
Con el fallecimiento de Isabel II en toda la prensa mundial se ha vuelto a recordar la figura de Diana de Gales, que fuera esposa del hoy Carlos III, madre de dos hijos del matrimonio; evocación que ya se hizo hace un par de semanas al cumplirse el veinticinco aniversario de su dramática muerte. Ella y su esposo siempre tuvieron una excelente relación con nuestros Reyes, Juan Carlos y Sofía.
Los entonces Príncipe de Gales acudieron en el verano de 1986 a Palma de Mallorca invitados por los Reyes de España al palacio de Marivent, su residencia estival. Era exactamente el 17 de agosto cuando en viaje aéreo Carlos, Diana y sus dos hijos, Guillermo y Harry aterrizaron en el aeropuerto palmesano de Son San Juan. Su estancia junto a sus anfitriones duró unas semanas. La impresión que los periodistas desplazados a la isla tuvieron de aquellos regios invitados no pudo ser más idílica. Mucho tiempo después se conocería la verdad de aquella desunida pareja. Ni que decir que con la simpatía de don Juan Carlos de Borbón, el exquisito trato de doña Sofía, los Príncipes de Gales quedaron encantados, contemplando además que sus hijos se lo pasaban estupendamente. Nuestro entonces monarca extremó al máximo sus atenciones… sobre todo con Diana.
Andrew Morton goza de gran prestigio como biógrafo de muchas celebridades, entre ellas Lady Di, sobre quien publicó el libro Diana, su verdadera historia. Contaba en él ciertos relatos que escuchó de viva voz de la Princesa, interesada cuando su matrimonio se había ido al garete en que se supieran algunas interioridades, empezando por su desgraciado enlace con el heredero de la Corona, que la llevó a intentar quitarse la vida nada menos que en cinco ocasiones. Aparte de esa y otras relevantes confidencias, atento Morton en saber de labios de la propia protagonista si Juan Carlos había intentado "tirarle los tejos", que diría un castizo en lenguaje coloquial. Diana, suspiró unos instantes, tomó aire y le dijo lo que sigue a continuación: "Me pasé aquellos días yendo repetidamente al cuarto de baño". No dio explicaciones al respecto, mas ello sugiere que la Princesa ya no era feliz con su esposo. Tal vez se encerraba en el excusado para llorar. Hay algún cronista británico que sugiere que esas lágrimas tal vez pudieron caer sobre un hombro del Rey de España, con quien se la relacionaba sentimentalmente. Todo de manera discreta, sin publicidad alguna.
Morton, sin dar del todo veracidad a un posible enamoramiento entre ambos, que creyó imaginario, sacó otras conclusiones y publicó en su libro lo que le siguió revelando Diana de Gales: "La verdad es que empecé a sentirme muy incómoda con Juan Carlos, pues no dejaba de hablarme, mirarme detenidamente, insinuándose. Lo creí un "play-boy" y no lo soportaba conforme pasaban los días" Añadimos otra confesión, la de uno de sus guardaespaldas: que Juan Carlos era un mujeriego, y que aunque fuera absurdo, ella pensaba que al Rey le gustaba mucho. Coqueteaba incluso delante de doña Sofía. "Encantador, sí, muy atento… pero también muy sobón"
¿Qué pasó en Marivent? Su esposo, Carlos de Gales, prefería irse con su caballete y maletín de pinturas a algún bosque cercano al palacio para plasmar acuarelas de alguno de los maravillosos paisajes que contemplaba. Entre tanto, Diana y sus hijos se bañaban en la piscina, o navegaban; ella sobre una tabla de vela. Los "paparazzi" enloquecían para captarla en traje de baño, algo difícil por la vigilancia que protegía a los Principes y sus retoños.
A mitad de aquellas en principio ensoñadoras vacaciones con tiempo excepcional, excursiones varias, comidas y cenas divertidas, el príncipe Carlos adujo que su madre, la reina Isabel II, había sido operada se repente y tenía que regresar a Londres. Diana se quedó en Marivent con sus hijos. ¿Estaba celoso por presentir que su esposa se reía mucho en presencia de Juan Carlos? Hay una teoría: y es que si Diana ya en aquel agosto de 1986 estaba al corriente de la vida extraconyugal de su marido junto a Camilla, pudo obedecer aquella inesperada espantada de Carlos para reunirse con su amante. Es probable, tomando en cuenta otra interpretación, que como toda mujer engañada sabe, pudo tratar de darle celos. Y fingir que el Rey de España no dejaba de cortejarla.
Carlos regresó pronto a Mallorca. Estaba cabreado pensando que tal vez Diana podía haberle puesto en evidencia. La situación en el palacio de Marivent se arregló, por supuesto sin que ningún periodista se enterara, contando con la buena predisposición de José Luís de Vilallonga, que alojó en su casa mallorquina a Lady Di, por unos días.
Olvidado el incidente, los Príncipes de Gales se sintieron de nuevo muy halagados cuando los Reyes de España volvieron a invitarlos en los siguientes veranos, junto a sus hijos, naturalmente. Las visitas se sucedieron en 1987, 1988 y 1990. ¿Cambió la actitud de Juan Carlos con Diana en tales reencuentros? Mas bien debió darse cuenta que ya le hacía poco caso y le aceptaba sus bromas de manera diplomática.
El tiempo iba transcurriendo sin que Diana encontrara en Carlos la suficiente atención amorosa hacia ella. Estuvieron siete años sin mantener relaciones sexuales hasta que ella estalló. Contaría que su marido era un témpano a su lado, que besaba muy mal aunque tenía noticias de que Camilla era una bomba con él en la cama.
Ya no hubo más contactos que se sepa entre los Reyes de España y los Príncipes de Gales, si exceptuamos el viaje que aquellos hicieron a Inglaterra, hospedados en el castillo de Windsor. Y cuando ya en 1997 Diana estaba separada de Carlos ocurrió un incidente. Ella iba regularmente a un gimnasio de la City, el L.A. Fitness. Una cámara oculta le tomó imágenes mientras desarrollaba sus ejercicios vestida con ropa deportiva, unas sencillas mallas, aunque sus movimientos pudieran resultar un tanto impropios para que fueran del dominio público. Temiéndose lo peor pronto pudo enterarse que alguien de ese club pretendió chantajearla pidiéndole 45.000 euros a cambio de los negativos de aquellas fotografías. No debía tener entonces dinero suficiente para satisfacer aquel pago a semejante sinvergüenza. Recurrió a Juan Carlos que, inmediatamente, le transfirió dicha cantidad. No serviría de nada pues el Sunday Mirror, tabloide amarillo, insertó en sus páginas parte de aquel carrete de fotos. ¿Qué fue del dinero recibido¿ ¿Se lo quedó Diana, lo dirigió al fondo de su Fundación benéfica, o lo devolvió al Rey? Éste, ya es sabido cuanto generoso ha sido con sus amantes: a Marta Gayá le regaló dos millones de euros, sesenta y cinco millones a Corinna, y no se sabe cuanto a Bárbara Rey. Muy caro ha pagado el Emérito semejantes donaciones.