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El mal contado centenario de Miguel Gila y sus complicados amores

Las causas por las que Miguel Gila dejó España no fueron políticas, sino mucho más mundanas.

Las causas por las que Miguel Gila dejó España no fueron políticas, sino mucho más mundanas.
Gila y su primera esposa | Gtres

Los obituarios o reseñas de cumpleaños tienen de vez en cuando errores. Sin ir más lejos, este último domingo, pasado el mediodía, Radio Nacional de España ponía en boca de su locutor de turno en las noticias de Madrid que "se conmemoraba el centenario de Gila". ¿Se refería a la evocación de su muerte o a la de su nacimiento? Ni lo uno ni lo otro. Miguel Gila nació en Madrid, barrio de Tetuán, el 12 de marzo de 1919 (fecha que naturalmente corresponde a los cien años de su llegada al mundo), falleciendo el 13 de julio de 2001 (hace por lo tanto dieciocho años) en una clínica barcelonesa a la edad de ochenta y dos años, víctima de una grave enfermedad pulmonar. Padecía insuficiencia respiratoria y permaneció dos meses en el centro médico. Aún trabajaba en esos postreros tiempos de su vida y dejó pendiente una película con el director vasco Montxo Armendáriz y una serie de televisión acerca de personajes famosos que estaba proyectando junto a su gran amigo, Pedro Ruíz.

Miguel Gila fue un gran humorista. El vulgo suele confundir a los cómicos (denominación utilizada hace más de un siglo para todos los actores, en general), los cuentachistas, caricatos y cualquiera que se haya subido a un escenario para contar cosas divertidas o ahora aparezca en televisión para lo mismo. Gila creó unos monólogos, escritos por él, donde reflejaba la idiosincrasia de la sociedad española de su tiempo, sobre todo representados por tipos pueblerinos llenos de ternura. También escribió comedias, intervino como actor en algunas de ellas junto a sus grandes amigos, José Luis Ozores y Tony Leblanc, protagonizó varias películas e hizo "cameos" en otras, amén de dibujar "monos" que se publicaron en la inolvidable revista "La Codorniz" y en varios volúmenes. Fue el humorista total, nada que ver, con las excepciones que se quieran, de cuanto ocurre hoy en la farándula española. Tuvo una vida dramática, pagó caro su éxito, y atravesó desengaños amorosos que dejaron huellas en su accidentada existencia. Cierto es que también contribuyó y fue culpable de algunos de esos lances sentimentales.

Su madre lo tuvo con diecinueve años. El marido, ebanista, murió poco antes de que naciera Miguel, y aquella, Jesusa, volvió a casarse y ya hizo poco caso a su pequeño, pues tuvo cinco hijos más. Miguel crecería en el hogar de sus abuelos paternos. Tuvo varios empleos en su adolescencia y primera juventud: en una fábrica de chocolates y en un taller mecánico. Socialista, republicano, estuvo preso varios meses. Contaría después que fue fusilado pero que lo mataron mal. Su amigo, y conocido mío, el escritor Ángel Palomino, escribió ya en la época de la Transición que aquello era un cuento de Gila, una mentira. Y explicaba que tampoco, aunque fuera antifranquista, le fue mal en el régimen anterior, por mucha censura que padeciera, como todos: hasta al propio Jefe del Estado y a su esposa, doña Carmen Polo, le hacían gracias las ocurrencias de Miguel cuando actuaba en la fiesta del 18 de julio en el Palacio de la Granja, en el aniversario del comienzo de la guerra civil. Tuvo que cumplir cuatro años de servicio militar, después de la guerra, como también tantos otros soldados, fuera ello o no injusto, creemos que sí. Y lo destinaron a Zamora, donde colaboraba en una emisora de radio y en un periódico, de filiación falangista ambos medios. Se enamoró de la hija de los dueños de la pensión donde habitada y se casó con ella. Una maestra nacional. Era el año 1944. Se aseguraba así el sustento. Parece que no estaba enamorado de aquella zamorana.

El humorista se asentó en Madrid a comienzos del decenio de los 50. Fue cuando Gila, además de colaborar en La Codorniz presentó por primera vez un monólogo en el teatro Fontalba, de la Gran Vía madrileña, de una manera tan original que la prensa destacó su sorprendente presencia en el escenario, interrumpiendo la presentación que del espectáculo hacía el actor Fernando Sancho. Era el 24 de agosto de 1951 cuando Miguel Gila entró al foso del mentado teatro y a través de la concha del apuntador sorprendió al público portando una bolsa que contenía un uniforme militar al tiempo que exhibía un fusil de juguete. Y entonces fue cuando se puso a contar esas ocurrencias sobre la guerra que tanta popularidad le darían. El principio de una carrera que interrumpida a mitad de los años 60 para marcharse de España continuó en las décadas siguientes en Argentina y en otros países hispanos. En 1987 volvió a nuestro país y ya se quedó siempre hasta su definitivo adiós en 1981. Desde luego, como contaremos, no se marchó exiliado por problemas políticos. Cierto que no le gustaba la deriva franquista. Pero la verdadera razón de su marcha fue por un asunto más vulgar. Olvidándose de la maestra, su primera mujer, Miguel Gila se amancebó con la cantaora y bailaora flamenca Carmen Visuerte (La Gitana Rubia), de cuya convivencia nacieron dos hijos, Miguel y Carmen. Sólo reconoció al varón. La chica nunca comprendió el por qué su padre nunca quiso saber nada de ella. El caso es que la zamorana denunció a su marido, acusándolo de abandono de hogar. Y como tampoco Carmen Visuerte comprendía la vida que hacía Miguel, engañándola con otras, asimismo puso una denuncia. La policía investigó al humorista. El asunto pasó a un juez. Gila, que vivía en un piso alquilado en la madrileña calle de Carranza, fue desahuciado, a la vez que las taquillas de los teatros donde actuaba eran embargadas.

Esas fueron en realidad las causas por las que Miguel Gila abandonó España. Y no por cuestiones políticas. Que también, si hacemos caso a algunos de los hagiógrafos del cómico. Más por su ideología que por presiones. Lo demás, puede resumirse así: antes de su marcha, Miguel se había enamorado de una bailarina de su compañía, la atractiva actriz María Dolores Cabo. Era el año 1961. De ahí los celos justificados de la ya mentada Carmen Visuerte, atacada de un mal de cuernos. María Dolores ya no se separó nunca más de Miguel. Se casaron tres veces: una el Paraguay y otra en Las Vegas, sin ser legales tales ceremonias, y una tercera que sí lo fue en 1984 ante el cónsul de España en Buenos Aires. En 1979 habían sido padres de una niña, Malñena, a la que Miguel quería con locura. Instalado en Barcelona con su mujer e hija, Miguel Gila emprendió a partir de 1987 una última etapa donde hijos y nietos de quienes habían reído a mandíbula batiente sus monólogos repetían la misma sensación, con unas historietas que todavía circulan en programas de televisión y redes sociales, amén de los muchos libros que el genial humorista nos legó, como impagable testamento.

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