hizo amigo del galán Jean- Claude Brialy. Fueron juntos, "por la cara", al Festival de Cine de Cannes. No pasó inadvertido Alain, al que propusieron hacerle unas pruebas ¡para irse a Hollywood! Pero por muy guapo que fuera, al no tener ni idea del idioma inglés, desestimó la idea, aunque le fue dando vueltas al asunto.

Dio la casualidad que un director francés, Yves Allégret, le propuso un papelito en la película que estaba preparando. Y así, de manera fortuita, sin que nunca hubiera albergado sueño alguno de convertirse en actor, inició lentamente una carrera que lo llevó a lo más alto de la cinematografía gala, desde aquellos inicios en 1957. Fue posteriormente un hombre tan refinado como Luchino Visconti, notorio homosexual, quien se prendó de los encantos masculinos del joven francés. Y así, Alain Delon figuró en el reparto de Rocco y sus hermanos, que fue su despegue hacia el éxito. Los rumores de que entre actor y director hubiera algo más que una relación profesional acompañaron siempre a Delon a la hora de rememorar su biografía. Que sepamos, él ni afirmaba ni negaba. ¿Eso quiere decir que fueron amantes? No, por supuesto. Mas al dar la callada por respuesta, dejaba en el aire lo que pudo o no pasar entre Visconti y él. El tiempo ha abonado la inequívoca sensación de que los hombres no han estado nunca entre sus preferencias; en cambio, él sí que ha significado bastante como icono de los gays. Filmes como A pleno sol, El Gatopardo, El silencio de un hoimbre (El samurai), El eclipse, El círculo rojo, Borsalino, La piscina... fueron imprescindibles en su meritoria filmografía, hasta el que es por ahora su último título, fechado en 2008, Astérix en los Juegos Olímpicos. También de vez en cuando se lució en algunas comedias teatrales, como la que lo emparejó, ese mismo último año citado, con Anouk Aimée. Pero desde entonces no ha querido ya saber nada de su profesión, instalado hace bastantes años en Suiza, porque el Fisco francés lo freía a elevados impuestos; la misma actitud que otros hicieron, casos del fallecido Charles Aznavour y Gérard Depardieu. No se entiende cómo el país galo, que tanto cuida a sus artistas se ensañe, a través de Hacienda, con los más preclaros, aunque ganen mucho.

La vida sentimental de Alain Delon, como puede suponerse, está presidida por frecuentes lances con mujeres. Pero únicamente citaremos las que de verdad dejaron huella en su apasionada existencia de impenitente seductor. La primera de ellas, Romy Schneider, a la que siempre se cita como aquella dulce y un tanto cursi Sissi, emperatriz austríaca. Su relación duró entre 1959 y 1963. Romy albergaba la ilusión de no separarse nunca de él, tal era la dependencia que tenía hacia Alain. Pero éste no era fácil de ser fiel a una sola mujer. Y la abandonó, dejando en ella un poso de tristeza, que tal vez no abandonó nunca hasta su dramática muerte, después de haber perdido a su hijo en muy duras circunstancias. Pero a pesar de aquella ruptura, Alain y Romy procuraron mantener intacta siquiera su amistad. El hijo de Romy lo tuvo con un relaciones públicas, Daniel Biassini. Antes de dejar a Romy, Alain ya se encamaba con una cantante "progre", la germana Nico, que tuvo un hijo en 1962 llamado Christian Aaron que el galán nunca quiso reconocer como propio. ¿Pensaría que Nico lo engañaba con otro? Luego, en 1968 se casó por primera vez con Nathalie Cánovas, una bella marroquí que adoptó para su carrera en el cine el apellido de su esposo, con quien tuvo un varón, Anthony.

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Alain Delon en el entierro de Mireille | Cordon Press

Nada más romper con Nathalie, Alain Delon se fue a vivir con la actriz Mireille Darc, con la que permaneció unido, que no casado, hasta 1982. Cuando hace año y pico murió Mireille, Alain asistió a su sepelio sensiblemente conmovido, con las lágrimas resbalándole por sus mejillas, mientras los fotógrafos testimoniaban ese instante. Fue, después de Romy, quizá la otra gran mujer de su vida. En cambio, no parece fuera tan feliz ni con la mentada Nathalie ni con la que hasta ahora fue su segunda esposa, que ya citamos al principio: Rosalie van Breemen. Su matrimonio duró desde 1987 hasta 2002. Tuvieron dos hios, Anouchka (que es la preferida del actor, la que ahora está más pendiente de él) y el ya citado Alain Fabien. Además de ese hijo que Alain nunca reconoció y que Nico aseguraba ser suyo, la prensa sensacionalista francesa ha contado en varias ocasiones las denuncias de algunas mujeres que aseguraban tener un hijo de Alain Delon. Es frecuente que tratándose de gente popular se les adjudique nacimientos que, de no probarse ahora con el ADN, carecen de autenticidad. El galán nunca ha hecho caso de esas elucubraciones.

Lejos, como decíamos, de la atención de los focos, Alain Delon lleva ahora una vida más tranquila, con su bello rostro ya algo deteriorado, los cabellos cenicientos, ajeno a cuanto se escribe o se dice de él y vigilando sus negocios. El reposo de uno de los actores más atractivos del cine europeo, que si en la vida real no es el déspota que pinta su hijo menor, si nos consta ser un hombre engreído, de mirada penetrante, que esconde para sí un pasado más que turbio. Nunca ha querido escribir sus memorias, pero otros sí han firmado biografías en las que si bien respaldado como actor no lo es tanto como persona.

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