Menú

Sue Lyon, 'Lolita', de símbolo sexual a una desgraciada en el amor

Si ella había encarnado a una lujuriosa adolescente en la pantalla, su vida personal estuvo marcada por la infelicidad.

Si ella había encarnado a una lujuriosa adolescente en la pantalla, su vida personal estuvo marcada por la infelicidad.
Sue Lyon | Gtres

La muerte de la actriz Sue Lyon, protagonista de la mítica película Lolita, símbolo sexual de una generación ya lejana, me ha devuelto recuerdos de cuando la conocí y me contó una serie de desgracias que marcaron su vida. Si ella había encarnado a un lujuriosa adolescente en la pantalla, su verdadera existencia estuvo marcada por la infelicidad, tras cinco matrimonios desafortunados. Sólo la hija que tuvo con un fotógrafo negro le procuró sus mayores momentos de dicha.

La madre de Sue, como tantas otras, quería hacer de ésta una niña prodigio, bien como modelo infantil o como actriz. Tuvo por lo tanto Sue Lyon una infancia y primera adolescencia sometiéndose continuamente a pruebas y cástings, cuando a su edad debería haber sido educada con mayor rigor, en casa y en el colegio. Pero faltaba el padre, que había muerto cuando la pequeña sólo contaba diez meses, como ella misma me dijo. Y cuando, a los catorce años, era una de las figurantes del popular Show de Loreta Young, en televisión, el acreditado Stanley Kubrick se fijó en aquella jovencita de cabellos rubios y ojos azules, para convertirla en la protagonista de Lolita, un filme basado en el libro de Vladimir Nabokov, tras desestimar a ochocientos y pico aspirantes a ese papel. No se equivocó el director de 2001, odisea en el espacio pues su elegida resultó ser una perfecta heroína de aquella historia libidinosa de una sensual criatura llamada Dolores Hace, hija de un viuda encarnada por Shelley Winthers con espléndido acento patético, quien alquilaba una habitación a un maduro profesor llamado Humbert que, con su maestría le hacía la corte a la muchacha alejada de cualquier pudor. Los ojos le hacían chiribitas al profesor tras el cuerpo de Lolita, al que encandilaba bailando con un aro aquel "hula-hop" que se puso de moda, o bien acariciando con su lengua una piruleta sin dejar de mirar al septuagenario caballero. Luego, en traje de baño cubriendo sus ojos con unas lentes en forma de corazón proseguía aquel juego lascivo. Ni que decir tiene que la actriz se onvirtió en adolescente símbolo sexual como decíamos, con la paradoja de que el día del estreno de la película no la permitieron asistir por ser aún menor de edad. El propio autor de la obra en la que se inspiraba el argumento cinematográfico, Nabokov, definió a Sue Lyon como "la perfecta nunfa".

Lolita marcó una época en el cine, poco menos que considerada una cinta escandalosa para una sociedad pacata, como era la española en aquellos primeros años 60, al menos de puertas para adentro de cualquier familia media. Y para Sue Lyon resultó ser el perfecto trampolín que la convirtió en una estrella internacional. Los buenos augurios previstos por Stanley Kubrick pensando que su actriz iba a ir consolidando su carrera no se vieron del todo realizados. Aunque ella tuvo el honor de ser dirigida después, en 1964, nada menos que por John Huston en "La noche de la iguana", teniendo como pareja a Richard Burton. Y hasta, ya a finales de su incierta filmografía, el legendario John Ford la tuvo a sus órdenes en "7 mujeres". Su actividad cinematográfica alcanzó alrededor de veinte títulos, de escasa entidad salvo los mencionados. El último, de característica episódica, fue en "Alligator", en 1980, para retirarse tras su comparecencia en varias series de televisión con las que fue ganándose intermitentemente la vida, seis años más tarde. En un momento en el que no tenía contratos a la vista hubo de trabajar una temporada como camarera.

Y si como actriz hemos resumido su quehacer, en el plano personal padeció episodios tristes y dolorosos. Ya en la niñez le diagnosticaron una personalidad maníaco-depresiva. La superó tras el éxito espectacular de Lolita, andando el tiempo. Dos años más tarde de ello, se casó por vez primera con un actor y guionista, Hampton Fancher, del que se divorció a los doce meses. Reincidió en el vínculo matrimonial en 1970 con un fotógrafo negro, Roland Harrison, con quien tuvo una hija, Nona. Tampoco le fue bien y además la pareja hubo de soportar una campaña difamatoria en los medios informativos, censurando que una artista blanca y famosa como ella se hubiera unido a un tipo de color.

Como las productoras de cine parecían cerrarle las puertas de sus estudios, Sue Lyon emprendió una cierta huída, a España, donde rodó dos películas: Una gota de sangre para morir amando , al lado de un hijo de Robert Mitchum, dirigidos por Eloy de la Iglesia, y Tarot, donde el realizador José María Forqué la emplazó en un reparto encabezado por Fernando Rey y la muy sugestiva Gloria Grahame. Fue en aquel rodaje fechado en 1973 cuando conocí a Sue Lyon, que en la sala de maquillaje no se despegaba de su hija Nora, a la sazón con cuatro meses, a la que amorosamente sostenía en brazos. Concertamos un almuerzo con la actriz, a solas, sin intérprete, que no nos era necesario, entre otras razones porque ella hablaba un español bastante comprensible.

Fijé la cita en un castizo restaurante, ya desaparecido, que gozaba de cierta popularidad, Julián Rojo, donde compartimos una paella, que hizo las delicias de nuestra invitada. A lo largo de dos horas de conversación, me contó lo siguiente, que extracto para no extenderme demasiado: "No consiento salir desnuda en ninguna de mis películas. Me preocupa la infancia. Y me ocupo de que mi hija vaya teniendo de aquí al futuro una buena educación. Llevo una libreta siempre consigo, donde apunto mis ingresos económicos, de los que separo un diez por ciento y van derechos a una cuenta bancaria a nombre de Nora. Otro tanto lo dedico a una guardería. A mí me gustaría retirarme lo antes posible de mi actual profesión y ser maestra de escuela y tener varios hijos, como los ocho de un cuñado mío".

Un delicado asunto, del que yo tenía algunas referencias, lo traté con la mayor sensibilidad posible: el de su tercer matrimonio, celebrado en unas especiales circunstancias. Sue había ido a una prisión para interesarse por un amigo. Casualmente conoció a un preso llamado Gary Cotton Adamson, condenado por robo y asesinato. Como quiera que la actriz repitió aquellas visitas a la cárcel fue encariñándose del mencionado preso de color, hasta que se enamoraron, fijando la boda en la penitenciaría. Un error que la actriz pagó caro, pese a lograr que su marido saliera antes de lo previsto a la calle, donde al poco tiempo volvió a ser detenido por nuevos delitos.

Me preguntó finalmente Sue si podía orientarla para encontrar un apartamento en Madrid e hice lo posible por complacerla. No volvimos a vernos pero dejó en mí un grato recuerdo. No era tan espectacular como en la pantalla, de mediana estatura y quizás con algún quilo de más.

Supe más adelante que pasó dos años incapacitada en silla de ruedas. Que volvió a casarse en 1983 con un tal Edward Weathers, unión que duró sólo un año. Para en 1985 celebrar su quinta y última boda con un ingeniero de telecomunicaciones, Richard Rudman, que fue con el único que estuvo conviviendo más tiempo, diecisiete años, hasta que en 2002 disolvieron su vínculo. Y, a partir de entonces, la biografía de Sue Lyon no reúne más datos que se hicieran públicos, en tanto su nombre quedaba desvaído, olvidado por las nuevas generaciones. Nada se ha dicho tampoco de qué ha muerto en su casa de Los Ángeles, a los setenta y tres años, al día siguiente de Navidad. Nos quedaremos con el recuerdo de aquella "Lolita" cautivadora y, en mi caso particular, de mis dos entrevistas sostenidas con ella, la segunda, ya dije, en torno a una suculante paella.

En Chic

    0
    comentarios