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Julieta Serrano, la "madre" de Almodóvar que siempre ha ocultado su vida íntima

Tan discreta ha sido Julieta Serrano que hubo falsas consideraciones sobre su vida privada.

Tan discreta ha sido Julieta Serrano que hubo falsas consideraciones sobre su vida privada.
Julieta Serrano | Cordon Press

Julieta Serrano ha sumado a sus actuales ochenta y seis años un reconocimiento más en su larga carrera artística por su papel en la última película de Pedro Almodóvar, Dolor y gloria, donde interpreta a la madre de un director cinematográfico, trasunto de la propia del realizador manchego. Y por tercera vez es también la "madre" ficticia de Antonio Banderas. El hito de una actriz catalana sensible, inteligente, sencilla que nunca ha querido que se conozcan detalles de su vida privada, ocultando por ejemplo los años que compartió con un destacado investigador cinematográfico, crítico, historiador y ocasional director. Tampoco quiso ser madre cuando pudo haberlo decidido. Ahora, sus días transcurren en soledad en la vivienda de un edificio a espaldas del madrileño teatro Español, teniendo como ilustre vecina a la nonagenaria y también legendaria actriz, muy amiga suya, Berta Riaza, de la que cuida cuanto puede y además, administra sus bienes.

Es la interesante historia de una Julieta Serrano, siempre comprometida y solidaria con causas que le merezcan la pena. Lo de "hacer de madre" de Pedro Almodóvar es algo que el director nunca le sugirió al entregarle el guión de Dolor y gloria, película que, como sabrán, aspira a ser seleccionada por la Academia de Hollywood para los próximos Óscar. Pero era evidente que el manchego deseaba en este filme homenajear de alguna manera a doña Francisca Caballero, autora de sus días; al tiempo asimismo que el argumento gira a los pensamientos, a veces atormentados, de un director de cine que mira hacia el pasado y va recordando su existencia, personaje encomendado al brillantísimo Antonio Banderas en esta y tantas otras cintas de Almodóvar con quien tanto él como Julieta Serrano han trabajado tanto. En el caso de ella, ocho ocasiones.

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Banderas y Serrano en Dolor y Gloria | Cordon Press

Julieta Serrano desciende de una generación de actores catalanes, sus abuelos, que dirigían una modesta compañía de zarzuela. También sus progenitores, él administrativo y ella costurera, le inculcaron el amor al teatro. Sería en la escena donde logró, ya como profesional, éxitos rotundos, en La rosa tatuada, Viaje de un largo día hacia la noche, Las criadas y un amplio etcétera que pertenece al mejor teatro clásico y contemporáneo. Aunque sería en la pantalla donde Julieta Serrano iba a conseguir mayor notoriedad de cara al público, como fueron sus colaboraciones almodovarianas y desde luego Mi querida señorita. Lo reconoce ella ahora: "Por la calle, señoras principalmente, me detienen para recordarme lo que les gustó esa película que hice junto a López Vázquez". De su apreciable filmografía ella destaca su papel de la superiora de un convento, heroinómana y lesbiana, en Entre tinieblas. Una película de Almodóvar que suscitó no pocas controversias. A Pedro, con quien rodó también Mujeres al borde de un ataque de nervios, Matador y Átame hasta completar, como decíamos, ocho títulos, lo conoció durante una gira con la obra teatral La casa de Bernarda Alba, en cuyo elenco también estaba el futuro actor, que por entonces, finales de los 60 y comienzos de los 70, se ganaba la vida trabajando en la compañía Telefónica y de vez en cuando enrolado en alguna función, como la que nos ocupa. Fueron buenos amigos, él le mostró algunos de sus cortometrajes y le dio un papel en su primer "largo", Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón. Allí conectó en seguida con actores más jóvenes, y se hizo muy amiga de Carmen Maura, de igual modo que continuaba viéndose a menudo con Nuria Espert, Alicia Hermida y Berta Riaza, que han seguido siendo sus mejores compañeras y confidentes en la familia teatral.

Llegada a la edad de su jubilación Julieta Serrano estuvo a punto de retirarse, pero seguían contando, afortunadamente, con su concurso en películas y obras de teatro, por lo que ha ido retrasando, para deleite de cuantos la admiramos, ese adiós. Ni siquiera tiene tiempo adecuado para proseguir una antigua habilidad suya como dibujante, que practicaba en su juventud. No le aterra la soledad en la que transcurren sus días, al margen de sus compromisos profesionales. Alrededor de veinte años duró su convivencia con Enrique Brasó, un madrileño quince años más joven que ella, que desde niño quiso ser actor, protagonizando "spots" donde se anunciaba la marca Pelargón. Luego pensó estudiar Medicina pero acabó dedicándose enteramente al cine y la televisión como crítico y comentarista en las revistas Griffith y Fotogramas y el diario Informaciones. Más tarde encontró trabajo como montador, guionista y fue biógrafo de Carlos Saura, en el mejor estudio que se conoce acerca del director aragonés. También Brasó quiso dirigir, pero no pasó de la primera experiencia con "In memoriam", que fue un fracaso económico, de la que salió malparada su protagonista, Geraldine Chaplin, que puso casi todo el dinero de la producción. A Brasó le liquidaron al hacer cuentas ¡sesenta y seis pesetas! Ya separado de Julieta Serrano murió en 2009 sin, pese a su talento, haber conseguido los sueños que perseguía dentro del mundo cinematográfico.

Julieta Serrano convivió durante años con una falsa etiqueta sobre su vida personal, la de ser lesbiana. Sobre todo en Hispanoamérica, ella misma contaba que más de una mujer se le insinuó, pues estaban enamoradas de ella, a lo que la interesada respondía invariablemente que tenía otros gustos sexuales: "sexo libre, sí, siempre.... Pero con hombres". No obstante, salvo la historia ya contada junto a Enrique Brasó, no le conocimos otras parejas, dada su invariable barrera preservando su vida privada.

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