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Candela Peña, ganadora de tres Goyas, olvidada del cine y pasando penurias

Candela Peña, sincera, visceral, emotiva, ha pasado tres años en la cuerda floja, sin que ningún director o productor cinematográfico la llamara.

Candela Peña, sincera, visceral, emotiva, ha pasado tres años en la cuerda floja, sin que ningún director o productor cinematográfico la llamara.
Candela Peña. | Gtres

La profesión de actor conlleva desde siempre una inestabilidad que afecta como es natural a su medio de vida. Incontables los casos de quienes la han abandonado o han malvivido merced a trabajos menores, dentro o fuera del mundo artístico. Se sabe quienes triunfan, y menos los que son víctima de ese mundo, los fracasados o, simplemente ignorados, perdedores. Si no cuentan sus desdichas, pasan inadvertidos para el gran público, los críticos, los periodistas.

Candela Peña, sincera, visceral, emotiva, ha pasado tres años en la cuerda floja, sin que ningún director o productor cinematográfico la llamara. Y eso que ha ganado tres premios Goya, nominándola ocho veces en total. Los "cabezones", (como se conocen las figuras de tales figuras diseñadas hace treinta y siete años por el acreditado escultor Berrocal) por cuanto pesan, que que ella dice haberlos regalado, fueron "por mejor actriz de reparto" en 2003 (Te doy mis ojos) 2012 (Una pistola en cada mano) y en 2005, "a la mejor actriz" (Princesas). ¿Y por qué no se acuerdan de ella para contratarla? Lo de siempre: así funciona ese mundo.

Candela confiesa que tuvo que desprenderse de objetos, prendas, todo cuanto pudo vender para ir viviendo, ella y su hijo Román, que ahora tiene once años. La ayudó económicamente su madre. Y así pudo "ir tirando", malamente, claro. Porque una actriz ha de gastar, por ejemplo, en ropa. Y si apenas dispone para alimentarse, sus oportunidades profesionales se difuminan. Ahora sale de ese negro pasado, donde como cada quisque hubo de enfrentarse a la pandemia, y ha estrenado una comedia en el teatro Pavón, merindades del Rastro madrileño, titulada "Contracciones". Va de los abusos laborales a los que se enfrentan tantos trabajadores en estos tiempos de crisis. La crítica ha sido favorable, funciona en taquilla y, de ese modo, la estupenda actriz catalana va poco a poco recuperándose de ese cercano ayer que la llevó a la angustia e impotencia para continuar luchando.

Candela… no se llama Candela, sino María del Pilar Peña Sánchez, nacida en Gavá, Barcelona, en julio de hace cuarenta y nueve años. Hija de padre andaluz y madre murciana. Castellana-catalanohablante. Sus progenitores regentaban un bar en ese pueblo y ella los ayudaba tras la barra. Conocida como "Pili, la del Frankfurt", que así se llamaba el negocio. Pero su vocación era ser bailarina, estudió en una academia mas a los diecisiete años dispuso ser actriz, redicándose en Madrid a comienzos de los años 90.

Lo de Candela surgió leyendo La casa de Bernarda Alba, obra lorquiana que en uno de sus pasajes reza: "Encendieron la candela...", palabra que a ella le gustó mucho, adoptándola como nombre artístico. Su carrera se inició en 1994 y a día de hoy tiene una nutrida filmografía, como actriz de reparto o en papeles más importantes, algunos de coprotagonista. Su vena cómica, natural, la ha convertido en una excelente intérprete de comedias, lo que no impide que haya brillado en papeles dramáticos. Su mirada, la gestualidad, la forma de hablar, son signos de su capacidad actoral. En su profesión, goza de la amistad de muchos de sus compañeros, lo que tiene su mérito sabiendo que transitan en un mundo de envidias y zancadillas.

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Candela Peña | Archivo

Pedro Almodóvar la animó a que publicara una novela, cuyo original leyó muy atentamente: "Pérez Príncipe, María Dolores", que publicó. Es mujer hiperactiva. No sabe estar con una mano delante y otra detrás. Y llegado el momento, "no se corta un pelo", como ocurrió la noche de los Goya de 2013, cuando la aclamaban por ganar uno. Aprovechó la circunstancia para pedir trabajo con el que poder alimentar a su pequeño, que contaba dos años. Tierna y a la vez patética solicitud, aunque creemos expresada en un sitio inadecuado. De otro modo, ese evento, tan pesado para los telespectadores, que en la última edición de hace pocos días ha superado el acostumbrado tostón, vulgo coñazo, sería algo así como una página de demandas laborales. Le molesta a Candela que la etiqueten como "actriz reivindicativa", pero es algo que se ha ganado a pulso. Por eso, ante las críticas adversas, poco después al salir al escenario del cine malagueño donde se celebra su festival cinematográfico, "no dijo ni mu", con un esparadrapo tapándole sus labios. Humor no le ha faltado nunca.

Respecto a su vida sentimental, ha confesado: "Puedo contar con los dedos de una mano los hombres con los que me he acostado. Y es que me es difícil ligar así, de pronto , me corto..." Conoció un día en un gimnasio al llamado Antonio, un monitor, su entrenador físico, se enamoraron y no dudó en seguirla hasta Gavá y quedarse a su lado hasta 2013, cuando él parece ser que no aguantaba el ritmo arrebatado de Candela, tan vehemente siempre. Tuvieron un hijo, el ya mentado Román, que es lo mejor que le ha deparado la vida.

Estaba de parto cuando murió su padre de forma dramática, trabajando en su bar, cayéndose al suelo a causa de su enfermedad: padecía metástasis de pulmón. El día que su progenitor fallecía a los sesenta y cuatro años, Candela "salía de cuentas" y pocas fechas después venía al mundo Román. Dos momentos que nunca podría olvidar. Desde luego, cuanto ocurrió poco antes de enterrar al padre, parece propio de una escena más que de Berlanga de aquel tristemente olvidado Manuel Summers, dibujante y cineasta, pues en la caja mortuoria, no sabemos si por decisión de la imprevisible Candela, introdujeron la colonia preferida del fallecido, unos botellines de cerveza, un paquete de cigarrillos…. ¡Y un porro!". Realmente, escena de humor negro. Quería mucho a su padre, del que contaba que ha heredado algunas cosas suyas, aparte de las puramente genéticas. Por ejemplo, siendo aquel muy supersticioso, Candela tiene manías, como la de colocarse las bragas al revés. No hay que ser muy agudo pensando que el muerto hacía eso mismo, con sus calzoncillos, claro.

Y al romper con Antonio, Candela pasó unos años sin pareja fija, hasta que en 2017 comenzó a convivir con el actor Jorge Monje, su compañero de rodaje en la película El tiempo de los monstruos, de Félix Sabroso.

Candela es mujer de felices ocurrencias. En su cuarto de baño tiene una fotografía dedicada de Felipe VI, pero de cuando era Príncipe de Asturias, con catorce años. Se la solicitó a la Reina doña Sofía. Le había enviado previamente unos zapatos de diseño, muy personales. Y es que, entre otras habilidades, Candela ha diseñado calzado en más de una ocasión siguiendo la ocupación de su abuela y su madre, zapateras.

Hay en la vida de esta actriz un incidente muy desagradable, ocurrido hace poco más de un año. Recibía amenazas de una joven catalana de veintidós años, sin duda con su mente trastornada, pues al tiempo que la acosaba con mensajes en los que decía que iba a matar al hijo de Candela, le expresaba su admiración por sus películas. Ocho meses duraron aquellos envíos hasta que la policía pudo detener a la demente.

Lo contado sería digno de una serie de televisión, o de una de las comedias que Candela Peña ha rodado. Vida la suya nada aburrida.

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