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Las mujeres de Donald Trump: actrices porno, modelos nórdicas y otros affaires

La relación entre Donald Trump y Melania tiene los días contados y solo existe por dar imagen presidencial, se asegura desde varios medios.

La relación entre Donald Trump y Melania tiene los días contados y solo existe por dar imagen presidencial, se asegura desde varios medios.
Marla Maples y Trump | Gtres

El Presidente Donald Trump vive ahora los peores días de su mandato por los altercados sucedidos a raíz de la muerte de un ciudadano de color a manos de un policía. Y mientras en distintas capitales de los Estados Unidos han sucedido manifestaciones y pillajes, se han mostrado imágenes en las televisiones de todo el mundo donde Trump sonreía a las cámaras junto a su mujer al lado, a quien, ella muy circunspecta, le decía que mostrara su rostro más amable, sin conseguir sus propósitos. De cara a las próximas elecciones, Donald Trump quiere contrarrestar su habitual vehemencia con gestos amables y románticos junto a Melanie, acusada por sus detractores de servirle como un perrillo faldero. Lo cierto es que se dice que hace ya tiempo que mantiene ciertas distancias con su esposa, a la que utiliza a su conveniencia. Que no se divorcien obedece de momento a razones de Estado. Argumentos que cronistas especializados en temas del corazón sostienen.

Se publican a menudo libros sobre Donald Trump. Uno de ellos lleva por título Fear (Miedo) y lo escribió hace dos o tres años Bob Woodward, el mismo reportero que investigó junto a su compañero Carl Bernstein el caso Watergate, que acabó con la vida política de Richard Nixon. Según Bob, Melanie decidió ya hace tiempo "mirar para otro lado" cuando salen a relucir historias de su marido relacionándolo con artistas del "porno". Melanie vive entre las nubes: cualquier cosa material que precise, la obtiene. Donald es detallista, pese a la brusquedad que muestra en público, y sabe ser atento obsequiándola constantemente con el último capricho lujoso que se le antoje, a ella o a él mismo. También el muy adorado y católico John F. Kennedy ponía los cuernos a su querida esposa hasta en la propia Casa Blanca y Jacqueline seguía en su puesto. Por no referirnos al caso de Clinton y su escenita con una becaria, con los pantalones caídos. Hillary pasó por el aro. E hizo públicamente las paces con él.

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Donald y Melania Trump | Gtres

Donald Trump es un conquistador nato, un seductor que el próximo 14 de junio celebrará sus setenta y cuatro años, eufórico y en plena forma física, aunque debiera perder algunos kilos y renovar un poco su peinado y sobre todo el color. Pero le apetece mostrarse así, con esos cabellos que nos recuerdan a una zanahoria; también prefiere ese color para las mujeres que le gustan. Rubias naturales, o de bote; pero rubias. Y si no, hagamos recuento, al menos de sus tres esposas y algunas de sus amantes.

Su primera mujer, Ivana Zelnickova Winklamayr, nombre como para que se lo pregunten a algunos de los concursantes de Pasapalabra, es la dama que más tiempo ha permanecido junto a Donald Trump, lo que dado lo imprevisible que es el caballero, parece un récord: desde 1977 hasta 1992. Antes de celebrar sus esponsorios, Donald Trump estaba considerado uno de los más afamados "play-boys" norteamericanos, con la apreciación de que él, además de ser un chico divertido trabajaba y ganaba mucho dinero con sus operaciones de construcción de edificios. Ivana era una esquiadora nacida en la antigua Checoslovaquia, que participó en unas Olimpiadas, en las que conoció a otro colega deportista, el también esquiador, de nacionalidad austriaca Alfred Winklamayr, de quien heredó este raro apellido para nosotros cuando se casó con él.

Donald Trump hubo de emplear sus mejores dotes de conquistador para llevarse "al huerto" a Ivana, quien por otra parte acumulaba un buen pasado amoroso. Ya en Praga, en su época estudiantil gozó de la amistad íntima con otro esquiador de nombre George Syrotvatka. Dejó a éste al irse a Canadá donde a poco de llegar se enamoró de un poeta checo, bastante feo, Yuri Steidal. Y como el amor, dicen, es ciego, a Ivana no le importó que su nuevo amante se pareciera a Picio, dado que le encantaba la manera de mecerla entre sus brazos recitándole versos de su cosecha. El bardo murió en accidente de coche y, después de varias peripecias, ella aterrizó en Nueva York, contratada para promover los Juegos Olímpicos, en 1976. Ya estaba divorciada de su primer marido. Durante esa estancia neoyorquina acudió con unas compañeras a un restaurante donde precisamente se encontraba Donald Trump, quien "le echó el ojo", la siguió luego a Montreal, puso su limusina al servicio de Ivana y el día de fin de año, de rodillas, él le pidió casarse, tan loco estaba por la checoslovaca. A sus amigos de juergas les dijo que si bien había tenido muchas aventuras, lo de Ivana era distinto.

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Con Ivana, Melanie Griffith y Don Johnson en 1989 | Gtres

Contrajeron matrimonio en abril de 1977. Tan sólo habían pasado nueve meses desde que se casaron. Tendrían tres hijos: Ivanka (la preferida del presidente), Donald Jr. y Eric. Ivana fue desde el primer momento una compañera extraodinaria para Donald Trump. Al margen de su vida hogareña, ella como relaciones públicas lo ayudó mucho en los negocios. Probablemente, al cabo de los años, él debió cansarse de su esposa, pero también quizás la vio como una competidora, pues era una brillante gestora en los negocios inmobiliarios. Y se divorciaron. Eran millonarios y aparecían constantemente en las crónicas sociales de la jet-set neoyorquina. Al separarse, alguien con gran humor le adjudicó a ella el siguiente comentario: "Cuando una mujer se divorcia como yo, le aconsejaría que no se quedara triste… ¡que se quedara con todo!". Y bien que llevó a la realidad ese aserto, tras convenir con su "ex" los bienes que le correspondían después de quince años de convivencia. Lo mejor está por venir, tituló uno de los libros que escribió.

En los primeros años 90 a su crisis matrimonial Donald Trump añadió otra que a poco lo lleva a la ruina. Su negocio en Atlantic City, el Casino de juego Taj Mahal, le hizo perder muchísimo dinero. Contaba cuarenta y siete años. Hubo de hacer frente a elevadas deudas. En ese triste y preocupante periodo de su existencia conoció a una jovencísima actriz que tenia diecisiete años menos que él. Era distinta de carácter a Ivana, una mujer más casera. Y como Donald también congenió con ese espíritu se encontraba muy a gusto con su nuevo amor. Su nombre, Marla Maples. No tenía intención el poderoso millonario de chocar con la misma piedra, es decir, la vicaría. Pero Marla se quedó embarazada y Donald actuó responsablemente, tomándola por esposa. Tuvieron a su hija Tiffany, nombre que nos recuerda inmediatamente a la famosa joyería. Daba la casualidad que debajo de la Trump Tower se hallaba la sede de tan prestigiosa tienda.

Donald siempre fue un genio para sus negocios. E incluso se apoyó en su astucia cuando aceptó casarse con Marla, quien aceptó firmar un acuerdo prematrimonial, por si se divorciaban, en cuyo caso ella recibiría sólo dos millones de dólares, que a ella debieron parecerle una fortuna. Puede que lo fuera, mas tratándose de un magnate de las finanzas, esa cifra resultaba irrisoria. Y como Trump no parecía muy entusiasmado con su segunda esposa, comenzó a tener amantes "a tutiplen". Fue cuando Marla Maples se dio cuenta de que era una más en la vida de Donald y éste sacó los acuerdos de la pareja y ella se fue con viento fresco… y aquellos dos millones de dólares. Tal matrimonio había existido sólo durante seis años, desde 1993 a 1999.

Trump, con cincuenta y un años, mientras iba resarciéndose de sus pérdidas antes comentadas, al estrenar otra vez soltería continuó con su vida de crápula, sin abandonar jamás sus negocios, que fue aumentando gracias a su sexto sentido, a su arrojo, hasta hacerse por ejemplo con las riendas del Hotel Plaza neoyorquino, joya y emblema de la hostelería. Además, en su megalomanía le dio por aceptar un contrato con la productora de televisión NBC, convirtiéndose en presentador de un reality show, donde fue desarrollando todas sus capacidades histriónicas que le proporcionaron extraordinaria popularidad, base inicial para cuando, más adelante, decidió presentarse a las elecciones presidenciales.

Para nadie era ya un secreto en los Estados Unidos que Donald Trump era un mujeriego, que siempre se jactaba de sus conquistas, bien por su dinero o por su "labia", aunque como no era desconocido para nadie cualquier mujer que entrara en su vida era consciente de que "sacaría buena tajada" aun en el peor de los casos. Una cronista del New York Post lo retrató como un tipo que se autopublicitaba creyéndose poco menos que "un regalo de Dios para las mujeres".

La tercera de sus esposas sería otra modelo, la eslovena Melanie Knauss, cuya escultural figura atrajo inmediatamente al magnate nada más cruzar una mirada con ella. Poco importaba de nuevo la edad: era veinticuatro años más joven que él. Transcurría 1998 (aún era legalmente el marido de Marla Maples) cuando se conocieron en un "sarao" neoyorquino. Melanie contaría que se gustaron en seguida y que ella destacó desde un principio el gran sentido del humor y la simpatía urgente de quien iba a ser su esposo. Para éste, su tercera mujer… hasta la fecha. Enlace que tuvo lugar por todo lo alto el 22 de enero de 2005 en una de las muchas propiedades del novio, Mar-a-Lago. El pasado de Melanie le importaba bien poco a Trump. Ni siquiera que hubiera aparecido en pelotas en la portada de la revista británica GQ, tan sólo con un collar de diamantes encima. Tras la ceremonia nupcial los enviados especiales de la revista Vogue pudieron captar a la felicísima novia luciendo un modelo exclusivo de la casa Dior diseñado por John Galliano, que costó un montón de dólares. Muchos famosos entre los invitados. Y la eslovena que no daba crédito después al ocupar las diferentes "suites" de su hogar, tres pisos de la Trump Tower. En marzo de 2006 nació el único hijo hasta ahora del matrimonio, William Barron.

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Stormy Daniels | Gtres

Que en un reciente pasado una estrella del porno, Stormy Daniels, tuviera la cara dura de declarar que se había acostado con el Presidente de los Estados Unidos, da ya pistas suficientes como para conocer sus intenciones. Había cobrado en su momento por aquel encuentro sexual. Pero como cualquier delincuente del hampa trató de enviar aquel mensaje a la Casa Blanca. En forma de indiscutible chantaje. La teoría de Trump era negar haber tenido esa relación. Al final su abogado Michael Koen lo convenció de que era más positivo entregarle a esa señora ciento treinta mil dólares, fecha que ajustaron no sin antes de que la chantajista se comprometiera con todas las garantías, como es lógico, para que se olvidara de su coyunda con Donald Trump.

Y Melanie, como decíamos, "haciendo oídos sordos" y "cerrando los ojos" cuando emisoras de radio, televisiones y periódicos daban detalles del asunto. La tal Stormy Daniels reveló luego en un libro muchas intimidades sobre sus encuentros con el presidente. El primero tuvo lugar durante un torneo de golf en Lake Tahoe (California). Trump, que llevaba un año casado con Melanie, se llevó al catre a la mencionada estrella porno, prometiéndole que la iba a recomendar a su programa televisivo El aprendiz. En ese volumen, con capítulos eróticos y pornográficos, su autora describe el pene de Donald Trump como más pequeño de lo normal, bastante raro, "con una cabeza de seta, como un hongo venenoso".

Melanie, aguanta. Él la llama, amorosamente, "supermodelo". Ella a él, no sabemos qué. Pero al margen de cuanto su marido haga o deshaga, tenga o no tenga alguna otra amante, Melanie dice ser feliz: "Hacemos el amor todos los días". Es en los viajes fuera de los Estados Unidos cuando aparece la pareja asida de la mano; que a veces ella la retira. Elegantísima, exhibiendo su bella anatomía mientras su marido se retoca sus cabellos si el viento los perturba. A Melanie no le importa la política, no se mete en líos cuando la aposentan junto a algún monarca o primer ministro, sonríe y deja sus conocimientos para los negocios que con fortuna dirige, relacionados con diseños de joyas y productos de belleza. ¿Se separarán? No creemos, insistimos, que mientras Trump siga sentado en el despacho oval permita el divorcio. En un futuro próximo, quién sabe...

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