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Jesús Mariñas, tan popular y admirado como también temido

A Mariñas lo leían hasta personalidades de alto nivel, si querían estar informadas de intimidades de la otrora llamada "jet set".

A Mariñas lo leían hasta personalidades de alto nivel, si querían estar informadas de intimidades de la otrora llamada "jet set".
Jesús Mariñas en el año 2000. | Contacto photo

El cronista social Jesús Mariñas marcó sin lugar a dudas un estilo propio tanto en los medios escritos como en los audiovisuales. En la radio española nunca nadie como él, que fue un pionero, contó chismes con su proverbial desenvoltura. En la televisión, en cuantos programas rosas tomó parte, dejó la impronta de esos mismos recursos para atraer a la audiencia. En periódicos y revistas, también, puntualizando más lo que descubría para lectores no siempre tenidos como "propios de porteras". A Mariñas lo leían hasta personalidades de alto nivel, si querían estar informadas de intimidades de la otrora llamada "jet set", o bien gentes del espectáculo y, en general, de la vida social de nuestro país. Por lo común, siempre ácido, con un punto habitual de malicia. Entendía a quienes en España siempre han mostrado curiosidad por el vecino y por quienes hoy se tienen por famosos. Era tan popular como temido.

Se llamaba Jesús Manuel Pérez Mariñas, con los apellidos maternos, ya que el padre no lo reconoció, tampoco a dos de sus tres hermanos. Nacido en La Coruña, el 3 de octubre de 1942, en el seno de una familia pudiente, propietaria de dos librerías en la calle Real, la más importante de la ciudad, que fue económicamente a menos. La madre pudo sobrevivir gracias a que le concedieran la licencia de un quiosco de prensa. Jesús, cuando todavía no había despertado el día, la ayudaba recogiendo ejemplares en los talleres de La Voz de Galicia y El Ideal Gallego. Podría decirse que ello le significó su primer contacto con el periodismo.

Quería dedicarse al teatro, pero el puesto que encontró para ayudar a la economía familiar fue el de botones en El Ideal Gallego. Acabó allí siendo ayudante de redacción. Por sus contactos con actores que en verano sobre todo realizaban "giras por provincias" conoció a María Fernando Ladrón de Guevara. La ilustre dama de la escena y su hijo Carlos Larrañaga lo ayudaron. Hasta que Suso, como lo llamaban en la intimidad, acabó asentándose en Barcelona en 1965. Escribió entrevistas y crónicas para La Prensa, colaboró en semanarios de alcance nacional como Semana y Garbo. La discoteca "Bocaccio" barcelonesa era su centro nocturno de operaciones, donde conocería a cuantos formaban parte de "la gauche divina" de la calle de Muntaner. Lo fichó Luís del Olmo para su programa De costa a costa, primero en Radio Peninsular, después en RNE. Nada le era ajeno a Jesús, que ya había adoptado profesionalmente su segundo apellido, Mariñas, en las noches de la Ciudad Condal: el Liceo, con damas que no quitaban ojo a las amantes de sus acaudalados maridos; El Molino, con artistas "gays" y ambiente más que pueblerino; el teatro Apolo, con el desfile de "las chicas de Colsada"… Y siempre cercano a personajes de la talla de Dalí, Pertegaz, Terenci Moix, Samaranchs…

Sabía "casi todo de ellos" en su dimensión íntima. Y contaba únicamente lo preciso. Trabajaba a destajo, como siempre hizo, sin estar en nómina, sólo como colaborador. No tuvo más estudios que los básicos. Por ello no pasó por Escuela de Periodismo alguna. Pero a él eso nunca le preocupó, no lo necesitaba. Su cita matutina con Luís del Olmo duró hasta que en 1988 el gran locutor lo despidió al revelar cierto comentario avieso acerca de Carmen Romero, la entonces esposa del Presidente Felipe González. Ya hacía un tiempo entonces que Mariñas había abandonado Barcelona para residir en Madrid. Ello ocurrió hacia los años 70, o al menos son las fechas en las que recuerdo haber coincidido con él en infinidad de ocasiones. Por esa época no eran muchos los dedicados a las páginas de sociedad, como se conocen en Periodismo: ruedas de prensa, almuerzos, cócteles, cenas, múltiples estrenos cinematográficos y teatrales… Y hacia la medianoche ronda por discotecas de moda: "Bocaccio" madrileño, "Pachá", "Cerebro", "Long-Play", el club que abrieron Adolfo Marsillach y Jorge Fiestas, "Oliver", … Y así, a diario, Jesús Mariñas, asistía, a veces extrayendo de sus bolsillos su bloc de notas, y otras reteniendo en su memoria detalles que a los demás nos eran ajenos; se fijaba en el tipo de modelos de las señoras más elegantes, a qué firmas pertenecían, sus complementos… Y cuando una de esas encopetadas damas repetían vestido, Mariñas lo hacía constar, como si ellas tuvieran la obligación de estrenar siempre, cambiado de trajes cual folclóricas en un escenario.

En las bodas de rumbo, Mariñas estaba en su salsa. Se introducía, nervioso, entre los invitados, saludando a todo quisque, pero deteniéndose en quien era luego objetivo de sus crónicas. Y cuando no podía asistir a alguno de aquellos eventos, por el inevitable don de la ubicuidad, muy de mañana telefoneaba a sus confidentes, casi todos femeninos, para que le informaran de esto y lo otro, de si se saludaban Fulanita y Menganita, sospechando que se odiaban a muerte, método que le aseguraba contar lo que otros colegas ignoraban. Poco a poco fue ganándose Mariñas su bien sustentada notoriedad. Aumentaba la audiencia de los programas y las colaboraciones en prensa escrita. De ahí que le pagaran más que a otros. Como no estaba en nómina ni tenía la obligación de otros reporteros de acudir puntualmente a las redacciones en la que prestaban sus servicios, Jesús disfrutaba de un horario marcado por él mismo. Trabajaba mucho, dormía a veces poco. Y como tampoco tenía inevitables obligaciones familiares de otros hacía cuanto le venía en gana en su profesión. A los amantes que iba teniendo les hacía comprender que, lo primero, era cumplir en su trabajo. Sus amoríos estaban sujetos a lo que él dictaba.

Viajaba a menudo fuera de España: a París, para asistir a desfiles de modas; a Nueva York, a La Habana. Y nos contaba desde esos lugares novedades que aquí sus compañeros no podían conocer. Y es que de su propio peculio, Jesús satisfacía aquellas escapadas turísticas. Ganaba una "pasta" que podrían envidiar los demás reporteros. Muy justamente, desde luego.

Después de su actividad radiofónica más relevante con Luís del Olmo, digamos que su paso por Canal Nou, en la Comunidad Valenciana, le supuso su mayor grado de popularidad. Acaeció en marzo de 1997, cuando se estrenó Tómbola, donde Mariñas ejerció de líder de un grupo de tertulianos, más o menos acreditados en la prensa del corazón. Duró varias temporadas, también se retransmitió por Telemadrid. Fue el principio de posteriores espacios más o menos similares, como Sálvame, por los que han venido desfilando personajillos en general contando sus miserias a cambio de un generoso talón bancario. Y Jesús Mariñas saltó de Tómbola, cuando se finiquitó, a los siguientes programas parecidos, pues siempre fue el más combativo, característica a la que siempre fue fiel, marca de la casa.

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Jesús Mariñas | Archivo

Tuvo Jesús sus personajes favoritos, como Carmen Ordóñez. Y después le brindaron su amistad, Julio Iglesias, Rocío Jurado sobre todo. Llegó a ser invitado por el primero en su mansión de Miami para después ser poco menos que odiado por el cantante. De Rocío escuchó confidencias y supo del por qué se separó de Pedro Carrasco, aunque no se atrevió a contarlo con pelos y señales como hacía siempre. Pepe Tous lo contrató una temporada para que llevara la promoción de Sara Montiel. Posiblemente sus dos personajes más fieles fueran Montserrat Caballé y Nati Mistral. Dedicaríamos cientos de páginas para insertar un montón de nombres más que él conoció como nadie. Su agenda de números telefónicos era envidiada. Sus colaboraciones más recientes fueron en un espacio matinal de TVE y en el diario La Razón, donde mantenía una muy leída sección.

Lo más sorprendente lo contó él mismo en sus memorias, publicadas en 2021, al confesar que el propio don Juan Carlos de Borbón lo llamaba por teléfono para que fuera a verlo al palacio de la Zarzuela, bien él mismo o a través de su entonces Jefe de la Casa de Su Majestad, Sabino Fernández Campo. El hoy Emérito quería entonces estar al tanto "de lo que se cocía" entre los famosos.

En el plano personal exclusivamente Jesús Mariñas "no se casaba con nadie". Lo decimos en sentido figurado. Porque aunque conocido en el ámbito de los reporteros apenas se confiaba a unos cuantos en cuestiones puramente amistosas. Bastante más culto, amén de enterado, que la mayoría de sus colegas, aunque careciera de estudios. Era simpático con las damas que trataba, las adulaba. No puedo hablar mal de él por cuanto mi trato fue siempre correcto, como hizo con la mayoría de informadores. Él iba siempre a lo suyo, a sus asuntos, que decía Antonio Machado. Notorio homosexual, hablaba poco o nada de esa inclinación. Su boda con Elio Esteban Valderrama, fotógrafo venezolano, fue en privada ceremonia civil el 18 de julio de 2016. Se habían conocido una noche en la Gran Vía y, desde entonces no se han separado hasta llegado este amargo final.

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