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Katy Mikhailova

De halitosis, mascarillas y pintalabios

Las grandes marcas asumen que la “compra experimental” brillará por su ausencia, y es hora de implementar los “tester virtuales”.

Las grandes marcas asumen que la “compra experimental” brillará por su ausencia, y es hora de implementar los “tester virtuales”.
¿Probar o no probar el pintalabios? | Cordon Press

Lo de colarse en el corner de alguna firma de cosméticos de algún establecimiento como El Corte Inglés a maquillarnos gratis ya no va a seguir pasando. Lo reflexioné haciendo ayer la compra, cuando vi que, ¡al fin!, la sección de las "frivolidades -mayoritariamente- para las féminas" había sido inaugurada.

Claro que decir inaugurada es como afirmar que haber vivido en la "fase 0.5" trajo consigo novedades en los hábitos: vamos, que la sección estaba medio desabastecida. Que ya puestos a reabrir, no venía de más traer nuevos productos.

Me permití el lujo, con mascarilla inclusive que me hacía sudar como un pollo (o una polla, para los de la ‘lenguaja inclusiva’ amigos y amigas de Pedro y Pedra, Pablo y Pabla), de husmear en los diferentes stands de todas esas marcas ‘democráticas’ que pretenden mejorar la obra de Dios. O esconder los errores de la naturaleza.

Y ahí, en medio del silencio y las prisas colectivas, recordé una de esas muchas veces en las que iba con el tiempo justo a alguna reunión (a. C. -antes del Corona-), y al descubrirme en un selfie con cara de tener pocos amigos (y cero maquillaje en el bolso), me hacía un completo "by the face" (¡y nunca mejor dicho!), gratuito, en alguna tienda que me "pillaba" de paso. Un Sephora de esos, cualquier El Corte Inglés u otro establecimiento de belleza con expositores-probadores.

El fenómeno consistía en empezar a "catar" los productos: primero la base, después las sombras, luego el colorete…

Y así: una se hacía un completo (o semi-completo). Algunas veces, hasta te lo hacían (te maquillaban) con la cosa de "estoy probando y necesito ver cómo es la duración del producto en cuestión en mi piel, y si me gusta, el próximo día lo compro". Pero la realidad es que una podía ir a la reunión maquillada. Y sin coste adicional.

Ahora bien, yo confieso: me entraba tal remordimiento de conciencia que al final solía llevarme 1 ó 2 productos de los "catados" en mis pieles. Por lo que aquello era algo así como maquillaje para hoy, y hambre para mañana. Poco rentable. Y si me apuran, poco higiénico, más aun para los tiempos de pandemia.

Porque, en efecto, queridos lectores: estas prácticas tan banales e inconscientes, han pasado a mejor vida. A la belleza le toca reinventarse. Ya no va a haber manera de ver cómo le sienta a una el labial. Ahora habrá que, o tirar de "productos que no fallan" (ya conocidos por nosotros) o fiarnos de la influencer de turno arriesgando a que pueda ser su "recomendación" mera colaboración pagada y todo resulte ser un fraude.

Las grandes marcas asumen que la "compra experimental" brillará por su ausencia, y es hora de implementar los "tester virtuales". Mediante apps o webs que permitan acercarse a una realidad medianamente objetiva.

Me pregunto qué pasará con las grandes tiendas de ropa cuando un hecho tan básico como el de probarse la ropa antes de llevártela, y que, en caso de decepción, la dejemos por ahí abandonada, pueda ser dicha prenda un vehículo transmisor del Covid 19. La ropa. O el probador, por ejemplo.

¿Qué harán las marcas? Y cuántas barras de labios se venderán ahora que la mascarilla es obligatoria y viene para quedarse? Porque lo de ir con los morros pintados de rojo y taparlos con una mascarilla es un absoluto desastre: no lo prueben en sus casas.

La cara lavada puede ser la nueva tendencia. Los que se han hecho una rinoplastia recientemente no lucirán sus narices. Los de perfilarse la boca, que se ahorren su tiempo. El que padece halitosis, está de suerte. Y la gran incógnita es: en las playas qué haremos?

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