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La viuda de Pavarotti, heredera de una fortuna, ha vuelto a casarse

Nicoletta Mantovani, viuda de Pavarotti, se ha casado siete años después de su muerte con el asesor financiero Alberto Tinarelli.

Nicoletta Mantovani, viuda de Pavarotti, se ha casado siete años después de su muerte con el asesor financiero Alberto Tinarelli.
Nicoletta Mantovani, viuda de Pavarotti. | Gtres

Cuando acaban de cumplirse siete años de la muerte de Luciano Pavarotti, su viuda Nicoletta Mantovani acaba de casarse de nuevo. Una boda religiosa en Bolonia, capital donde nació la novia hace medio siglo, con el asesor financiero italiano Alberto Tinarelli. La hija que Nicoletta tuvo con el gran tenor desaparecido, Alice, de diecisiete años, asistió a la ceremonia, complacida por la decisión de su madre.

Nicoletta Mantovani entró en la vida de Pavarotti de la siguiente manera. Él, un reconocido mujeriego, solía tener en nómina entre su grupo de ayudantes y colaboradores, a un número de féminas que podía oscilar entre cinco y diez, a las que encomendaba diferentes ocupaciones, bien en labores de secretariado, relaciones públicas, publicidad, encargadas de su vestuario… Y solía elegirlas entre las que acudían a él como primerizas cantantes líricas. Cierto que a algunas las aleccionaba; como también era real que tuviera con las más atractivas encuentros íntimos. "Ayudantes personales" solían ser llamadas por él mismo y su entorno. La soprano norteamericana Madelyn Renée fue una de ellas durante varias temporadas, a cambio de recibir lecciones canoras del maestro, quien atendía la mayor parte de necesidades del divo, lo cuidaba y hasta vigilaba su estricta dieta, que él se saltaba cuando le apetecía. Cansada de su misión o quizás relegada, el caso es que se marchó a Viena, ejerció de escultora y su puesto lo ocupó una recién llegada, la joven italiana de veintidós años Nicoletta Mantovani, cuyo apellido nada tenía que ver con el conocido director de orquesta.

Transcurría el año 1995 cuando Luciano Pavarotti enloqueció por Nicoletta. Negó el tenor, ante la insistencia de los periodistas, que hubiera algo sentimental entre ambos, pero el asunto acabó trascendiendo y la esposa del infiel, Adua Veroni, cansada de ser una consentida, acabó por pedir el divorcio. ¿Qué había ocurrido en ese matrimonio después de treinta y cinco años de convivencia y ser padres de tres hijas?

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Adua Veroni | Gtres

Pavarotti pasaba mucho tiempo lejos de su mujer con sus constantes giras. Ya de jovencito apuesto no podía contenerse cuando se encandilaba con alguna chica que le gustara. De familia muy humilde llegó a ser considerado el mejor tenor del mundo y en esa larga carrera tuvo oportunidad de enrollarse con un montón de coristas, bailarinas y algunas colegas de la ópera. Adua Veroni no era una mujer de mundo, pero pronto se dio cuenta que para vigilarle nada mejor que tomar la rienda de su contabilidad y sus negocios. Se habían conocido en 1960. No era aficionada a la música pero le atrajo aquel muchacho de diecisiete años, uno más que ella, guapo, elegante, con abundante cabellera, y delgado. Fueron novios un año, se casaron y él abandonó sus deseos de convertirse en maestro de escuela. Y como poseía ya una excelente voz, estudió lo suficiente hasta ser contratado en la Scala de Milán. Ganaría en adelante mucho dinero, millones que Adua Veroni, de menguada estatura, morena y muy avispada, se encargó de administrarlos en calidad de su contable. Nunca le dio por vestir en las mejores casas de modas, ni lucir joyas. Se conformaba con las comodidades que gozaba, en las mansiones de lujo, en Módena y Pesaro, encargándose de decorarlas con buen gusto. Se ocupò asimismo de dirigir una agencia de jóvenes cantantes líricos, "Stage Door". De vigilar la cuadra de caballos que tanto ilusionaba a su marido. Se consagró a él, a estar pendiente de sus conciertos, pero sin acompañarlo. Raramente iba a Nueva York, donde Luciano había adquirido un apartamento en Central Park South. Nido de amor para el cantante, adonde llevó a no pocas de sus conquistas. En los últimos tiempos, cuando aún eran aparentemente felices, Adua se encargó de seleccionar fotografías de su marido y editar un volumen de lujo con un montón de ilustraciones, que publicó Rizzoli.

Lo cierto es que Pavarotti, aún agradecido por cuanto Adua hizo por él y por haberle dado tres hijas, no renunció a sus constantes ligues. Y harta ella de leer en las revistas rosas que se había enamorado de Nicoletta Mantovani, tiró por la calle de enmedio y pidió el divorcio, al que él no se opuso. Amigos y gente cercana al tenor, que ya era un gordinflón con ciento cincuenta kilos de peso, intuyeron que Nicoletta era una espabilada que iba tras la ya inmensa fortuna de su amante. Pero ella se mostró, astutamente, ajena a los halagos que él le propiciaba y no daba importancia a los obsequios caros que recibía. Aparentó no hacerle caso al principio, ocupada en su trabajo como asistente de Luciano. Reacia a sus caricias, algo hosca, y eso despertó en Pavarotti una obsesión mayor hasta conseguirla. Nicoletta demostró ser mujer de carácter: lo criticaba por su forma de vestir, algo anticuada, consiguiendo que aceptara sus sugerencias en ese aspecto. Y a partir de ahí Luciano ya aparecía más joven luciendo ropa de los mejores modistas italianos. Y no sólo logró cambiar esa apariencia física: también fue apartándole de algunos amigos de edad madura, de músicos que siempre estaban hablando de los clásicos, para atraerlo con tertulias en casa con ídolos del pop.

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Nicoletta y su nuevo marido | Gtres

Su primera excursión como dos tórtolos, antes de casarse, fue a las islas Barbados. Allí vivieron unas jornadas de pasión. En la primavera de 1996 ya no se ocultaron a los reporteros que los perseguían infatigables. Ganaba por entonces Pavarotti la mareante cifra de veinte millones de dólares al año. No parecía importarle eso más que su encendido amor por Nicoletta. Con la que visitó una clínica para asegurarse que ambos podrían alumbrar un hijo. Cuando se publicó, Adua explotó, llena de ira. Pero su matrimonio ya no tenía remedio. Claudicó, llorando amargamente cuando obtuvo el divorcio.

Vivieron juntos unos años. Adua murió el año 2000. El camino libre para la boda con Nicoletta ya estaba expedito. Se celebró el 13 de diciembre de 2003. Evento que llenó miles y miles de páginas en la prensa internacional. Quince años duró la pareja; cuatro como casados. Fueron padres de una niña, Alice, como ya quedó registrado el principio. En los últimos tiempos se rumoreó que existían entre ellos serias disensiones, pero ninguno de los dos quiso dar publicidad a esos rumores. Por otra parte la salud de Luciano comenzó a flaquear hasta su fallecimiento el 6 de septiembre de 2007. Ese mismo año, Nicoletta pudo superar una esclerosis. Cuando se leyó el testamento de su difunto marido, hubo cierto escándalo promovido por las tres hijas del tenor habidas en su primer matrimonio.

Pavarotti dictó un testamento el mes de junio de 2007 y otro unas semanas después. En lo esencial, los dos favorecían a Nicoletta, declarada heredera universal, con el cincuenta por ciento de la fortuna del fallecido, estimada en total en doscientos millones de euros. El cincuenta por ciento restante fue para esas tres hijas mencionadas y una cuarta, la nacida en su segundo enlace. Al capital citado había que añadir varias valiosas propiedades inmobiliarias: inmuebles en Italia, Mónaco y Estados Unidos. Nicoletta ha tenido el buen gusto a la hora de casarse de nuevo de recordar los años felices que pasó junto al eximio tenor, al que dice no olvidará mientras viva. Aunque ahora diga asimismo que está muy contenta de haber conocido al que se ha convertido en su segundo marido. Una cosa no quita la otra.

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