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La vida de 'el Litri', ligada a la muerte de su hermano Manuel, corneado por un toro

El primer Litri ha muerto a los 91 años apenas cuatro días después de la boda de su hijo.

El primer Litri ha muerto a los 91 años apenas cuatro días después de la boda de su hijo.
Litri y pilar Casino en 1960 | Cordon Press

Con noventa y un años nos ha dejado uno de los matadores de toros más importantes entre las décadas de los 50 y 60. Miguel Báez Espuny pertenecía a una dinastía torera, la de los "Litri", cuyo último representante es Miguel Báez Spínola, hijo del finado, a cuya segunda boda no pudo su progenitor acudir pocos días atrás, enfermo desde hacía largo tiempo. Siempre le gustó vivir en el campo, en la finca que luego dejó a su hijo. Lo hacía en los últimos tiempos en su casa madrileña junto a su encantadora y bellísima esposa. La biografía de "Litri" (padre) contiene retazos de cuando nació por esos azares de la existencia propios de una novela romántica. De hecho, en la película El Litri y su sombra, el guión ya trataba de cómo vino al mundo, por la circunstancia tan trágica de la muerte de su hermano Manuel.

Los antecedentes taurinos de esta familia se remontan hacia 1830. Pero nos saltamos una generación para citar a Miguel Báez Quintero, el primer "Litri", apodo que le sobrevino de sus primeros tiempos en los ruedos cuando un compañero de la fábrica de harinas donde trabajaba, para rebajar su chulería, le dijo: "¡Tú lo que eres es un litri!", término hoy en desuso que venía a significar una manera de presumir por la calle. Un hijo suyo, Manuel Báez Fernández, matador de toros de cierta relevancia cayó mortalmente herido en una corrida presidida por los Reyes Alfonso XIII y doña Victoria Eugenia, el año 1926. Tardó cuatro días en fallecer, no obstante, quizás porque los cirujanos que lo atendieron sólo percibieron una cornada, sin advertir otra. El caso es que antes de exhalar su último suspiro le entregó a su padre un alfiler de corbata con una perla, regalo de la Reina, y una medalla de oro que veneraba mucho pues llevaba la imagen de la Virgen de la Cinta, patrona de su ciudad, Huelva. Y Manuel, le rogó a su progenitor: "Esa medalla, padre, que he llevado siempre sobre mi pecho, quiero que se la des a Ángeles, la mujer que más he querido en esta vida, aparte de madre, con quien me hubiera casado de no ser por esto...". Moribundo, con una de sus piernas gangrenada, aún tuvo un momento para insistirle: "¿Verdad que te ocuparás de Ángeles?"

Y aquel Miguel Báez Quintero, el primer "Litri" como decíamos, a la sazón con cincuenta y siete años, viudo, cumplió lo prometido al hijo muerto por un toro, viajó hasta Gandía, donde tenía su vivienda Ángeles Espuny Lozar, una mujer en plena juventud que vio destrozada de momento su vida. Al recibir aquella medalla que llevaba su enamorado la besó varias veces. "Mi hijo antes de morir me pidió que velara por tí, Ángeles..."

Pasaron unos días. A ruegos de quien podía haber sido su nuera, Miguel se quedó en Gandía. Prorrogó su estancia. Hasta que no pudiendo aguantar más le espetó a su generosa anfitriona: "Yo te quiero, Ángeles..." Todo esto, rigurosamente cierto, como pude corroborar con la familia "Litri" en su casa del centro de Huelva, parece el argumento de un folletín, mas así sucedió. Hubo boda entre aquellos dos seres que unieron sus vidas tras la trágica muerte del hijo y el novio. Y tuvieron un niño, nacido en Gandía el 5 de octubre de 1930, que sería el futuro matador de toros Miguel Báez Espuny, el tercer "Litri" de la dinastía. Fueron felices, pero por poco tiempo, pues el marido de Ángeles murió tres años después de su romántico enlace, ya cuando habitaban en la capital onubense. La medalla de oro pasó a manos del niño, y después de Miki, que es como han llamado siempre al "Litri" IV, el que se casó hace pocos días en Sevilla.

Miguel Báez Espuny fue un diestro poderoso, dotado de un gran valor, novillero de moda en los años 50 cuando rivalizaba con Julio Aparicio. El torero que más corridas de Beneficencia lidió, las que presidía el Jefe del Estado. Aquel me contaba que habló muchas veces con Franco: "Siempre estaba interesado por cosas del campo y yo le contaba lo que sucedía entonces, los problemas. También compartí algunas cacerías con él y con don Juan Carlos. Al futuro Rey le enseñé a practicar esquí náutico".

Tenía fama de tacaño y se lo hice saber una vez que me invitó a una paella, cocinada estupendamente por él. Le recordé la anécdota de cuando vino a torear de novillero en Madrid y su apoderado le obligó a hospedarse en el lujoso hotel Palace. Algo contrariado por cuanto tendría que pagar, pasó una tarde metido en el metro, que le costó una perra gorda. Y así, como él me dijo "pasé varias horas por todo Madrid… por debajo de tierra". Acerca de esa fama, se sinceró conmigo: "Hay gente que ha dilapidado fortunas. Procuré ahorrar siempre. En mi buena época gané entre ochenta y cien millones de pesetas. Si no llego a guardar ¿qué hubiera dejado a los míos?

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Con su mujer Conchita Spínola | Cordon Press

De carácter sencillo, tímido, tardó en casarse. En diciembre de 1967, con María de la Concepción Spínola. Él con treinta y siete años, ella con dieciocho, perteneciente a una aristocrática familia. Mujer de extraordinaria simpatía como pude comprobar en las veces que estuve con tan feliz matrimonio, sobrina biznieta del cardenal Spínola. La pareja se conoció en un verano transcurrido en Punta Umbría, donde él se restablecía de una cogida. Pero tardaron lo suyo en celebrar el enlace, tres años, dada la juventud de la novia. Padres de tres hijos, el varón, Miki, ya mentado como también torero, y dos chicas, Rocío y Miriam.

Los "Litri" siempre han sido afables y hospitalarios. En su finca onubense Miguel (padre) era el anfitrión perfecto cuando se colocaba el mandil y oficiaba de cocinero. Queda dicho que las paellas le salían de rechupete. Al fin y al cabo nació en tierras valencianas, aunque siempre se consideró de Huelva. En la placita de toros de esa finca se tentaban becerras y novillos de su espléndida ganadería. Su hijo le sucedió en esas faenas. Millonario el padre, sin darse jamás importancia: o sea, sin presumir, sin ser litri, fuera de los ruedos. Y el hijo también ha amasado un gran patrimonio. Llora ahora la muerte de un buen hombre, fiel esposo, modesto como pocos, gran torero.

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