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Las noches de discoteca de Rosanna Yanni con Espartaco Santoni, Gonzalo de Borbón...

La argentina Rosanna Yanni es otro de los múltiples mitos del destape español de la Transición.

La argentina Rosanna Yanni es otro de los múltiples mitos del destape español de la Transición.
Rosanna Yanni | Interviú

Rosanna Yanni pisó las calles madrileñas por primera vez a comienzos de los años 60. Procedía de Italia donde había trabajado como modelo. Era de nacionalidad argentina, nacida en Buenos Aires hace ochenta y un años, se llama en realidad Marta Susana Yanni Paxot y había iniciado sus pasos artísticos en el Teatro Nacional de su ciudad natal como corista. Al llegar a España no tenía ninguna experiencia cinematográfica pero un compatriota suyo, el periodista Hugo Ferrer, que trabajaba como relaciones públicas para varias productoras, le propuso debutar en la pantalla. Algo desconcertada, acabó aceptando y la emparejaron en 1963 con Arturo Fernández en Sol de verano, de Juan Bosch. Cuentan que entre los dos protagonistas hubo mucha química. Según refería Espartaco Santoni, Rosanna Yanni había arribado entre nosotros en compañía de un millonario.

El galán venezolano se encaprichó con la escultural argentina: una mujer de estatura elevada, mirada poderosa y sensual: "Jamás luché tanto para poseerla... Se resistía tenazmente... Era una distinguida y elegante señora". Como ambos frecuentaban la noche madrileña y entre las discotecas de moda una llamada "Carrusel", a espaldas de la Gran Vía, allí se vieron una velada y entre los dos ya no hubo dudas para irse a la cama, después de aquella primera ocasión en la que él batalló tanto: "No hizo esa vez ya falta de jugar a violentarla porque nos entregamos mutuamente. Era deliciosa y tenía una fuerza y un magnetismo entre dulce y cachondo, típico de la mujer argentina de sangre italiana". Aquellos encuentros amorosos de Santoni con Rosanna fueron escasos. Ella quiso volar más alto.

Yo la veía algunas madrugadas con un grupo de amigos, entre, los que se encontraba Gonzalo de Borbón, primo hermano de don Juan Carlos, en la discoteca a la que iban muy a menudo, "Piccadilly", situada frente al edificio de Torres Blancas, que estaba muy de moda. Espartaco Santoni contó que era don Alfonso de Borbón el depositario de esos amores con Rosanna. Si era así, ella jugaba a dos barajas con ambos hermanos. Me ratifico que al que veía más era a Gonzalo, impenitente noctívago y seductor, en tanto don Alfonso era más discreto, y como tal vivió su último gran amor con Mirta Miller. Los presentó precisamente Rosanna, quien ayudó mucho a Mirta al principio de radicarse en Madrid, al ser las dos argentinas y la introdujo en el cine por su amistad con varios productores.

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Rosanna, con Raphael y Luis Miguel Dominguín | Cordon Press

Tras su primera aparición en la pantalla, Rosanna Yanni llegó a intervenir en medio centenar de películas hasta el año 1980. Espacio de tiempo en el que mostró muchas veces su cuerpo serrano sin vestimenta alguna, en comedias frívolas y en cintas de terror, dirigida, respectivamente, por Jesús Franco y Paul Naschy (Jacinto Molina) en ese último género. Entre ellas: La marca del hoimbre lobo, Bésame, monstruo, El gran amor del conde Drácula... Su presencia en otras historias de carácter vodevilesco era en papeles de dama burguesa, sofisticada, donde si le era posible, además de aportar su llamativo físico, recurría a miradas, gestos burlones, que acentuaba con su manera de hablar. Era por ello más que belleza de películas eróticas una intérprete adecuada para esos filmes de dudosa calidad. El director José María Forqué fue el primero con quien rodó dobles versiones: es decir largometrajes con escenas que no se podían proyectar en España, desnuda, para el extranjero. No fue el único que se lo propuso y ella aceptó. La vi por vez primera en 1967 cuando en Colmenar Viejo, a veintiocho kilómetros de Madrid, interpretó uno de los papeles femeninos de Comanche blanco, cuyo protagonista era Joseph Cotten, al que entrevisté, hablándole entre otras cosas de Patricia Medina, su esposa, que era descendiente de canarios. Aquel gran actor, íntimo de Orson Welles, que lo eligió para un destacado coprotagonista en Ciudadano Kane, se pasaba las horas en aquel rodaje empinando el codo.

Hizo también Rosanna Yanni otro papel en Malenka, la sobrina dl vampiro, junto a Anita Ekberg, la voluptuosa rubia, con la que hizo buenas migas. Y a finales de 1972 se incorporó al rodaje de Las amazonas, que dirigió Terence Young. Fue allí donde Rosanna, después de una serie de ligues entre los que también recuerdo el que tuvo con Alain Delon, se enamoró perdidamente de un tipo rubio, de buena presencia que trabajaba de ayudante de dirección y montador: Johnny Dwyre. Con él se casó y tuvo dos hijas. En el resto de aquella década de los 70 todavía trabajó en comedietas de tres al cuarto: Matrimonio al desnudo, El adúltero, Madrid al desnudo... En La escopeta nacional Berlanga le proporcionó una corta pero divertida secuencia: entraba en el dormitorio de Luis Escobar, que oficiaba de marqués de Leguineche en la ficción, coleccionista de cabellos del pubis de mujeres. Y con absoluta desenvoltura, Rosanna se ofrecía, mostrando sus partes íntimas, para que el aristócrata, tijera en mano, aumentara aquel tesoro íntimo capilar.

Cansada de aquellas películas que la obligaban a los desnudos, y por otra parte feliz en su papel de esposa y madre, abandonó el cine en 1980, aunque reapareció fugazmente en 1997. Su definitivo adiós como actriz está fechado en 2002. Luego, en 2015, los organizadores del Festival de Cine de Terror de Sitges le organizaron un homenaje, concediéndole el premio Nosferatu, por su contribución a ese género, tan abundante en la cinematografía de nuestro país en esa época.

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