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Rosa Belmonte

Concha Márquez Piquer y la cibernética

Conchita podía cantar como su madre, pero ella (doña Concha) jamás habría podido cantar como Conchita.

Conchita podía cantar como su madre, pero ella (doña Concha) jamás habría podido cantar como Conchita.
Concha Márquez Piquer | Gtres

Como una madre no hay ‘na’, cantaba Juanito Valderrama. Como una hija, menos. Si no, a santo de qué, si no es por una hija (y única), iba a haber ido Concha Piquer a Cantares ya retiradísima. A Hablares, porque concedió que Lauren Postigo le hiciera una entrevista justo el día en que el programa lo protagonizaba Conchita Márquez Piquer (CMP). Una cosa por la otra. Lo que dice doña Concha en esa entrevista se repite una y otra vez, como que si no ganaba dinero no se divertía. Conchita Márquez Piquer era rubia como su padre. De colegio suizo y estudios en Londres. Señorita de cuna meneada. Cuando llamabas a su casa por teléfono saltaba el contestador. Era ella. Primero en español y luego en inglés. Resultaba fascinante.

Su madre decía que lo único que le había faltado era pasar hambre. También que Conchita podía cantar como ella, pero ella (doña Concha) jamás habría podido cantar como Conchita. Tenía una magnífica voz, era más guapa, pero no era su madre. Una madre no siempre te eclipsa, pero en este caso sí pasó, quizá por cosas externas a la propia valía de la hija. Liza Minnelli ha estado a la altura o por encima de Judy Garland. En un nivel inferior, Charlotte Gainsbourg ha estado a la altura de sus padres. De 2006 es un disco donde Concha Piquer y Conchita Márquez Piquer cantan juntas (100 años). Cada una, una canción (de las de la madre) y luego juntas, gracias a la técnica, En tierra extraña. Me resulta extraño escuchar Me embrujaste por Concha Márquez Piquer. Pero escucharla cantar en el escenario El romance de la otra es impresionante. En disco suena como campanuda. Con muchas eses. Pero por supuesto estaba por encima de otras. Como personaje tampoco estaba por detrás de doña Concha. Tiene Concha Márquez Piquer un libro de recetas que también es de memorias. Mi párrafo favorito: "A mis hijas y nieto les gusta el caviar. Conchitín, Oliver e Iris lo toman desde muy pequeños, algo que es extrañísimo en los niños. Coral prefería el paté".

A ella, su madre la llamaba Conchín y la hija de Conchín y Curro Romero es Conchitín. Un lío. Ahora Curro Romero es viudo y puede casarse por la Iglesia con Carmen Tello. Teniendo en cuenta lo que CMP cuenta en ese libro de recetas, Sabores, sobre Curro no me extraña que también fuera reacia a darle la nulidad. "¡Qué pena me da que Curro no haya conservado a esos maravillosos amigos, a quienes cita tan sólo de pasada en sus memorias! En fin, ¡tantas cosas importantes ha omitido en ese libro…! Diecisiete años de matrimonio conmigo y otros diecisiete conviviendo con Ana Rosa Pidal, exesposa de mi gran amigo Tomás Terry. Total, que sobrevuela 34 años de su vida… Y ya como colofón, ¿qué más decir si a nuestro primer y único nieto, Oliver -el niño de los ojos de mar-, que tenía casi diez años cuando se publicó el libro, ni lo nombra? Y para más inri, equivoca la fecha de los nacimientos de nuestras hijas, Conchita y Coral, y les adjudica dos años más a cada una. ¡Claro que nosotros -me refiero a mis hijas, a mi nieto y a mí misma- no somos los grasiosos de turno, ni cantamos por bulerías…Ja…, ja…, ja". Y una escucha esa risa como la de la Malvada Bruja del Oeste.

Es mejor cuando habla de las cosas de su madre. De sus baúles. Uno iba lleno de aceite de oliva. Otro iba lleno de agua de Cestona. En uno metía doña Concha varios jamones y el mejor embutido. También llevaba una cuchara de palo porque le gustaba comer con ella la paella. De su padre contaba que sólo le pegó una vez. En Acapulco ("me dio la manía de quedarme en biquini y no protegerme del sol con una camiseta que él me había ordenado llevar para ese menester"). A su madre le bastaba una mirada para paralizarla. CMP decía haber heredado de ella la costumbre de tomar la paella con la cuchara de madera. Supongo que no en Nochebuena. "Cuando estábamos en España, en las cenas de Nochebuena nos juntábamos veinte personas, incluidas las del servicio (que siempre han comido, tanto en casa de mi madre como en la mía ahora, lo mismo que todos nosotros").

De Dalí escribió que en la feria de Sevilla un señorito dio mil duros a un tipo llamado el loco de Triana para que tirara de los bigotes del pintor. Y ella salió en su defensa. Al final, Dalí le soltó: "Tú eres una mujer que tiene mucho que ver con la cibernética". Nunca supo qué quiso decir.

Cuando doña Concha murió, se quedó el féretro en el salón de su casa de la Gran Vía y sólo entraron los amigos, por su propio deseo. A las siete de la tarde, Sonsoles Benedicto, amiga de CMP, fue a buscar la cazuela de manitas de cordero que había preparado para comer ese día. Durante la cena, CMP se acercó con su plato de manitas al salón donde estaba su madre de cuerpo presente y llorando le dijo: "Sé que, donde estés, te parecerá bien que esté tomando estas manitas de cordero". No sé si algún día sabremos qué cenó la familia de Concha Márquez Piquer. Ojalá Conchitín, Oliver e Iris comiendo caviar.

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