La pareja formada por Raúl Gracia el Tato y Sibi Montes ha llenado días atrás las páginas de las revistas rosas. Las fotografías en las que ambos aparecen amartelados son suficientemente explícitas. Que dure más o menos la relación... el tiempo lo dirá. Ambos vienen de varios fracasos sentimentales. Últimamente se ha escrito más de ella que de él, al que quizás no conozcan quienes no sean aficionados taurinos. Les refrescaremos la memoria también a los que lo recuerden en su época de triunfador en los ruedos.
Nacido en Zaragoza el 3 de noviembre de 1972 –reciente, por tanto, su cuarenta y siete cumpleaños– Raúl Gracia Herrera desciende de una familia dedicada al mundo del toro, pero no desde el brillo precisamente, sino de más modesta posición. En su familia fueron conserjes de la plaza de toros zaragozana su abuelo y su padre; éste, incluso, llegó a vestir el terno de plata, fue bandillero conocido como Pepe Gracia. Y si bien Raúl, el futuro torero, nació en el barrio de las Delicias, prácticamente desde muy niño pasó mucho tiempo en los aposentos que su progenitor tenía en el coso de la capital aragonesa conocido por el nombre de Pignatelli, lo que le supuso vivir muy cerca, desde dentro, los avatares de la fiesta y acrecentar su afición. En público, se presentó sin caballos en la plaza de un pueblo turolense, en 1989, con sólo diecisiete años. Y ya, tras placearse lo suficiente, pudo recibir la alternativa en 1992, de manos del Niño de la Capea.
Sus triunfos fueron sonados en las ferias más importantes. Hasta que en 2001 se vio forzado a retirarse. Un cáncer pudo acabar con su vida, él, que tantas veces la había puesto en juego en tardes de sol y moscas ante el morlaco de turno. Se salvó después de varios años ausente de los ruedos, tiempo en el que soportó la grave enfermedad, el duro tratamiento y la desilusión día a día, viéndose ya casi inútil y descartado para reaparecer en los ruedos. Mas se obró el milagro. Raúl contó en ese largo tiempo de desesperación y negrura con el amor constante de su esposa y el de sus dos hijas.
El torero se había casado en 1997 con Pilar Tormes, en ceremonia por todo lo alto celebrada en la Basílica del Pilar. "El mejor paseíllo de mi vida", dijo el novio a la salida del templo. A la boda acudió una amplia representación del mundo taurino, encabezada por Enrique Ponce, el Juli, José María Manzanares, Espartaco y un largo etcétera de grandes figuras. El amor del matrimonio fue enfriándose y después de doce años de casados, dieron el paso triste de la separación y el divorcio. Retornó a los ruedos el Tato y en esa segunda etapa de su carrera logró salir en hombros en la Maestranza de Sevilla, por una faena que se consideró en la feria abrileña de 1997 la mejor de la temporada. El Tato descubrió el fondo de su mejor técnica. Valor, ya se le atribuyó siempre, quizás para remedar a aquel otro legendario "Tato" de hacía dos siglos, que dado su arrojo en la plaza, la afición le dedicó una frase que se aplicaría desde entonces a quien pudiera demostrar alguna proeza: "¡Tienes más valor que el Tato!".
El caso es que el nuevo Tato, Raúl Gracia, llegó a primera figura por un tiempo, tras aquella tarde de ensueño sevillana, para ir decayendo después en cosos de menor categoría. Cansado de las muchas injusticias que existen en el negocio taurino se retiró tras haber cumplido diez años de su alternativa. Y cuando un maestro del toreo deja de vestirse el traje de luces va cayendo en la desilusión, en horas depresivas. Y eso afecta a su vida personal, íntima incluso. Acaso ello pudo influir en el ánimo de Raúl para dar el paso decisivo, después de doce años de casado con Pilar Tormes. Cada uno se iba por su lado. En el caso de él, para apoderar a Julio Benítez, hijo de el Cordobés. Transcurría el año 2009 y ya separado de su mujer resulta que ésta se enrolló con Julio. El escándalo en el entorno de su exmarido fue morrocotudo. Ni que decir que dejó de apoderar al hijo del de Palma del Río, quien apenas ha destacado en los ruedos, dicho sea de paso. Pilar y Julio Benítez estuvieron juntos diez años.
Raúl Gracia había vivido varias temporadas en Sanlúcar de Barrameda, por consejo entonces de su apoderado, cuando toreaba. Se sintió tan a gusto en tierras andaluzas que, aun añorando las de la suya, Aragón, fijó su residencia en Sevilla. No es casualidad que ya retirado como matador dirigiera las carreras taurinas de varios espadas de ese entorno andaluz: Manuel Escribano, el Juli (madrileño que se fue a vivir cerca de Jerez), Francisco Rivera... Y en una feria sevillana se fijó en una cara bonita: nada menos que Raquel Revuelta, que había sido Miss España en 1989. Modelo profesional y empresaria en ese ramo. Tuvo un fracaso matrimonial también. Como Raúl. Simpatizaron. Y de allí a vivir juntos, sólo un paso. Cuatro años les duró el amor en compañía.
Enfrascado en su oficio de apoderado a Raúl no se le había conocido ninguna relación sentimental relevante hasta que hace pocas fechas saltó a las revistas el rumor intenso de que salía con Sibi Montes, hermana de Lourdes, la esposa de Francisco Rivera. Sibi, de veintiseis años, veintiuno menos que su acompañante. Que en enero de este año rompió su vínculo matrimnonial con Álvaro Sanchís. Ilusionados Sibi y Raúl, que tienen un entorno digamos que casi familiar, puesto que el Tato es muy amigo y apoderado de Francisco Rivera. Pronto es para echar las campanas al vuelo de boda. Lo único por ahora cierto es que se gustan, se quieren y con la experiencia de pasadas historias sentimentales, procurarán ir con tiento para no dar otro paso en falso. ¡Felicidades, pareja!