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Carlos III tendrá Reina consorte, algo que no ocurrió con Isabel y el príncipe Felipe de Edimburgo

Camilla, esposa del ya Rey de Inglaterra, ha obtenido el título de reina consorte, algo que no le fue otorgado al marido de la reina Isabel II.

Camilla, esposa del ya Rey de Inglaterra, ha obtenido el título de reina consorte, algo que no le fue otorgado al marido de la reina Isabel II.
El rey Carlos III y la reina Camilla | Gtres

Quien hasta la muerte de Isabel II, su primogénito Carlos era Príncipe de Gales. Nació en 1948 y, siguiendo la tradición monárquica ese título y otros, los hereda ahora su hijo mayor, Guillermo: Duque de Cornualles, Duque de Rothesay, Conde de Carrick y Barón de Renfrew. Así es la tradición británica por lo que no tenía sentido alguno cuanto se publicó hace años acerca de que al fallecer la Soberana, quien iba a ser su sucesor sería Guillermo, saltándose el protocolo por encima de Carlos; una absurda polémica que en la Corte nunca se la tomaron en serio.

Isabel II falleció prácticamente lúcida hasta los momentos previos a su adiós, aunque su salud fuera quebradiza, sobre todo por su ancianidad. Mantuvo siempre un exquisito trato con sus catorce Primeros Ministros a lo largo de su largo reinado de setenta años. Con Margareth Thatcher tuvo sus más y sus menos pero se soportaban, pese a las habladurías. La prueba es que le concedió la Orden de la Jarretera, la máxima distinción real, honor que únicamente le había precedido con Winston Churchill.

Podría asegurarse que la Reina disfrutó a lo largo de su longeva existencia una cierta "salud de hierro". Sí que en el pasado 20 de febrero se contagió de coronavirus, diez días después de que lo hubiera padecido Carlos. Recibió tres dosis de vacuna y se recuperó pronto. Estaba al corriente de cuanto ocurría en el país, y leía la prensa a primera hora de la mañana. Ya es sabido que sus aficiones eran montar a caballo y estar con sus perros, que la obedecían sin chistar. Cuidaba de las plantas de sus palacios. Su carácter ha sido analizado desde dos perspectivas: en público sonreía cuando asistía a algún evento popular. El genio, la rectitud, el modo en que se dirigía a los sirvientes, lo guardaba para sí en privado. Tenía por su educación cristiana lo que la monarquía inglesa defendió siempre: la moralidad y el sagrado matrimonio, dos cuestiones que no respetaron todos sus hijos.

La cuestión de su patrimonio fue objeto en más de una ocasión de ciertas críticas en algunos tabloides londinenses, en particular en el tiempo que se decía no pagaba impuestos, lo que definitivamente se acalló cuando Isabel II hizo saber que lo hacía, pagando de su patrimonio al Fisco inglés una abultada cifra en libras esterlinas por cuantos bienes poseía, entre palacios y muchas otras propiedades. Nadie supo nunca cuánto ganaba, si tenía un sueldo, si ahorraba mucho o poco. Supimos que con el escándalo de su hijo Andrew, lo libró de la cárcel pagando catorce millones de euros por los delitos cometidos por éste, a su víctima, la que era adolescente cuando se cometieron aquellos presuntos delitos sexuales en el llamado "caso Epstein", la adolescente Virginia Roberts, hoy ya con treinta y ocho años. Qué duda cabe que un personaje como Isabel II, de los más importantes durante el siglo XX y cuanto llevamos del presente, ha vivido tanto, ha conocido a los mayores líderes mundiales y a celebridades de todo tipo, que sin duda se ha llevado a la tumba infinidad de secretos. Pero hasta que no transcurran setenta y cinco años no se publicarán sus diarios. Que podrán leer los hijos, nietos y bisnietos de los que nos siguen.

Carlos no parece se haya entrometido mucho en las vidas de sus hijos, por lo menos cuando ya cumplieron su mayoría de edad. Sobre su idiosincrasia hay, como en el caso de su madre, opiniones opuestas: que tiene "sus prontos", que no empatiza mucho con la gente como sí ocurría con su ex, Lady Di. Estudió en Australia, en el Trinity College de Cambridge, sirvió en la Marina de Guerra y también en la Escuela de la Real Fuerza Aérea, pilotando aparatos, por supuesto. Le han preocupado siempre asuntos relacionados con la Arquitectura, la Industria, los problemas educacionales de la juventud, su atención hacia los minusválidos.

De joven era muy ligón, no quería comprometerse con ninguna de las chicas con las que salía. Hasta que sus padres lo llamaron al orden. Y eligió por esposa, sin estar muy enamorado como luego se supo, a Diana Spencer, hija de unos Condes muy relacionados en la Corte. El 29 de julio de 1981 celebraron sus esponsales en la catedral de San Pablo, en Londres. Sus dos hijos, nacieron el 21 de junio de 1982, Guillermo, y Enrique, el 15 de septiembre de 1984. A este último, Henry en inglés, su abuela la Reina lo despojó del título de Alteza Real y cuanto cobraba de los contribuyentes, por su controvertida boda con Meghan Markle, que se fueron a vivir a Los Ángeles, donde concedieron una entrevista televisiva que escandalizó a Isabel II y a toda la Familia Real.

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La televisión británica emitió una serie, también vista en otros países como España, con el título The Crown, la Corona, que tuvo audiencias elevadas. Quienes conocen al hoy rey Carlos III distan mucho de aprobar tal y como en sus capítulos fue retratado, pues lo definen como un hombre reflexivo, nada exaltado, que se preocupa mucho en estos tiempos por el medio ambiente y también muy implicado en cómo se enseña la Historia en los colegios ingleses. Es, en el fondo, un gran tímido, que se ruboriza ante situaciones inesperadas. Defiende la fe no sólo de la religión anglicana, que es la que practican en la Familia Real, sino de todas, no únicamente la cristiana. La calma y la serenidad es cuanto defiende si hay crisis. La padece ahora mismo Inglaterra. Y Europa entera. Y con su subida al Trono, tendrá que hacer frente, según le permitan sus atributos reales, a cuantos problemas que, seguro, se le irán planteando con el tiempo.

La vida privada del hoy monarca trascendió cuando se supo que le era infiel a su esposa Diana. Nunca antes la prensa del corazón había encontrado nada escandaloso en su proceder cotidiano. A Camilla Parker Bowles la conocía ya cuando entró en relaciones con Lady Di. Y procuró seguir estableciendo contacto con ella, al principio con discreción, pues ella estaba casada. Al divorciarse es cuando el Príncipe encontró el camino abonado para sus encuentros con su amante. Isabel II no era ajena a esa íntima amistad. Y Diana se enteró, "tragó lo suyo", tuvo paciencia hasta que saltó y en una ya conocidísima entrevista televisiva, dijo aquello de que "en mi matrimonio éramos tres". De él se difundieron conversaciones telefónicas donde no se hurtó de hablar con Camila en tono soez. ¡Aquello del tampax!

Camila ha sido "la mala de la película", desde luego. Y le ha costado ir poco a poco "haciéndose querer" por sus conciudadanos, muchos de los cuáles la consideran "una trepa". Pero ahí la tienen, a las puertas de ser Reina consorte. Y, a propósito: Felipe de Edimburgo, esposo de Isabel II, era sólo "el príncipe consorte".

A Felipe nunca le fue concedido el título de rey consorte. Sin embargo, sí fue el deseo de la reina Isabel con Camilla. "Siempre estaré profunda y humildemente agradecida por la lealtad y el afecto que me seguís demostrando, pero, cuando llegue el momento, mi hijo Carlos será Rey. Sé que le daréis tanto a él como a Camilla el mismo apoyo que me habéis dado a mí (...) Es mi sincero deseo que, cuando llegue ese momento, Camilla sea conocida como reina consorte mientras continúa su propio y leal servicio", dijo la monarca.

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Carlos, que jugaba mucho antes al polo, conoció a la entonces llamada Camilla Shand, en el verano de 1970, en un partido celebrado en el Windsor Great Park. Fueron presentados por una amiga común, Lucía Santa Cruz, hija del embajador de Chile. Veintitrés años contaba ella entonces, año y pico más que el príncipe. En una de sus conversaciones le dijo a Carlos que entre sus antepasados se encontraba su bisabuela Alicia Keppel, que se convirtió en amante de Eduardo VII, tatarabuelo de aquel. Añadió con picardía Camila que ambos podían repetir la jugada… en la cama.

No obstante aquellos encuentros, fueran o no bajo las sábanas, el caso es que Camila, ya en edad de merecer, se casó en 1973 con Andrew Parker Bowles, un noble que acabaría coronado con unos cuernos de los que tienen los toros de Miura. Carlos había sido reprendido en su familia, y le vino bien que ella contrajera matrimonio. Después, ella le pidió que fuera padrino de su primer hijo. Ya se le había pasado la pasión por su marido cuando se enteró que la engañaba. Y ella hizo lo mismo. O sea, dos cornudos al final.

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Para no extendernos demasiado, concluyamos en que Carlos y Camilla celebraron su ansiada boda el 8 de abril de 2005. A la Reina Isabel II, ya cansada del culebrón amatorio de su primogénito, dio el visto bueno al enlace y como regalo de bodas le concedió a Camila el título de Duquesa de Cornualles. Y no sólo eso, ya que hace pocos meses elogió públicamente a su hija política en términos tales que ya "la veía" como futura Reina, aunque sea consorte.

Ha cambiado Camila, y dicen los que la conocen que es muy divertida, le apasionan los caballos. Muy cercana en el trato, espontánea. Y está enamoradísima de Carlos. Lo que no le impide, muy civilizada, seguir teniendo amistad con su exesposo. Los ingleses comienzan a cambiar ya de actitud con ella y no la consideran, como en el pasado, "la causante de entrometerse en el matrimonio de Carlos y Diana". Dentro de poco menos de un año cumplirá setenta y cinco años. Descendiente de una rica familia que se hizo de oro en el siglo XIX a través del comercio de algodón. Cuentan amigos suyos que de pequeña ya se apreciaba en ella tanto su facilidad para reírse como su carácter fuerte, segura de cuanto hacía. Carlos se contagia de la risa de Camila y se lo agradece en sus malos momentos. La necesitará mucho a su lado de aquí en adelante.

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