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50 años del matrimonio de la infanta Margarita, tía del Rey y ciega de nacimiento

Carlos Zurita aprendió braille para poder escribir a la infanta Margarita, ciega de nacimiento.

Carlos Zurita aprendió braille para poder escribir a la infanta Margarita, ciega de nacimiento.
La infanta Margarita y su marido | Contacto Photo

El 12 de octubre de 1972 contraían matrimonio en la iglesia de San Antonio, en Estoril (Portugal) la infanta Margarita de Borbón con el doctor Carlos Zurita Delgado. Medio siglo de una estable pareja que tuvo dos hijos, Alfonso, del que poco se sabe dada su vida discreta, y María, que es quien más asiduamente ha aparecido en los medios de comunicación; en los últimos tiempos participando en varios programas televisivos. Mujer resuelta, muy activa como empresaria y traductora, de la que no se conocieron historias sentimentales salvo con un modista, Javier Larraínzar. Nunca se casó pero decidió tener un hijo por inseminación artificial, a la edad de cuarenta y dos años, llamado Carlitos que ha convertido en abuela a la infanta Margarita, una extraordinaria dama adornada con virtudes naturales, gran inteligencia, y dedicada a asistencias sociales a través de una fundación que preside. Ciega de nacimiento, vino al mundo el 6 de marzo de 1939, en el hospital Angloamericano de Roma, capital donde entonces residían los Condes de Barcelona y sus hijos.

Si bien don Juan y doña María de las Mercedes de Borbón "ya habían casado" a su hija mayor, Pilar con el banquero Luís-Gómez Acebo, temían que la menor, Margarita, dada su condición de invidente "se quedara para vestir santos". Pero, no. En una cena entre amigos conoció al eminente doctor Carlos Zurita Delgado y surgió entre ellos una mutua corriente de simpatía, cristalizada pronto en noviazgo. Para comunicarse con ella por carta, cuando él viajaba con frecuencia a congresos médicos, aprendió Braille. Hubo intentos periodísticos para entrevistar a la pareja, gestiones cerca de donde residían los padres de la infanta, en Estoril, sin resultados. Con esos antecedentes me atreví a desplazarme a Portugal en compañía de un redactor gráfico, coincidiendo por el camino con los enviados especiales de la agencia Efe. Conseguimos nuestro objetivo y, al presentarnos en "Villa Giralda", un palacete nada ostentoso donde residían los Condes de Barcelona, fuimos recibidos con afabilidad por los anfitriones, no sin horas antes haber recibido negativas del secretario de la Casa. Pero don Juan de Borbón, al saludarnos, nos comentó: "Al enterarnos de vuestro viaje desde Madrid no íbamos a permitir que os fuerais de vacío". Convocaron asimismo a los corresponsales de la prensa madrileña y catalana destinados en Lisboa y juntos participamos en una alegre velada familiar, creyendo que durante la misma se celebraría la petición de mano de los padres del novio, el doctor Zurita senior y su esposa. No fue así, o al menos fuimos informados que cuando ello sucediera, se convocaría una rueda de prensa.

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La infanta Margarita | Archivo

En aquella reunión estaba presente don Juan Carlos y doña Sofía, todavía Príncipes de España. Entre bromas y sonrisas transcurrió aquel encuentro, donde brindamos, a petición de don Juan, por la felicidad de los futuros contrayentes. En un aparte, doña Margarita me rogó: "Cuanto escriba sobre mí, diga que soy hija de don Juan de Borbón porque siempre los periodistas me citan sólo como hermana menor de don Juan Carlos". No le prometí nada, consciente de que en la publicación donde yo entonces prestaba mis servicios, no atenderían esa, por otra parte comprensible, petición. Y es que en la prensa española existía una prohibición, suscrita o no por el palacio de El Pardo, para ignorar al pretendiente a la Corona de España, el heredero de Alfonso XIII, quien se había marchado de España en 1931 con la llegada de la II República. Franco había dictado que don Juan no pisara suelo español.

Unos meses más tarde de aquella reunión en Estoril fue cuando, como quedó dicho, tuvo lugar la boda de doña Margarita con el doctor Zurita Jr. Ello significaba la renuncia de ella a sus derechos de sucesión al trono, y también para sus descendientes, según la Pragmática sanción monárquica desde los tiempos de Carlos III. Nunca usó aquella el título de duquesa de Hernani, heredado de un antepasado. Pero sí, desde 1981, el de duquesa de Soria, compartido con su esposo, por deseo del rey don Juan Carlos, que siempre quiso mucho a su hermana.

La verdad es que la infanta Margarita siempre se dejó querer por todo aquel que la conozca. Plena de simpatía, tan campechana como el monarca, con cierto lenguaje castizo, de andar por la calle, pues ella, desde su domicilio en el madrileño barrio de Salamanca, se movía continuamente, yendo al mercado, o "de tiendas", claro está siempre en compañía de alguien que guiase sus pasos algo vacilantes, aunque tenga un pequeñísimo punto de luz en su mirada. La hemos saludado algunas veces con otros viandantes, y ella siempre lo agradece con su bonhomía. Muy culta, habla cinco idiomas, conoce algo de otros, y tiene grandes conocimientos de música, toca el piano y algún instrumento más y no le duelen prendas al comentar que lo mismo disfruta con canciones de Julio Iglesias como con otras del más actual conjunto o solista pop.

Se la ha visto últimamente muy unida a su sobrina-nieta Victoria Federica. Y de la familia del Rey, procura no hablar para evitar cuanto le ocurrió más de una vez a su hermana, la infanta Pilar, a la que se le escapaba algún chisme sobre intimidades de La Zarzuela. Lo que no calló al ser preguntada es qué opinaba sobre aquel incidente a las puertas de la catedral de Palma de Mallorca, cuando la reina Letizia afeó a doña Sofía su deseo de fotografiarse con sus nietas. Por su supuesto manifestó doña Margarita su absoluto desagrado. Tanto ella como su marido en todo momento durante este medio siglo de estabilidad matrimonial jamás se han entrometido en asuntos de la Familia Real. Los años han transcurrido desde aquella boda del 12 de octubre de 1972 con total ausencia de siquiera un mínimo escándalo o disensiones familiares. El doctor Zurita ya está jubilado: un hombre cortés, de exquisito trato, siempre atento hacia su esposa, ahora tristemente en silla de ruedas que él empuja amorosamente.

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