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Los engaños del marido de Pinito del Oro, incluyendo sus tres accidentes casi mortales

Pinito del Oro fue afortunada en el trabajo pero desafortunada en el amor.

Pinito del Oro fue afortunada en el trabajo pero desafortunada en el amor.
Pinito del Oro en el trapecio | Cordon Press

El madrileño Circo Price ha programado desde el 14 de octubre una obra en homenaje del célebre lugar, escrito por Pepe Viyuela y otros dos coautores. El nombre le viene por su fundador, un acróbata, jinete y domador de caballos irlandés, Thomas Price. En principio el circo Price estuvo instalado en el paseo de Recoletos, conocido como circo Olímpico, se incendió, instalándose otro ya con el apellido de su propietario en 1880, en la plaza del Rey, hasta su demolición en 1970. La última noche tuvo como figura a Pinito del Oro, "la mejor trapecista del mundo", que ya había actuado otras veces bajo su carpa. Una mujer extraordinaria en su profesión, reconocida internacionalmente que, sin embargo, no tuvo suerte en el amor.

Hace unas semanas cayó en mis manos una atractiva publicación editada por el Ayuntamiento de la capital, gratuita, "eme21mag", cuyo contenido abarca algunas de las actividades culturales del municipio, editada con modernas ilustraciones. Comete algunos errores en la doble página dedicada al homenaje al circo Price y en concreto a Pinito del Oro, nacida María Cristina del Pino Segura, que debía su nombre artístico al de la patrona de su tierra canaria, la Virgen del Pino, y no a la doble suposición que sostiene la revista en su texto. Tampoco es cierto que se retirara el mismo día que falleció su padre. Puedo asegurarlo porque entonces estuve con ella.

La fecha de su nacimiento fue el 6 de noviembre de 1931, en el barrio de Guanarteme de la capital grancanaria, en un modesto hogar cuyos padres alumbraron diecinueve hijos, de los que sobrevivieron sólo siete: la menor era Pinito. Su progenitor era dueño de un pequeño circo conocido como Hermanos Segura. La madre de Pinito no quería que ésta se dedicara al trapecio, pero la convenció su padre. Siendo apenas adolescente fue aprendiendo ese arriesgado oficio. La madre murió y casado de nuevo su padre, la madrastra le haría la vida imposible a Pinito, quien tampoco tuvo el calor de sus hermanos, que no la querían. Así es que llegada su primera juventud, la futura gran estrella circense sólo albergaba tristeza al no sentirse protegida por los suyos. No pudo estudiar dada la naturaleza de su familia, siempre deambulando de pueblo en pueblo, en los que la llevaban unas horas a la primera escuela que encontraban.

En una de aquellas incursiones, en un pueblo extremeño se enamoró de un joven fortachón, musculoso, que había sido marinero, Juan de la Fuente. La familia de Pinito se opuso a aquellas relaciones, pero ella, tratando de huir de la dictadura de los suyos, se casó en el pueblo onubense de Niebla, en 1948, a la edad de diecisiete años. Pronto supo Pinito que la elección de Juan como marido había sido un error. Aunque tuvieron dos hijos, niño y niña. Y los años corroboraron aquel fracaso cuando era engañada doblemente, porque le era infiel y también por aprovecharse del dinero que ella ganaba en el circo. Juan no tenía una profesión determinada, se ocupaba de estar pendiente cuando Pinito se subía el trapecio para tomarla en brazos si ella se caía al vacío. Eso ocurrió alguna vez, aunque en tres ocasiones Juan no pudo evitar que sufriera tres accidentes casi mortales: en Huelva, en la ciudad sueca de Joenköeping y en la cántabra de Laredo. Curiosamente en 1948, 1958 y 1968. Como para abonarse al dígito 8 en la lotería. Hay que apuntar que Pinito del Oro actuaba sin red; el riesgo que corría era máximo. Una de los escasos trapecistas que desafiaban de ese modo al vacío. Mujeres, creo que en el mundo sólo era ella.

Pinito del Oro se marchó a los Estados Unidos donde a comienzos de la década de los 50 se convirtió en una gran figura del famoso circo Ringling. Allí cimentó su celebridad, apareciendo en la primera página del New York Times, honor que pocos personajes españoles han merecido. Dio calabazas al todopoderoso productor cinematográfico Cécil B de Mille, que la quería contratar para El mayor espectáculo del mundo. No parece ser cierto lo que se asegura en algunas enciclopedias, pues ella no lo recoge en sus memorias: haber sido doble de Gina Lollobrígida en la película Trapecio.

Pinito dio la vuelta al mundo contratada con los mejores circos, aclamada siempre por el público y la crítica. Se retiró por vez primera a principio de los años 60, reapareció en el Price en 1968. Y ya dijo adiós al trapecio una emocionante velada, la del 17 de abril de 1970. Mary Santpere, que figuraba en aquel espectáculo de variedades, cortó parte de la coleta de Pinito, se guardó algunos cabellos en una cajita y el resto fueron para la propia protagonista de la noche. Pinito daba fin así a una gran carrera bajo la carpa que había durado alrededor de tres decenios. El circo Price se cerró. Demolido, sobre sus ruinas se levantó lo que sería sede del Ministerio de Cultura.

Ya pasada la una de la madrugada, acallado el eco de los muchos aplausos que sonaron y apagados los foco de una noche tan luminosa, Pinito del Oro y Mary Santpere se vistieron de calle, dejaron el local de la plaza del Rey y caminaron pocos metros hacia Casablanca, una sala de fiestas situada enfrente. Las acompañé. Y los tres brindamos por el futuro, en tanto desde el escenario la gran intérprete de boleros Lolita Garrido dedicaba su actuación a las dos grandes artistas que tenía a mi lado. Fue una noche mágica, llena de emociones. Vi llorar a Pinito. Era lógico.

Compartí con Pinito otras veladas. En sitios tranquilos, donde no la reconocieran. Tomaba un whisky, pasaba minutos en silencio, que yo respetaba. Siempre fue una mujer tímida, insegura en la vida (a pesar de su apellido, ya saben, Segura), delicada, muy sensible, de tez blanca, leve sonrisa, mirada triste, aire melancólico. Me habló de su fracaso con su marido, del que se divorció, aunque hubo de transigir y pactar que se quedara con la mitad de la venta del hotel que llevaba el nombre de la trapecista, al final de la playa canaria de Las Canteras, después de lo mucho que supuestamente se embolsó. Pinito cayó en la trampa de un documento que le firmó sin leerlo, otorgándole todo el poder para administrar sus ganancias. Juan se gastaba fortunas en el juego y en regalos para su amante, una belga con la que le ponía los cuernos.

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Pinito del Oro | Gtres

Ya libre del infiel marido, Pinito quería divertirse, pero le costaba. Su carácter nunca era alegre. Sufría por dentro. Escribía en sus horas de soledad, fruto de lo cuál fueron varios libros que editó de tarde en tarde, uno de cuentos, otro de recuerdos, aquel otro sobre técnicas del trapecio… Lamentó no haber hecho caso a un tal Walter del que se enamoró en América; él la respetó sabiéndola casada, pero de haber dado un paso Pinito, su vida quizás hubiera cambiado. En Madrid, se hospedaba en un hotelito cercano, modesto, cerca del Price, frente al tablao Los Canasteros, de Manolo Caracol. Por su sencillez, no le gustaba la ostentación, renunciando a ir a un hotel de cinco estrellas, que pudiera corresponderle por su gran categoría. Apenas contaba con amistades. Sólo la de su secretaria y amiga, una novelista canaria. Dejé de verla poco antes de que se fuera de la península para afincarse en su amada tierra canaria.

Supe que en La Laguna se había enamorado de un joven veinte años menor, llamado Lucas, que tenía una pequeña tienda de regalos. Allí, en la isla tinerfeña, sería por fin feliz, incluso cambió algo de carácter, y ya no se mostró tan reconcentrada como en su pasado, sin tanta soledad. Vivía tranquila. Residiendo en Las Palmas sufrió una caída en su domicilio, fue operada, pero surgieron complicaciones y falleció el 25 de octubre de 2017, en el Hospital Doctor Negrín, a la edad de ochenta y seis años. Nadie ha podido después ocupar su sitio. Será siempre la inolvidable reina española del trapecio.

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